Fumata blanca: ya se sabe lo que es un museo del siglo XXI
El Consejo Internacional de Museos (ICOM) aprueba en su 26ª Conferencia General en Praga una definición después de años de crisis de identidad y controversias
Hubo fumata blanca y la comunidad museística internacional respiró tranquila: ya está claro lo que es un museo. La mayoría de las personas que han ido a un museo saben lo que es, pero definirlo no es tan fácil. En eso ha estado embarcado el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) en los últimos años, no sin polémicas y disputas: la definición propuesta en la conferencia general de la organización en Kioto de 2019 no fue aprobada. El pasado miércoles en Praga, en la 26ª conferencia general, la historia fue diferente: un 92% de los votantes estuvieron a favor del nuevo texto. “Es una mayoría abrumadora: ¡casi unanimidad!”, exclamaba orgulloso tras la votación el presidente saliente del ICOM, Alberto Garlandini.
El orgullo no es para menos: los museos estaban viviendo una larga crisis de identidad. La definición de museo vigente hasta esta semana se mantenía desde los años 70, cuando se enunció por primera vez, y en diferentes conferencias del ICOM se habían limitado a renovarla, sin demasiadas alteraciones. La última vez fue en Viena, en 2007. Si algo funciona, mejor dejarlo como está. Pero bien entrado el siglo XXI, en 2015, se hizo evidente que el mundo estaba cambiando a marchas forzadas y la longeva definición se estaba quedando anquilosada. Así que el ICOM se propuso actualizarla y, tras un complejo proceso, se llegó con un nuevo texto a la anterior conferencia general, en Kioto. Cuando llegó la hora de votar, un 70% de los miembros pensaron que era mejor posponer la aprobación de una definición que no acababa de convencer a buena parte de los miembros. La entonces presidenta, la turca Suay Aksoy, presentó poco después su renuncia al cargo. ¿Qué había pasado?
Uno de los principales problemas se refería a lo que algunos miembros consideraron como un contenido demasiado político. La definición decía que los museos eran espacios “democratizadores, inclusivos y polifónicos”. También que su propósito era “contribuir a la dignidad humana y a la justicia social, a la igualdad mundial y al bienestar planetario”. Miembros de la rama francesa de ICOM criticaron entonces que era una “afirmación de los valores de moda” o un “manifiesto ideológico”.
El descontento se extendió y la propuesta no salió adelante: la pelota se lanzaba a la próxima conferencia, la que ha tenido lugar esta semana en Praga. Habían operado tensiones habituales entre progresismo y conservadurismo, entre centro y periferia... las diferentes cosmovisiones que se dan en muchos otros ámbitos de la sociedad, porque la comunidad museística también es un reflejo de esta. El representante keniano, George Abungu, señaló que los museos africanos habían apoyado ampliamente aquella propuesta, y declaró a The New York Times que la definición rechazada “no era conveniente para los occidentales que quieren seguir viviendo como en el pasado, en el siglo XIX”.
Un intento más
Durante los últimos 18 meses se ha desarrollado un intrincado proceso de varias consultas a 124 comités nacionales de todo el orbe, numerosos debates y borradores y el arduo trabajo de un comité internacional que tuvo que ser operativo con una pandemia de por medio, y que acudió a la cita con un nuevo texto, algo más aséptico y menos comprometido con lo social. También visiblemente más corto.
Son 71 palabras en español, y dice así: “Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos”.
Se introducen 13 conceptos nuevos, entre los que se encuentra la participación, diversidad, sostenibilidad y accesibilidad. “En 2019 se generó la imagen de que estábamos divididos, pero no creo que sea así: simplemente somos diversos, tenemos diferentes puntos de vista y cada uno quiere ser escuchado”, dice el brasileño Bruno Brulon, presidente junto a la costarricense Lauran Bonilla-Merchav del comité ICOM Define, que coordinó la tarea definitoria juntando a 20 expertos de todas las culturas y latitudes.
En este sentido, se ha tratado de que las palabras sean lo suficientemente flexibles, tanto que cada uno pueda encontrar una interpretación a su medida. Por ejemplo, la palabra accesibilidad en algunos lugares puede significar que un museo tenga rampas y ascensores, pero en algunos países de África puede significar que el patrimonio esté al alcance del público, en manos del Estado, y no en manos de los señores de la guerra regionales. Las palabras coleccionar o interpretar pueden implicar también que los museos no sean neutrales, porque esas acciones implican tomar una postura, un determinado punto de vista ante la realidad.
“La vieja definición de los años 70 estaba demasiado centrada en lo material, en las colecciones y las exposiciones, en los muros y las cosas que se guardan dentro. Esta es más dinámica: el museo tiene que ser algo más que el lugar donde se guardan las colecciones”, explica Bonilla-Merchav. Los museos tienen que ponerse al servicio de la sociedad y tratar de hacer el mundo un lugar mejor.
La vieja definición estaba demasiado centrada en lo material, en los muros y las cosas que se guardan dentro. Esta es más dinámica: el museo tiene que ser algo más que el lugar donde se guardan las coleccionesLauran Bonilla-Merchav, copresidente de ICOM Define
“Algunos museos han considerado que esta definición no es suficientemente progresista, pero nosotros somos una organización global y representamos un amplio espectro de sensibilidades”, explica Bonilla-Merchav. Un texto lleno de matices que trata de recoger el máximo de aspectos sin desagradar a nadie. Un texto que, más que prescribir cómo debe de ser un museo, trata de describir la más amplia horquilla de museos realmente existentes. “Es una definición menos progresista, pero teníamos que encontrar un terreno común para todos”, dijo en la conferencia la coreana Inkye Chang, una de las miembros de ICOM Define, “esta nueva definición se puede interpretar de manera diferente y cada cual puede realizar tareas progresistas en su museo, porque la definición no lo impide”.
La keniana Muthoni Thangwa, otra de las artífices, ahondó en esa idea. “A mí me hubiera gustado que estuviera la palabra ‘decolonización’, porque es lo que está pasando en los museos africanos, que se dijera algo de la repatriación”, en referencia a la cantidad de objetos expoliados que algunas antiguas metrópolis están devolviendo a los museos de las antiguas colonias. “Pero, aunque eso no se refleje en la definición, son procesos que ya están en curso y que, guste o no, se están haciendo realidad”, añade Thangwa. Una vez obtenida la definición en las tres lenguas principales, inglés, español y francés, queda otra tarea: la de adaptarla exitosamente al idioma de cada país. ICOM, creada en 1946, tiene alrededor de 45.000 miembros, entre profesionales e instituciones, en 114 países y territorios.
La utilidad de una definición de museo
¿Por qué es importante la definición de museo? No es una mera cuestión filosófica fruto de una discusión bizantina entre expertos: tiene consecuencias prácticas. Por un lado, influye internamente en la organización: dice quién puede ser miembro, cuál es la identidad de ICOM. Pero también cobra importancia externamente; por ejemplo, esta definición es la adoptada por la Unesco y muchos gobiernos del mundo la incluyen en su legislación. Así distinguen lo que es un museo de lo que no lo es, con todas las consecuencias que eso puede tener a la hora de obtener ayudas, estatus, normativa, reconocimiento o determinada fiscalidad. “Esta definición puede que no sea perfecta, pero es un gran paso adelante, un territorio común para todos los museos, y permite que seamos mejor escuchados el mundo”, insiste el presidente saliente Garlandini.
Babelia
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