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Tequila: el grupo que colmó de colores España y se deshizo en azufre

Un documental rescata la historia de la banda que protagonizó el primer fenómeno fan del rock español, llenó de confeti la Transición y se desintegró en atmósferas peligrosas

Tequila, a finales de los setenta. Desde la izquierda, Felipe Lipe (bajo), Manolo Iglesias (agachado, batería), Ariel Rot (guitarra), Julián Infante (guitarra) y Alejo Stivel (voz).
Tequila, a finales de los setenta. Desde la izquierda, Felipe Lipe (bajo), Manolo Iglesias (agachado, batería), Ariel Rot (guitarra), Julián Infante (guitarra) y Alejo Stivel (voz).
Carlos Marcos

Cuando se acabó Tequila, en 1983, los cinco miembros del grupo tenían una media de 24 años, estaban enganchados a la heroína y su cuenta bancaria se encontraba vacía. Años más tarde morirían de sida dos de ellos. Tequila quemó el tiempo. Un periodo corto, cinco años, en el que protagonizó el primer fenómeno fan del rock and roll en España. La imagen y la música de Tequila eran una explosión de vitalidad, colores, felicidad y confeti; los últimos años de su carrera, sin embargo, vivieron en un ambiente de azufre y temeridad. Un documental con el título Tequila. Sexo, drogas y rock and roll, dirigido por Álvaro Longoria (estreno el día 24) reconstruye ahora su carrera.

Cuenta Alejo Stivel (Buenos Aires, Argentina, 63 años) que dejó la heroína de golpe y nunca recayó. Un día se miró al espejo, vio sus ojos dilatados y su rostro chupado y tomó la decisión. Consumía a diario. “Lo hice solo, sin tratamientos. Tengo una gran fuerza de voluntad. Y me agarré a los valores que me transmitieron mis padres”. Desde entonces, hace más de tres décadas, ni siquiera prueba el alcohol. En su casa madrileña guarda un buen surtido de bebidas con graduación “para las visitas”, pero él a lo único a lo que está enganchado es a la kombucha. “¿Ves esos baúles que hay ahí?”, y señala unos arcones de generosas dimensiones. “Eran de mi abuela y con ellos nos vinimos a España desde Argentina mi madre y yo en 1976. Los trajimos llenos de libros y discos”. Quince días antes de ese viaje en barco, grupos vinculados a los golpistas argentinos habían asesinado al marido de su madre, periodista y militante izquierdista.

Tequila actuando en el Parque de Atracciones de Madrid, en marzo de 1980.
Tequila actuando en el Parque de Atracciones de Madrid, en marzo de 1980.EFE

Stivel y Ariel Rot (Buenos Aires, Argentina, 62 años) eran dos adolescentes de familias intelectuales y progresistas. A mediados de los setenta, un golpe de Estado provocó que muchos argentinos con ahorros abandonaran su país. “Éramos la primera camada de gente de fuera que venía a Madrid, recién muerto Franco. Y nos juntamos con tres chicos muy de barrio, tipos con carisma, especiales, que manejaban la calle con mucha soltura. Eso provocó una mezcla contundente: Tequila”, recuerda Rot en un hotel de Madrid. Alejo (cantante) y Ariel (guitarra) quedaron fascinados después de ver en Buenos Aires el documental de los Rolling Stones Gimme Shelter, y desde entonces solo tenían un objetivo: ser estrellas del rock. Los españoles de Tequila se llamaban Julián Infante (guitarra), Felipe Lipe (bajo) y Manolo Iglesias (batería).

Tequila fue una banda especial por lo que representó y por el momento en el que surgió. Realizó una labor social en una España, la de mediados de los setenta, inocente y anticuada. Su música incitaba al orgasmo colectivo. Cayeron en un país acartonado donde primaban los abrigos loden y los colores neutros. Mientras que ellos vestían con ropa de raso amarilla y fulares rosas. Rock and roll en la plaza del pueblo, Necesito un trago o Desabrochando, canciones de su primer disco (Matrícula de honor, 1978), hablaban de descorchar el recipiente de las hormonas, de beber, de bailar, de practicar sexo. Eran chicos descarados que no pedían permiso para pasar. Olían a libertad, promovían la desfachatez. Y todo el mundo lo entendía porque lo cantaban en castellano. Muchos adolescentes españoles conocieron antes a Tequila que a los ídolos de estos, los Rolling Stones. “Creo que gracias a nuestro éxito las discográficas se animaron a contratar a otras bandas. Eso fue importante para el rock en español”, señala por teléfono Felipe Lipe (Madrid, 64 años), el otro miembro vivo del quinteto. Manolo Iglesias falleció en 1994, con 38 años, y Julián Infante en 2000, con 43. “Tocábamos muy bien a pesar de lo jóvenes que éramos. Ensayábamos todo el rato, ocho horas al día, cinco días por semana. Yo llevaba tocando la guitarra desde los 10 años, con Claudio Gabis de profesor, un gran músico argentino de blues”, relata Ariel.

