Dos pilotos de papel combaten en los cielos de España
Un cómic sigue las aventuras paralelas de un miembro de la Legión Cóndor y un aviador republicano durante la Guerra Civil. La obra documenta la aviación de la época
“Ratatatat-tat-tat”, “¡Manuel!”, “Dios mío, Manuel muerto, la cola destrozada, ni rastro de la escolta, y esos malditos Heinkels van a volver para rematarme”. Así es: el piloto republicano ha visto como la cabeza de su artillero estallaba en un halo de sangre bajo el impacto de las balas de los cazas He-51 con emblemas de la aviación rebelde y su aeroplano, un Vickers Vildebeest quedaba convertido en un colador. En la segunda pasada lo abatirán y se convertirá en la primera victoria de un futuro as alemán, Dieter Von Moltke. Es uno de los episodios, dibujado con maestría técnica y emoción, de La sombra del cóndor, de Gerardo Balsa, un comic –publicado por la editorial Trilita (!)- que pone en viñetas con toda su intensidad y ajustándose rigurosamente a lo que de verdad fue, la historia de la guerra aérea en los cielos de España durante la Guerra Civil. Balsa, autor del guion y el dibujo, cuenta esa historia desde las aventuras en paralelo de dos jóvenes pilotos de ficción, el citado Von Moltke y el mecánico madrileño, ametrallador en un bombardero Potez 540 de la escuadrilla España de André Malraux y luego, tras su paso por la escuela de Kirovabad, aviador de caza de la República, Pedro Goya.
La sombra del cóndor está proyectada como una trilogía de la que acaba de aparecer el primer álbum, 1936, bajo un cielo español. Los dos siguientes se titularán De viento y de sangre y La caída de un sueño. En la primera entrega se relatan la llegada del aviador alemán a España como miembro de la Legión Cóndor y su ascenso a la categoría de as de caza, y la experiencia como miliciano de Pedro en la sierra de Guadarrama y su incorporación a la unidad de Malraux mientras acaricia su sueño de convertirse a su vez en piloto. Acaricia el joven también a su amante, Sofía Rigau, administrativa de la escuadrilla casada con un militar republicano arrestado por los fascistas y del que ignora su suerte. Dieter, el alemán, establece por su parte una relación con una prostituta sevillana, la Malagueña. Alrededor de los dos protagonistas el álbum describe el estallido de la guerra, la sublevación en Madrid y en Marruecos, siempre atendiendo especialmente a la participación de la aviación: el bombardeo del cuartel de la Montaña o el ametrallamiento de una unidad de requetés por la aviación leal, el vuelo del Dragon Rapide (Franco aparece en una viñeta), el paso de tropas de la Legión en los Ju-52 alemanes, el ataque a un aeródromo...
El primer álbum, caracterizado por la superioridad aérea de los sublevados apoyados por la Cóndor, se cierra con una mala sorpresa para el piloto alemán protagonista: la aparición de los rápidos bombarderos Tupolev SB-2 Katiuska y los maniobrables cazas Polikarpov I-15 Chato que han enviado los soviéticos a los republicanos. “Por supuesto, los franquistas volverán a tener superioridad pronto con los nuevos aviones que les entreguen los nazis y los italianos fascistas, sobre todo los cazas Messerschmitt Bf-109”, explica Balsa. El autor argentino (Rosario, 1973) afincado en Barcelona dibuja también la serie de guerra U-47 (Coeditum), protagonizada por el famoso submarino de Prien y que lleva ya 14 álbumes en la edición original francesa de Zephyr. “El de aviones es otro subgénero del bélico”, señala Balsa; “me gusta dibujar submarinos, pero más aviones, el submarino es una máquina fea y en cambio los aeroplanos, aparte de que te puedes entretener cantidad dibujándolos desde cualquier ángulo, son mucho más agradecidos, algunos son bellísimos”.
En todo caso, de la Guerra Civil dice que su favorito es el Chato, un avión que no considera precisamente bonito. “Es algo antiestético, pero tiene mucha personalidad. Hace años hablé con un piloto que había volado en ellos y recordaba su fiabilidad y su increíble capacidad de maniobra. Bonito de verdad es el Heinkel He- 51, muy años treinta; los diseñadores de aviones no era ajenos a la estética de la época, que se manifestaba tanto en los coches como en los aeroplanos”. En el primer tomo de la serie no aparecen aún los “elegantes”, como dice Balsa, Me-109, los VW Golf del cielo por parafrasear al Jim de El imperio del sol, que se convertirían en la espina dorsal de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial y marcaron la diferencia en la guerra española, ni los Ju-87 Stukas, de los que hubo apenas un puñado en España (aparecieron tres en la batalla de Teruel en 1938) y los alemanes no se los dejaban a los pilotos españoles. Tampoco están aún los Polikarpov I-16 Mosca, que a Balsa le gustan porque son “pura curva”. “La del primer álbum es la primera época de la contienda y los aviones que se ven en el cielo de España son todavía en gran parte modelos obsoletos o que pronto lo estarán. En la última plancha aparecen ya Katiuskas y Chatos, cuya llegada significa el apoyo de la URSS, el único decidido que tuvo la República, y el ascenso del poder del PC en el bando republicano”.
