El tratamiento que puso en peligro las pinturas rupestres de Lascaux
Un estudio del CSIC afirma que los productos que usaron las autoridades francesas en la histórica cueva favorecieron la aparición de nuevos hongos en vez de su eliminación
Fue peor el remedio que la enfermedad. Los productos —biocidas— que utilizaron los técnicos del Ministerio de Cultura francés para frenar en 2001 la proliferación de hongos que invadieron las célebres pinturas rupestres de la cueva de Lascaux, en Montignac, propiciaron la aparición de otros hongos y bacterias. Así lo afirma un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publicado por la revista Environmental Science and Technology.
Las pinturas rupestres de Lascaux, que tienen 17.000 años (Paleolítico superior) fueron descubiertas en 1940 por unos niños. Las masivas visitas para contemplarlas —hasta 1.800 personas al día— las perjudicaron hasta obligar a su cierre en 1963, cuando se descubrió además que la iluminación artificial había propiciado la aparición de un alga verde en estas paredes donde están representadas unas 1.900 figuras de animales y signos geométricos.
En 2001 saltó de nuevo la alarma, cuando se comprobó que el hongo Fusarium solani se había extendido por las paredes y suelo de Lascaux. El investigador Cesáreo Sáiz, del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología del CSIC, ha liderado la investigación que sale a la luz y que también se ha financiado con un proyecto del Ministerio de Economía español. Sáiz ha declarado por teléfono a EL PAÍS que "estos hongos surgieron tres meses después de que unos trabajadores cambiaran un sistema de control ambiental en la cueva". Error, "la tecnología de tipo industrial no siempre se puede aplicar una cueva". Sáiz sospecha que "la permanencia de estas personas en el interior durante tanto tiempo y la introducción de materiales y equipos generaron además materia orgánica extraña a la cueva". Incluso se detectó que "el biocida utilizado favoreció el crecimiento de bacterias patógenas para el hombre, del tipo de las que se encuentran en aguas muy contaminadas", explica este científico.
"La tecnología no puede entrar en una cueva de arte rupestre", dice Sáiz
Para empeorar las cosas, "se aplicaron unos tratamientos muy agresivos, incluida cal viva en el suelo". "Los microbiólogos industriales saben que no se puede utilizar un único biocida, si no que hay que combinarlo con otros para evitar resistencias". La fatal consecuencia fue "el crecimiento de más hongos, nuevas manchas negras en las paredes". Y a estas les siguieron unos nuevos habitantes en la cueva, los colémbolos, unos diminutos insectos blancos como los que se pueden ver en las macetas en los hogares. Cinco años después del drástico tratamiento, "el brote de hongos había tenido un crecimiento explosivo y era ya la principal amenaza para las pinturas".
A mediados de 2009 las autoridades francesas encargaron al CSIC que diagnosticara qué estaba pasando en la cueva. El estudio acabó en junio de 2011 y sus conclusiones son, según Sáiz, que los franceses "cometieron un gran error, eligieron el camino equivocado". "Sus técnicos consiguieron disminuir el hongo que amenazaba inicialmente la cueva pero favorecieron el brote de otros".
Conservación preventiva
Sáiz explica que se tendría que haber optado "por una conservación preventiva, como se hizo en las cuevas de Altamira o en Castañar de Ibor (Cáceres)". "En esta cueva, que no tiene pinturas pero es de valor geológico, surgieron hongos por el vómito de una visitante. Entonces se eliminaron mecánicamente los sedimentos contaminados y el resto se trató con agua oxigenada, en la zona donde se produjo el brote, con lo que conseguimos controlarlo. Hay que emplear métodos amigables con el medio ambiente".
Para Lascaux, el pronóstico de Sáiz es pesimista. "¿Cómo puedes tratar unas manchas negras que ya tocan las pinturas? Te acabarías llevando el pigmento". Por lo tanto, su recomendación es evitar que todo vaya a peor. "Controlar el ecosistema de la cueva. Eliminar la materia orgánica de la que se alimentan los hongos. Para ello hay que evitar que las filtraciones de agua en las paredes de la cueva vayan cargadas de la materia orgánica disuelta procedente del bosque que está encima". Una cueva no es una habitación que se pueda aislar "y siempre habrá aportes de nutrientes para los microorganismos".
Este experto lamenta que la catedral del arte rupestre francés presente "un estado irreversible, nunca volverá a su estado original". Al menos, Lascaux ha servido "para aprender de los errores". Ha quedado claro lo que no se debe hacer y que el ser humano puede acabar en unos meses con una belleza que sobrevivió 17.000 años.
Babelia
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