20 años tras el misterio del coronel nazi estrellado en 1939 en las montañas de Tarragona
El accidente del avión Ju 52 en el que se mató el primer jefe de la Legión Cóndor, Alexander Von Scheele, continúa rodeado de enigmas. Nuevos hallazgos y una novela reciente han devuelto actualidad al caso
“Son 20 años de investigar, hasta aquí he llegado. Algunas cosas creo que nunca las sabremos”, establece empujando sobre la mesa de la cafetería el voluminoso dosier que ha confeccionado a lo largo de dos décadas sobre el accidente de un Junkers Ju 52 alemán en 1939 en la sierra de Llaberia (Tarragona) Antonio Valldeperes. El gesto de Valldeperes (Barcelona, 78 años), cansado pero orgulloso, derrotado pero no vencido, recuerda al de Vercingetorix lanzando sus armas a los pies de César. En su caso, el investigador derrama su taza de café, que por suerte no cae sobre la preciosa documentación.
En 2001, Valldeperes, apasionado de la aeronáutica y en la actualidad vicepresidente de la sección catalana de la Asociación de Aviadores de la República (ADAR), subió por primera vez al lugar entre los municipios de de Colldejou y Tivissa en el que se estrelló el viernes 4 de agosto de 1939 hacia las 3 de la tarde el Ju 52 de Lufthansa con registro D-AUJG, número de serie 5942 y bautizado Hans Wende. En el sitio del siniestro, a unos 850 metros de altura, encontró en diversas visitas restos del avión y de sus ocupantes; entre otras cosas las llaves de un automóvil Mercedes (que de estar en un parking costará una fortuna sacarlo) y un reloj de bolsillo de plata. El aparato cubría el trayecto de Stuttgart a Madrid, con diversas escalas (en la última había despegado de Barcelona). Viajaban en el avión cuatro tripulantes y tres pasajeros, que murieron todos. Entre los pasajeros se contaba un personaje de gran importancia: el coronel Alexander von Scheele, de 52 años, natural de Mainz y un mando prestigioso de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, que había sido el primer comandante de la famosa Legión Cóndor en la Guerra Civil española. Qué hacía Von Scheele viajando a Madrid en un vuelo civil a menos de un mes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial es uno de los misterios que guarda el accidente.
Bajo el mando del militar alemán (entonces con el rango de mayor), llegó a España a finales de julio de 1936 el primer contingente para apoyar a los insurrectos: 25 oficiales, 66 suboficiales, técnicos civiles, radio especialistas, mecánicos y un oficial médico. A las órdenes de Von Scheele se organizó el célebre traslado de tropas del Ejército de Marruecos a la Península al desatarse el golpe militar, el primer puente aéreo de la historia, a bordo precisamente de aparatos Ju 52, el mismo avión de transporte con el que luego se mataría, en lo que podría verse como un curioso acto de justicia histórica, el militar alemán. Se ve que era un espectáculo observar cómo se metían 45 soldados de las tropas moras y la Legión, con todo su equipo y reticentes a volar, en los aparatos concebidos para 17 pasajeros; los había que transportaban con ellos animales de granja como provisiones vivas, y seguramente alguno llevaría una cabra.
El emblemático trimotor Ju 52, con su característico fuselaje de plancha ondulada fue uno de los aviones vertebrales del Tercer Reich y se lo usó ampliamente de 1932 a 1945 en sus versiones civil y militar. El propio Hitler empleó uno durante la campaña de las elecciones presidenciales que lo llevaron al poder y luego tuvo dos en su flota personal —y Goering tres—; también podría pensarse qué lástima que no fallaron esos Ju 52. La versión militar, conocida como Tante Ju, tía Ju, y “la mula de Hitler” (frase que nunca habías de pronunciar en público y menos delante de la Gestapo) fue crucial en el transporte de tropas y paracaidistas durante la Segunda Guerra Mundial, y Von Scheele ya le dio innovador uso como bombardero en la Cóndor —luego se emplearía en Gernika y Varsovia— cuando el 13 de agosto de 1936 permitió que el teniente Rudolf von Moreau a los mandos de uno lanzara unas bombas sobre el acorazado republicano Jaime I.
