‘Atenea’: Romain Gavras filma la chispa de una hipotética guerra civil en Francia
La muy ambiciosa apuesta del cineasta, hijo de Costa-Gavras, se desarrolla apelando a la necesidad de justicia y dictando su imposibilidad por culpa de la podredumbre del sistema
Un prodigioso plano secuencia de 12 minutos abre una película incendiaria sobre la chispa de la revolución francesa. No la de 1789, sino otra, quizá por llegar, que igual puede ser revolución que convertirse en guerra civil. La muy ambiciosa apuesta de Romain Gavras, hijo de Costa-Gavras, en Atenea se desarrolla, en el fondo, apelando a la necesidad de justicia y, al mismo tiempo, dictando su imposibilidad por culpa de la podredumbre del sistema y el acoso de la ultraderecha. Mientras, en la forma, el plano secuencia es su sello de estilo, con una coreografía de la violencia en un barrio marginal francés, que acompaña a sus personajes protagonistas con agilidad, elegancia, espectacularidad y criterio. Quizá con tanta brillantez que, en algunos momentos, acaba sepultando un tanto el relato, siempre por debajo de la visualización.
A Gavras, en su tercer trabajo como director, lo acompaña en el guion y en la producción Ladj Ly, autor de Los miserables, premio del jurado en el festival de Cannes de 2019, y centrada, como Atenea, en los conflictos sociales en las banlieues, e inspirada, claro, en la obra de Victor Hugo. Y se nota su presencia, en una historia con poso de tragedia griega, de enfrentamiento entre hermanos musulmanes, uno de ellos, cabecilla de la violenta protesta, otro, enrolado en el ejército, y un tercero, el mayor, que hace tiempo que donde manda es en el narcotráfico. Todos ellos criados en estos guetos de la inmigración. Franceses de segunda o tercera generación rotos por la xenofobia, el abandono y la furia. El cuarto hermano, el más pequeño, de apenas 13 años, es el muerto que enciende la mecha. Ha fallecido tras una paliza que se hace viral y perpetrada no se sabe si por la policía o por grupos de ultraderecha. Así está Francia, nos dicen Gavras y Ly.
Pese a todo, es Atenea una película más física que política. En la que destacan las sensaciones más que las reflexiones, aunque las haya. Una experiencia que roza lo inmersivo por el uso de la expresiva puesta en escena, los movimientos de masas alrededor de la cámara y las revueltas de sus personajes protagonistas, que vienen y van, conformando una asombrosa danza de la muerte, el puño y la destrucción, mientras luchan contra los antidisturbios con una férrea credibilidad de combate y odio. Una producción de Netflix, que la estrena hoy en exclusiva a través de su plataforma tras presentarse en la sección oficial del reciente festival de Venecia, que solo se enturbia un tanto por la excesiva belleza de una de las secuencias: una batalla campal en un espacio abierto frente a las descascarilladas torres de los suburbios, en la que los disparos y los cócteles molotov se convierten en coloristas fuegos de artificio, con música grandilocuente de fondo y los antidisturbios con sus escudos dibujando una formación a la romana. El esteticismo está ahí, a un milímetro de distancia.
Desde el otro lado, desde el sistema y, sobre todo, desde la anhelante ultraderecha, ávida de situaciones como esta para propagar sus amonestaciones y sus soluciones, su discurso es otro bien distinto: “Esos lugares están gobernados por camellos o por integristas. A veces, por ambos”. Los miserables de Hugo. Los miserables de Ly. Los miserables de Gavras. Que ondean su bandera tricolor, como la libertad guiando al pueblo en el cuadro de Delacroix, aunque esta vez, en una imagen paradigmática —esta sí, la más potente de la película—, montados en un furgón policial recién robado, con las puertas abiertas, sacando los cuerpos al exterior, disparando al viento y ataviados con los cascos oficiales. La última debacle social, la nueva revolución francesa.
ATENEA
Dirección: Romain Gavras.
Intérpretes: Dali Benssalah, Sami Slimane, Anthony Bajon, Alexis Manenti.
Género: drama. Francia, 2022.
Duración: 99 minutos.
Plataforma: Netflix.
Estreno: 23 de septiembre.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.