Pintor de Chicago, mecenas de Lepe
Enrique Romero Santana, exponente nacional del realismo pictórico, regresa de Estados Unidos a su ciudad natal para crear un “centro de peregrinación” de artes plásticas en el sur de España
El pintor Enrique Romero Santana (Lepe, 75 años) recuerda a ese sabio que no cambia París por su aldea al que canta Joaquín Sabina. La gran metrópoli en este caso es Chicago, tercera ciudad más poblada de Estados Unidos, donde Santana ha desarrollado una actividad pictórica que durante tres décadas lo ha colocado como uno de los principales exponentes del realismo en la escena plástica española. Y su aldea, con permiso de este municipio de 28.000 habitantes, es Lepe, localidad costera de la provincia de Huelva de gran prosperidad gracias al cultivo de la fresa, el turismo diseminado por sus 24 kilómetros de playas atlánticas y la pesca, pero donde jamás se había abierto una galería de arte.
Si su dilatada estancia en Chicago se refleja en una colección de pinturas de belleza geométrica en los que se suceden arquitecturas industriales, rascacielos colosales y sobrecogedores paisajes de hormigón; de Lepe, por contraste, ha trasladado a su paleta poéticas y poderosas marinas o playas en sus diferentes tránsitos de luz, plasmadas en imponentes cuadros de gran formato, que también definen su obra. Y así va a seguir siendo a partir de ahora, porque Santana, según reconoce él mismo, solo pinta lo que le rodea.
Y en este momento, el entorno inspirador vuelve a ser Lepe, de donde partió con 14 años y a donde ha regresado en 2020, “empujado por la pandemia”. Junto a su pareja, el publicista norteamericano John Holland, ha ido dando pasos en ese viaje de vuelta sin retorno hasta establecerse definitivamente en su ciudad natal. Primero con una escala en Madrid de dos años, más tarde en la playa de La Antilla como refugio en tiempos de confinamiento, y desde este verano, en el centro histórico de Lepe, donde la pareja ha levantado, con su patrimonio personal y un músculo emocional, económico y profesional de carácter estrictamente privado, la galería John Holland, un proyecto sin ánimo de lucro “que viene a suplir una obligación pública: Lepe es una potencia económica y social, pero jamás ha tenido una casa de la Cultura”, reflexiona Santana.
Enrique y John reciben a EL PAÍS en la remozada casa señorial con la que pretenden subsanar esta anomalía cultural en la costa de Huelva. Por sus cristaleras policromadas entra una luz que envuelve el ambiente de una atmósfera conventual, un intimismo que tiene algo de patio andaluz y también de minimalista galería de arte norteamericana. El edificio es un bello ejemplo de obra civil de la primera década del siglo XX y ha abierto sus puertas en agosto como “una perfecta envoltura para el proyecto”, confiesa el pintor. La iniciativa es ambiciosa: cuenta con la alianza de algunas de las galerías más importantes de Madrid y pretende convertirse en un revulsivo para ese paisaje de mar e invernaderos, un “lugar de peregrinación” para todos aquellos que crean en la cultura y el arte como motor de desarrollo: “Desde Lepe para el resto del mundo”, sueña Santana.
Aun así, “la galería John Holland es solo una parte del proyecto que tenemos en mente dentro de la Asociación Cultural Pintor Santana, que queremos que cumpla una función didáctica y pedagógica en un entorno muy necesitado de formación en las artes plásticas”, confirma el pintor onubense, que pasea junto a Holland por la casa palacio evocando su pasión por la arquitectura y los espacios cargados de simbología. El artista, que vivió en el famoso suburbio de Chicago, Oak Park, al lado de la casa del escritor Ernest Hemingway y que ha retratado los edificios más célebres de Mies van der Rohe en la ciudad estadounidense, transita con la misma emoción por el interior de la conocida como casa de la notaria de Lepe. “Es el único ejemplo de art noveau en la provincia”, aclara el artista.
La muestra colectiva Realismos, comisariada por la casa de subastas y galería Ansorena de Madrid, abrió el programa del nuevo centro en agosto. “Nuestra intención es trabajar cada dos meses con una galería diferente de Madrid y que ellos mismos sean los comisarios de las exposiciones. Hemos comenzado con la pintura realista, en un viaje que se inicia aquí pero que tendrá parada en otros movimientos hasta llegar a la abstracción”, precisa Holland, que no oculta su entusiasmo. “Podemos hacer muchas cosas divertidas”.
Entre ellas, hay un proyecto de intercambio con el Art Institute de Chicago para llevar a Lepe a artistas becados durante el verano “y que aprendan a pintar el mar”, explica Holland; o el programa para jóvenes chefs internacionales que mariden arte y gastronomía. De momento, el siguiente paso será la exposición ya programada para el otoño en colaboración con la galería My name’s Lolita Art, también establecida en la capital de España, sobre el surrealismo “o pintores de realismo mágico”, como le gusta decir a Santana.
Igualmente, la obra del onubense será una constante en la galería, como la serie completa Tránsito de la luz, realizada en 2004 y expuesta en el convento de Santa Inés de Sevilla bajo el comisariado de Fernando Castro Flórez, que nunca quiso vender; o los últimos cuadros pintados en Chicago. “Como soy un artista de cercanía, quién sabe si ahora me dedicaré a pintar las azoteas de Lepe”, augura desde el mirador de la casa de la notaria, mientras otea un pueblo adormecido que comienza a despertar al arte.
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