“El primer día que subí a la sierra y encontré restos del avión empezó mi obsesión por el accidente”, explica Valldeperes, que recuerda que la historia estaba olvidada y él, y otros aficionados a husmear en el pasado, la desenterraron (uno de ellos, Pablo Ruiz, ha construido incluso una maqueta del accidente, y en YouTube puede verse una simulación virtual del vuelo hasta el choque con la montaña). “Fui recogiendo fragmentos del episodio igual que trozos del aparato. Encontré las informaciones periodísticas de la época, los informes oficiales alemanes y españoles, las partidas de defunción… y he tratado de reconstruir lo que pasó”. El avión, apunta el investigador, encontró mal tiempo en su ruta y fuertes vientos descendentes y aunque el piloto, el capitán Frederick Mack, era muy experimentado, fue a estrellarse en el punto alto de la sierra conocido como la canal del Roc. Al parecer, primero golpeó un ala, que se desprendió, y luego impactó el resto del aparato (se aprecia aún el topetazo en la montaña). Hay testimonios de vecinos de las localidades cercanas que vieron pasar el Ju 52 muy bajo y luego oyeron una explosión y vieron una llamarada. Se cuenta que una rueda descendió rodando por la montaña.
Murieron todos instantáneamente. “Los informes señalan que los cuerpos quedaron muy fragmentados, nosotros incluso hemos encontrado aún algunos huesos muy pequeños”, dice Valldeperes. “Los cadáveres fueron llevados a Barcelona y se instaló una capilla ardiente en el Colegio Alemán. Los restos de Von Scheele fueron repatriados y a su entierro en Alemania asistió el propio Goering (con el que el coronel tenía cierto parecido físico). Vecinos de los alrededores acudieron al lugar del accidente y se llevaron todo lo que encontraron que podía reutilizarse; el metal del avión lo fueron recuperando los chatarreros. Nosotros fuimos con detectores y en una veintena de visitas hemos encontrado numerosos restos de interés histórico, como un trozo de motor con el número de serie, una hebilla de cinturón de seguridad, un cierre de maleta, trozos de plexiglás, restos de bombillas, un trozo de la brújula del avión, botones de los tripulantes…. También un pendiente de la única pasajera, la sevillana Rosario Valdivia, esposa del comerciante alemán Hans Walter Kirchner, que viajaba con ella. Hemos tratado de localizar a los familiares de las víctimas para entregarles los objetos personales, pero no los hemos encontrado. Sabemos que la viuda de Von Scheele estuvo en Barcelona en la capilla ardiente y que hizo colocar una cruz en el lugar del accidente, que aún está ahí, muy sencilla, con solo la fecha del suceso. Lo más probable es que las llaves del Mercedes fueran del coronel”.
Rodean al accidente muchas leyendas, una es que iba cargado de patatas destinadas al mercado negro y el estraperlo, otra que aterrizó en puntos no previstos. Pero sobre lo que más se ha especulado es acerca de qué venía a hacer Von Scheele a España. Para Valldeperes, está claro que tenía una misión secreta. Posiblemente hablar con los militares españoles sobre algo relacionado con la inminente Segunda Guerra Mundial. El coronel viajaba sin acompañamiento y al parecer no iba de uniforme. No se recuperaron, que se sepa, documentos que pudiera llevar el militar. “No sabemos para qué venía, no hemos encontrado constancia en ningún sitio, pero supongo que no vendría a España de vacaciones. Tenía contactos con el Ejército español, idioma que hablaba perfectamente, e incluso relaciones de amistad con muchos generales. Mi teoría es que su misión estaba relacionada con la posible participación de España en la guerra que estaba a punto de comenzar”.
