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CONVERSACIONES A LA CONTRA

Bonnie Garmus, escritora: “La gente teme cambiar, pero la vida va de cambiar; es pura química”

La californiana logra convertir en fenómeno la historia de una científica cocinera. Tiene 64 años y es su ópera prima

Bonnie Garmus, en una imagen proporcionada por la editorial.
Bonnie Garmus, en una imagen proporcionada por la editorial.Moya Nolan
Berna González Harbour

Esto se llama tenacidad: Bonnie Garmus logró publicar su primera novela con más de sesenta años y al intento número 98, después de 97 noes. Y se llama éxito: Lecciones de química (Salamandra) se ha convertido ya en fenómeno en muchos países y pronto será una serie de televisión. Trata de una científica expulsada de los círculos serios que encuentra un hueco como cocinera en la pequeña pantalla. Y que triunfa. Lo ha hecho en clave de humor, el género seguramente más arriesgado, complicado y —cuando se acierta— agradecido. Garmus, californiana de 64 años, nos atiende por videoconferencia desde Londres, donde vive.

Pregunta. ¿Qué le ha dado la química?

Respuesta. Es la ciencia central porque toca absolutamente todo y gobierna todas las demás. Mi protagonista es cocinera y la cocina es pura química.

P. Pero usted no es química, sino redactora.

R. Los redactores nos pasamos la vida escribiendo sobre cosas de las que no sabemos nada (ríe). Yo trabajo escribiendo campañas y discursos para una audiencia amplia a la que hay que comunicar los temas de forma interesante. Por ello, investigar en un nuevo tema como la química para mí fue normal.

P. ¿Cuál es la principal lección que ha aprendido?

R. La gente tiene miedo a los cambios en general, pero la vida va precisamente de cambiar, es pura química. Nuestros cuerpos y todo cambia por unas leyes químicas que gobiernan el planeta. Si las entendiéramos, el planeta sería hoy un lugar muy diferente.

P. ¿Y por qué eligió la cocina?

R. Cada vez que calientas algo rompes unos lazos y creas unos nuevos. Luego lo pones en un plato y lo llamas cena, pero un químico diría que es un experimento que acabas de completar. Yo soy terrible como cocinera, pero muchos buenos chefs y cocineros, lo sepan o no, son buenísimos científicos.

P. Sitúa a su protagonista en la América de los cincuenta. ¿Ha mejorado el mundo para las mujeres científicas?

R. Por desgracia las científicas en todo el mundo me dicen que la situación no ha mejorado en absoluto. Eso me ha sorprendido y preocupado, pero también me devuelve la fe en las personas, porque están luchando y la batalla continúa. Las causas de los cincuenta consistían en acceder a una cuenta corriente y poder trabajar, aunque te quedaras embarazada. Mi madre era enfermera, tenía esos problemas y hasta que no he trabajado en este libro no he sido consciente de lo difícil que era. Ahora las cosas han mejorado, sí, puedes firmar tus cheques y trabajar embarazada, pero luego tienes que cuidar al bebé, y buena parte del trabajo de ser madre reposa en ellas. En EE UU además hemos retrocedido en aborto y es una decepción. Tenemos un largo camino por delante.

P. Usted misma ha vivido el sexismo. ¿Por ejemplo?

R. Un día estaba presentando conceptos para una gran campaña en una reunión de trabajo con una docena de hombres y, al acabar, nadie comentó nada. El vicepresidente de la compañía tomó entonces la palabra y repitió mis ideas como si fueran suyas. Dejé la reunión, volví a mi sitio y, en vez de trabajar, escribí el siguiente capítulo de Lecciones de química. Convertí el enfado en algo constructivo. Y no volví a trabajar para ellos.

P. ¿Qué le da EE UU y qué le da Europa?

R. Lo que me gusta de EE UU es el gran sentimiento de estar en casa. La gente es muy amigable, extrovertida y sigue teniendo esta actitud de: “Podemos hacer esto”. Me gusta ese espíritu. Y Europa tiene una asombrosa cantidad de historia y diversidad. También es genial estar fuera.

P. Al escribir tomó una decisión importante: eligió el humor.

R. Si tratas temas serios sin añadir cierta ligereza corres el riesgo de ser didáctico. En mi trabajo también ha sido y es mi objetivo: colocar una capa de humor por debajo de los temas serios porque, si no capturas la atención, estarás predicando o abroncando. Hay que dar a la gente la oportunidad de reírse de sí misma. Gritarles no funciona.

P. También ha dado voz a un perro en su novela. ¿Por qué?

R. El perro de mi novela es el único personaje que está basado en alguien real, era mi perra Friday. Había sido maltratada gravemente y tenía problemas, pero tenía una inteligencia enorme y sabía muchísimas palabras. Solemos medir la inteligencia en términos humanos y eso se queda corto para los animales. Quería que el perro también nos hiciera reír, que pudiera comentar las tonterías que hacemos. Siempre me pregunto qué piensan los animales de nosotros.

P. ¿Las espinacas no son tan buenas como nos enseñó Popeye?

R. No. El libro no me ha hecho mejor cocinera y eso es horrible para mi familia. Jamás leo una receta entera. Pero lo que sí he aprendido es que tenemos una serie de ideas preconcebidas que no siempre son ciertas. Creemos que hay una propiedad química en la espinaca que al cocinar libera un aminoácido para que lo digiera tu organismo y bla bla bla, pero no siempre lo es.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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