‘13 exorcismos’: ¿de verdad es necesario esto?
El nuevo intento de actualizar el género de las películas de posesiones se queda bajo mínimos y solo destaca la joven actriz María Romanillos
13 exorcismos viene avalada por el equipo de Malasaña 32 (2020), una película que tenía destellos de originalidad, pero que desaprovechaba su potencial: la llegada de una familia de pueblo a Madrid en plenos años setenta se tornaba en una historia de terror sobrenatural a lo Poltergeist en la que se convocaban los traumas de una sociedad disfuncional, incapaz de gestionar sus miedos.
Según nos aclara el arranque, en España existen 15 sacerdotes autorizados para practicar exorcismos, que solo se pueden ejecutar con una autorización del Vaticano. La película está inspirada, añaden, en la documentación extraída y las declaraciones de los implicados en el último caso ocurrido en España. Aunque no se especifica, se trata de un ritual autorizado por el Arzobispado de Burgos entre 2013 y 2014, cuando la “poseída”, que se acabó suicidando años después, era una menor.
Pese a ese apunte inicial, 13 exorcismos apenas ahonda en sus posibilidades más realistas para ofrecer una ficción escorada a lo fantástico, mal construida y que aporta más bien poco al género. Ni siquiera el miedo más elemental. Rodada en Ourense, su ambientación de un hogar de la clase media y vajilla Duralex chupa rueda de Verónica, la película de Paco Plaza sobre el llamado “expediente Vallecas”.
Aunque hay donde elegir, la secuencia que desata la posesión es de las peores. Un grupo de amigos se reúne en un piso antiguo y abandonado durante la noche de Halloween. Allí, recuerdan un suceso violento que ocurrió en el pasado mientras deciden hacer espiritismo. Una de ellas, hija de una familia ultracatólica dominada por una madre posesiva y fanática, tendrá una experiencia diferente al resto. Por desgracia, en esta secuencia, como en gran parte de la película, todo parece una baratija de Halloween. Una broma inverosímil.
En su deficiente orquestación (ambientación, música y diálogos) resulta llamativa la dirección de actores, en la que cada uno de los intérpretes parece estar en una película diferente. Solo la actriz principal, María Romanillos, ofrece algo de verdad en su retrato de una adolescente acosada por su entorno escolar y por los temores al sexo y la vida de su estricta familia. Un núcleo representado por meras caricaturas: la madre, cuyo fundamentalismo religioso remite a esa España negra de la que parece querer hablar la película sin lograrlo; la profesora y su némesis, la psicóloga; el padre pusilánime o ese cura que interpreta sin mucha convicción José Sacristán, cuya presencia parece querer repetir la fórmula de Concha Velasco en Malasaña 32.
13 exorcismos, cuyo título hace referencia al número de rituales al que sometieron a la cría, no se ahorra ningún cliché, incluido un “¿Me buscabas, cura?”, en boca de la poseída, que parece una parodia del clásico de William Friedkin. Un despropósito que queda perfectamente definido con una frase del padre de la poseída quien, ante el espanto que ve bajo su techo, exclama lo que el espectador está deseando gritar: “¿¡De verdad es necesario esto!?”.
13 EXORCISMOS
Dirección: Jacobo Martínez.
Intérpretes: María Romanillos, Ruth Díaz, Urko Olazabal, José Sacristán, Pablo Revuelta, Cristina Castaño.
Género: terror. España, 2022.
Duración: 103 minutos.
Estreno: 4 de noviembre.
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