El investigador no cree que el accidente se debiera a un atentado, como se describe muy efectistamente en la imaginativa novela El Graal de Montserrat del conocido historiador catalán y especialista en didáctica de la ciencia Xavier Hernández (Capital Books, 2021). En la novela, Von Scheele, “héroe de la Cóndor y hombre fuerte de la Abwehr en España”, es designado por Himmler para ayudar a los expertos de las SS a buscar el grial en Montserrat, cosa que hace no sin escepticismo. El día señalado, acude al aeropuerto de Stuttgart y sube al Ju-52 con el uniforme azulado de la Luftwaffe y una cartera en la que se traza toda una hoja de ruta de lo que Hitler espera conseguir de los españoles. En el aparato viaja también una guapa agente nazi, Herta, que resulta ser una doble espía y a la que el coronel le tira los tejos, aunque habrá que esperar a otra novela para ver una escena tipo Emmanuelle en un Ju 52. En un momento del vuelo, la chica, cuya misión es eliminar al coronel, esgrime dos pistolas Luger y se va cargando a todo el mundo; finalmente, salta en paracaídas mientras el Ju 52 cargado de cadáveres se dirige contra las crestas de la sierra de Llaberia. “El episodio está contado con mucha gracia, pero Xavi se lo inventó todo, es pura ficción, claro”, afirma Valldeperes, que es buen amigo del autor, con la frustración de quien no puede ofrecer un relato tan completo.
“Ojalá pudiéramos saber más cosas”, se lamenta el investigador. Espoleado por el misterio, quien firma estas líneas ha podido averiguar algunos detalles que Valldeperes desconocía para añadir modestamente al caso. El nombre del Ju 52 (la Lufthansa tenía la costumbre de bautizarlos), Hans Wende, corresponde a un piloto alemán que luchó en la Primera Guerra Mundial, voló para la firma holandesa NAVO y fichó por la compañía aérea alemana de bandera en 1926; incluso he encontrado varias fotos del aviador. Y también unas imágenes inéditas del aparato que llevaba su nombre y que se estrelló en Tarragona, tomadas en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín. Asimismo, he hallado algunos datos interesantes sobre Von Scheele (y fotos) que complementan su perfil y su historia. El hombre que se mató en la sierra de Llaberia tenía un pasado muy interesante ya antes de mandar la Cóndor. Al igual que otros mandos de la futura Luftwaffe y su jefe Hermann Goering luchó como piloto en la Primera Guerra Mundial, pero en un frente muy curioso: en Namibia, la entonces colonia de la África del sudoeste alemana, lo que también explica que tuviera una relación estrecha con Goering, pues hay que recordar que el padre del mariscal, Heinrich Ernst Goering, fue el gobernador de la colonia.
Von Scheele, entonces un joven teniente de 27 años, que había conseguido su licencia de piloto en 1912, llegó a África en 1914 como comandante de la nueva fuerza aérea de la Schutztruppe, el ejército colonial imperial alemán. Inicialmente eran unas fuerzas someras consistentes en dos aviones (un biplano Aviatik y otro Roland) y tres pilotos, uno de ellos austrohúngaro. Voló en numerosas misiones de reconocimiento y bombardeo sobre las líneas enemigas sudafricanas con el Aviatik, aunque no libró combates aéreos ya que tardó en haber aeroplanos de la Entente en la zona. En 1915 resultó herido en un accidente (a lo que podemos pensar que era proclive) y ya no se recuperó para volver a volar antes del final de la campaña. Luego fue internado como prisionero de guerra en Okahandja, en la Namibia ocupada por las fuerzas británicas procedentes de Sudáfrica, hasta acabar la contienda. Posteriormente emigró a Argentina (de ahí su conocimiento del español) antes de regresar a Alemania y unirse a la incipiente Luftwaffe, una historia que sigue en la Cóndor y acaba abruptamente en la sierra de Llaberia. Continuará (si hay suerte).
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