Se instalaron en un local de ensayo situado en un descampado de la zona de Arturo Soria, norte de Madrid. “A mí me tiraba mucho todo el mundo barrial, el tema de delincuentes como El Vaquilla. El ambiente de esa zona era muy quinqui y muchos querían parecerse a nosotros, ser rockeros. Eran fans y amigos. Pasaban cosas muy potentes, como atracos a farmacias, enfrentamientos duros con la policía... Muchos de aquellos chavales murieron por sobredosis”, explica Rot. El segundo disco, Rock and roll (1979), vendió el doble que el primero, con éxitos como Me vuelvo loco o Quiero besarte. Funcionó la estrategia de la discográfica de venderlos como un grupo para chicas adolescentes. Ellos se dejaron llevar. “La compañía de discos tenía una visión cateta del negocio. Estaban obsesionados por crear la Tequilamanía. Por ejemplo, si había 5.000 personas en un concierto nuestro, solo 200 eran chicas con pancartas. Pero los de la discográfica sacaban la foto de las chicas y luego la mandaban a los medios o la utilizan para carteles promocionales. Esas 200 fueron creciendo y creciendo y los rockeros se fueron achicando”, explica Rot. Era la época en la que la revista Súper Pop vendía miles de ejemplares y el programa musical Aplauso sumaba millones en audiencia. Ellos eran asiduos de estos espacios.

Hoy, Stivel se responsabiliza de la excesiva exposición mediática: “Saturamos el mercado. No supimos dosificarnos. Yo era un poco insaciable en ese sentido. Decía: más promoción. Porque funcionaba y vendíamos. Tenía el miedo de: no sé cuánto va a durar, vamos a aprovechar. Y nos quemamos”. Ariel subraya: “Hicimos demasiadas cosas que nos quitaron credibilidad y dieron lugar al prejuicio extramusical. No éramos muy escrupulosos. Realizábamos entrevistas y sesiones de fotos para cualquier medio: revistas de adolescentes, programas de variedades… Deberíamos haber sido más selectivos”. Todavía unos críos, se vieron metidos en un mundo de adultos. “Nos robaron mucho dinero: compañías de discos, managers… Éramos delfines en un mar de tiburones. Nos comieron”, afirma el bajista.

Ariel Rot y Alejo Stivel, del grupo Tequila, fotografiados en Madrid.Foto: Inma Flores | Vídeo: EPV

Surgió un problema que Felipe Lipe califica como fundamental para las tensiones que desencadenarían el final de la banda: Ariel y Alejo se negaron a facturar los temas entre todos, alegando que ellos eran los compositores. “Las canciones las trabajábamos todos en el local. Era un trabajo en equipo. Estaba claro que unos aportaban más que otros, pero yo aportaba más o menos un 10%. Pero ellos dijeron que no. Y o tragabas o te ibas del grupo”, apunta Lipe. Stivel no está de acuerdo: “Lo que dice Felipe es una absoluta patraña. Simplemente es mentira que él haya compuesto canciones en Tequila. Está acusándome de quedarme con su propiedad intelectual. Por lo visto quiso entender un acto de generosidad en un momento de euforia y romanticismo de repartir los derechos autorales de las canciones del primer disco como una obligación por mi parte o un derecho por su parte”. Fue también cuando entraron las drogas duras. Según el bajista, fue Stivel el que “un día llevó una papelina de heroína al local”. Alejo no se acuerda hoy, pero no lo descarta.

Julián Infante, Alejo Stivel, Ariel Rot y Felipe Lipe (detrás) en los primeros tiempos del grupo. La imagen es del documental 'Tequila. Sexo, drogas y rock and roll'.
Julián Infante, Alejo Stivel, Ariel Rot y Felipe Lipe (detrás) en los primeros tiempos del grupo. La imagen es del documental 'Tequila. Sexo, drogas y rock and roll'.

Realizaban cien conciertos por año y ganaban dinero. “Pero nos lo gastábamos todo. Y tampoco ganamos tanto como para comprarnos casas. Las estructuras de la industria musical no estaban como ahora. Cuando ganó el PSOE, en 1982, sus ayuntamientos empezaron a contratar a grupos y ahí subieron mucho los cachés, pero nosotros ya nos habíamos separado. Si nuestro caché era, en equivalente a euros, unos 20.000, un año más tarde era de 100.000. Cualquier grupito un año después de nuestra separación ganó más que nosotros, que éramos número uno en ventas”.