Del Me-109 dice que está “muy dibujado” pero que él ha tenido que plasmar versiones previas a los modelos más conocidos, como el de la Batalla de Inglaterra. Hablar de aviones en el cómic obliga a hacerlo de Romain Hugault, el dibujante de obras como El gran duque (con Yann de guionista). Así como la aviación de la Segunda Guerra Mundial está muy representada en el cómic (al igual que la primera), la de la Guerra Civil permanecía bastante inédita, aunque ahora mismo está también la estupenda serie Doble 7 (Norma), de Yann y Juillard, protagonizada por un piloto ruso y una miliciana anarquista.
De la presencia de desnudos femeninos en el álbum, Balsa dice que están plenamente justificados por la trama y que también salen desnudos ellos, los pilotos.
Dar prioridad a la guerra aérea no significa ni mucho menos que Balsa se desentienda de lo que pasa en tierra. “Todo lo que sucede arriba está condicionado por lo que pasa abajo. Y para reforzar la trama en tierra invento otras dos líneas argumentales representadas por un cabo de la Legión y un brigadista afroamericano. Aparte de que también están las dos mujeres de los protagonistas”. Sofía y la Malagueña no son la cuota femenina, recalca, sino personajes que van cobrando importancia y tienen sus propias agendas y secretos. De la presencia de desnudos femeninos en el álbum, un tema que le ha costado a Hugault, precisamente, alguna polémica, Balsa dice que están plenamente justificados por la trama y que también salen desnudos ellos, los pilotos.
En la primera entrega, el alemán Dieter es visto bajo una luz nada desfavorable. Se muestra caballeroso en combate y se enfrenta a un piloto de su escuadrilla que ha ametrallado a un aviador republicano derribado mientras descendía en paracaídas. No obstante, Balsa avanza que su carácter se irá enturbiando. En el próximo álbum (mediados del año que viene) le veremos participar como escolta de caza en el bombardeo de Gernika...
Los nazis tomaron buena nota
La publicación de la primera entrega de La sombra del cóndor coincide con la aparición de Franco and the Condor Legion, the spanish civil war in the air, de Michael Alpert (Bloomsbury, 2019), la primera monografía completa en inglés sobre el tema de la lucha aérea en nuestra guerra civil. Alpert, profesor emérito de historia moderna y contemporánea en la universidad de Westminster, Reino Unido, ha realizado una interesantísima síntesis cronológica sobre la contienda en el aire en la que repasa la situación de partida de las dos fuerzas aéreas, la de la República y la de los sublevados, y analiza los cambios que supusieron las ayudas de los nazis y fascistas a un bando y democracias occidentales (hay un interesantísimo capítulo sobre los aviones y pilotos británicos) y URSS al otro.
Alpert subraya que sin la aviación de los alemanes y los italianos, Franco no habría ganado la guerra. El historiador, que aporta numerosos datos, como el total de aparatos enviados por la URSS –648, entre ellos 144 Chatos y 276 Moscas, frente a 732 enviados por Alemania y más de 750 por Italia-, examina los distintos modelos de aviones, la forma de combatir, la participación de las dos aviaciones en los diferentes frentes y batallas, y subraya la importancia que tuvo la Guerra Civil en decisiones fundamentales que se tomaron luego en la Segunda Guerra Mundial.
También habla de los pilotos, los famosos como Andrés García Lacalle, Joaquín García Morato, o los ases alemanes Werner Mölders y Wilhelm Balthasar, que lucía como talismán un pañuelo rojo arrebatado a un piloto republicano muerto -¡un buen detalle para las viñetas de Balsa!- , y los más exóticos, como el medio japonés Chang Selles o el estadounidense Albert Baumler, que acabaría volando con los famosos Tigres Voladores en Birmania. Muchas de las cosas que explica Alpert encuentran, significativamente, traducción visual y narrativa en el cómic de Gerardo Balsa, como la historia de la Escuadrilla Malraux o la sorpresa de los franquistas y los alemanes de la Cóndor al toparse en octubre del 36 con los primeros bombarderos rápidos soviéticos SB Katiuska.
El historiador concluye que de las fuerzas extranjeras, los alemanes fueron los únicos que extrajeron experiencia y lecciones valiosas de la guerra. Los soviéticos no tomaron nota de que sus cazas habían quedado obsoletos y tardaron en desarrollar los nuevos, con consecuencias funestas en 1941.
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