Los pilotos republicanos condenan el atentado contra la estela de un aviador enemigo caído
La asociación ADAR deplora el ataque a mazazos al monumento al suboficial de la Legión Cóndor Friedrich Windemuth, derribado a los mandos de su caza Me-109 por José Falcó en 1939 en Girona
Un acto insólito, paradójico y hermoso. Como el del as de caza alemán Franz Stigler al decidir no rematar al maltrecho bombardero B-17 de la fuerza aérea estadounidense que se encontró en el cielo un día de navidad de 1943, pero al revés. La delegación Catalana Norte-Balear de la Asociación de Aviadores de la República (ADAR) ha condenado hoy el atentado a mazazos contra la estela funeraria de un piloto caído durante la Guerra Civil. Lo sorprendente es que ese aviador, el ataque a cuyo monumento condena ADAR, no era uno de los suyos, sino un enemigo: un piloto de caza alemán de la Legión Cóndor, el Unterfeldwebel (sargento primero) Friedrich Windemuth, derribado a los mandos de su aparato Messerschmitt Bf-109 matrícula 6-98 por uno de los nombres mayores de la aviación republicana, el as José Falcó.
Windemuth, del Jadgruppe (grupo de caza) 88, era uno de los seis pilotos de la Cóndor que atacaron el campo de aviación republicano de Vilajuïga-Garriguella (Girona), donde se reagrupaba la Gloriosa tras la Batalla del Ebro, el 6 de febrero de 1939. Durante el letal ataque en vuelo rasante de los Me-109, Falcó logró despegar con un Polikarpov I-15 Chato y se enfrentó a los cazas enemigos, ametrallando y derribando a Windemuth (y posiblemente otro aeroplano), que se estrelló cerca del aeródromo después de que una bala le atravesará el corazón.
Los restos del piloto alemán fueron trasladados a su país, pero quedó una estela de granito en su memoria, con el nombre y la fecha y localidad de nacimiento del piloto (Leipzig, 27 de mayo de 1915), bajo una cruz de malta. El sencillo monumento, ahora vandalizado, se encuentra hoy al pie de un ciprés, junto a la carretera de Vilajuïga a Garriguella en dirección al norte, a la izquierda, tras haber pasado la carretera de Figueres a Llançà. Se da la circunstancia de que el propio Falcó (que logró un total 8 derribos en la contienda y falleció a los 97 años en Toulouse en 2014) acostumbraba a poner flores y cuidar de la estela cada vez que pasaba por allí, en una loable muestra de fair play y respeto a un enemigo caído que los atacantes del monumento se han pasado por el forro.
“El miércoles nos avisaron de que alguien había atacado la estela”, explica a EL PAÍS entre compungido e indignado el vicepresidente de la sección catalana de ADAR, Antoni Valldeperes, “esa estela que cuidaba Falcó y que algún descerebrado ha destruido probablemente sin tener ni idea de su historia y de su verdadero significado”.
Valldeperes, que recuerda que el monumento ya sufrió otro ataque vandálico en 2009, lo que molestó sobremanera a Falcó, especula con que el o los atacantes deben considerar que la estela es un homenaje a un fascista y, por lo tanto, objetivo legítimo. “Pero es un ataque a la memoria histórica y a la dignidad de los combatientes, y a la propia voluntad de respeto de un aviador republicano como Falcó. Condenamos totalmente ese acto injustificable”. El vicepresidente de ADAR subraya que no se puede considerar de ninguna manera la estela, que no cree que pueda ser reparada ya, como un monumento nazi o fascista. “Esto es otra cosa. No presenta ninguna simbología ofensiva ni glorifica al combatiente, no es una placa en una calle con el yugo y las flechas o el águila”. Valldeperes lamenta que el monolito no estuviera protegido, ni contextualizado y explicado. “Tenía mucho valor como herramienta patrimonial, histórica, pedagógica y turística en el espacio del antiguo aeródromo republicano”.
El viejo campo de aviación, que tenía un kilómetro de longitud por 500 metros de ancho, guarda muchos misterios aún por esclarecer. Como el del otro piloto alemán derribado aquel día con su Me-109, Hans Nirminger, posiblemente por el propio Falcó, y del que algunos testimonios explican que fue hallado agonizante y tan maltrecho en su aparato que no se pudo hacer nada y le dispararon como él pedía para acabar con su sufrimiento. En el combate fue derribado por los cazas alemanes un aparato republicano Grumman Delfín, un avión de asalto, que también había conseguido despegar.
Valldeperes, que reconoce que el tema de la estela es delicado y el matiz puede ser difícil de entender para alguien, reflexiona que en aviación, pese a que la guerra en el aire no fue menos cruenta que en tierra, aún había espacio para gestos humanos como el de Falcó al cuidar el monumento al enemigo que derribó y que le hubiera matado sin duda a él de haber podido. “De alguna manera era también un monumento a Falcó, a su gesto y a su manera de honrar al enemigo”. Valldeperes señala que el aviador republicano sentía una afinidad especial por el joven al que mató y que tenía prácticamente la misma edad que él aquel día de estrépito, coraje y muerte sobre el aeródromo.
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