Algunas letras comenzaron a oscurecerse al final de su carrera: mantenían un repertorio juvenil, pero surgieron Es solo un día más, Dónde está mi brújula o Estoy en la luna, temas que hablan de “miradas perdidas” y de “no tener futuro ni porvenir”. “La cosa fuerte con la droga empezó en el último año. Todo se descontroló y fue uno de los motivos de la separación. Manolo y Felipe estaban muy afectados”, afirma Rot. Hubo un concierto, en Barcelona, a finales de 1981, de entrada gratuita. Estaba organizado por el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña). Uno de los grupos que actuaba era Ian Dury and the Blockheads. El recinto se llenó de punkis y rockeros, muy fieros en aquella época. EL PAÍS publicó la crónica de aquel festival. “Tequila no pudo llevar a cabo la actuación debido a la actitud hostil que mostró parte del público. Tuvieron que abandonar el escenario en medio de una lluvia de piedras y latas de bebidas vacías lanzadas por los espectadores, quienes reclamaban así la presencia de lan Dury y del rock fuerte”. Los rockeros trataban a Tequila como un fenómeno adolescente. “Aquel concierto fue un horror. Me afectó mucho”, asume Rot. La Movida, el heavy metal (Barón Rojo y Obús publicaron sus primeros discos en 1981) y el punk (La Polla Records y Eskorbuto ya habían nacido): tres movimientos que pasaron, juntos, por encima de Tequila.

Imagen de la sesión de fotos del segundo disco del grupo, 'Rock and roll' (1979).
Imagen de la sesión de fotos del segundo disco del grupo, 'Rock and roll' (1979).

También surgieron discrepancias musicales. Mientras Stivel quería seguir una línea festiva y stoniana, Rot se inclinaba por algo más oscuro. “Nos independizamos de nosotros mismos”, refleja Rot. Era 1982. El batería apenas se presentaba a los ensayos; el bajista se marchó a finales de ese año. “Habían bajado las actuaciones. Antes no importa mucho, porque había muchas. Pero cuando comienzan a caer los conciertos no me llegaba dinero y ellos seguían cobrando los derechos de autor. Además, estaba también tomando heroína. Me encerré en mí mismo y me marché”, cuenta Lipe. Seis meses después, ya en 1983, Rot comunicó que abandonaba la banda. La noticia fue acogida con indiferencia. A los que quedaban les pareció bien.

Dejaron cuatro discos y mucho más que el frenético Salta!!! Ya en un primer disco repleto de rocanroles incluyeron temas latinos (Vacaciones en Copacabana), piezas de aire psicodélico (Abre el día) o instrumentales progresivos (Israel). Cuando llegó la Nueva ola asimilaron a Elvis Costello, Joe Jackson e incluso The Clash. Solo hay que escuchar temas como Y yo qué sé, Me voy de casa o Qué pasa conmigo.

Pero en 1983, aquella banda que había inundado de luminosidad cinco años antes una España sombría se encontraba deshecha física y mentalmente. Algunos pasaron el mono como pudieron, otros volvieron a casa de sus padres. Rot: “La única forma de superar aquello fue regresar a Buenos Aires, donde ya había democracia y mucha ebullición”. El guitarrista no volvería a España hasta cuatro años después, en 1990, junto con Andrés Calamaro para montar Los Rodríguez. El exTequila Julián Infante también se sumó al grupo. Stivel viajó seis meses visitando amigos y luego recaló en Madrid para vivir lo que él define como sus “dark years” (años oscuros). “Tres años sin hacer nada. Durmiendo por la mañana y saliendo todas las noches”. Hasta que decidió pasarse a la kombucha. Montó un estudio de grabación e hizo carrera como productor de mucho éxito: se encargó de los primeros discos de La Oreja de Van Gogh y El Canto del Loco; 19 días y 500 noches, de Sabina; Usar y tirar, de M-Clan…

Uno de los conciertos de regreso de Tequila en 2019, en la Plaza Mayor de Madrid.
Uno de los conciertos de regreso de Tequila en 2019, en la Plaza Mayor de Madrid. Kike Para

Felipe Lipe trabajó de bajista en varias bandas, luego como regidor en el teatro… Hasta que decidió ingresar en la asociación Proyecto Hombre y luchar contra su adicción a la heroína. La superó en un programa de 24 meses y luego se quedó 22 años trabajando como psicoterapeuta con drogodependientes. Ganó la batalla a la heroína; sigue luchando contra la del alcohol. “Llevo dos años sin beber. Tengo a mi hijo [de 31 años] y a mi pareja que me quieren y yo los adoro. Ahora vivo feliz”, dice con entusiasmo. Ha recuperado recientemente la amistad con Ariel al contactar para participar en el documental (“hemos tenido conversaciones muy cariñosas y se ha portado muy bien conmigo; ya tenemos una edad, nos quedamos con lo bueno”) y a Alejo espera verlo pronto.

Alejo y Ariel estuvieron seis años sin hablarse después del fin de Tequila. “Fue una pelea doméstica que ni nos acordamos del motivo. En realidad, nos distanciamos, nos hartamos un poco el uno del otro”, asume el cantante. En 2008 los dos retomaron Tequila sin la participación de Felipe Lipe, que se salió del proyecto “porque no le convencían las condiciones”. En 2021 ofrecieron el último concierto de Tequila en el WiZink Center de Madrid.

Pero la carrera del grupo ya se había cerrado en 1983 con un epitafio que ofrece Ariel: “Es una historia agridulce, pero podía haber sido peor…”.

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Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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