Los museos españoles se vuelcan en el público virtual para completar su recuperación tras la pandemia
La celebración del Día Internacional de los Museos viene marcada por la falta de personal en los centros estatales y por la búsqueda de nuevas audiencias, la digitalización y la sostenibilidad
El Día Internacional de los Museos, que se conmemora cada 18 de mayo, viene marcado este año por la drástica caída de visitas que provocó la pandemia, cuando todavía no se habían recuperado del largo recorte presupuestario impuesto desde la crisis 2008. También resuenan los cierres de algunas salas por la falta de personal que se ha registrado en las últimas semanas en algunos museos estatales (por ejemplo, en el del Romanticismo y el Sorolla, ambos en Madrid, o en el de Cerámica, en Valencia). Frente a estos problemas, los centros enarbolan en su día grande este lema: “El poder de los museos”. La digitalización es uno de los tres ejes en torno a los cuales se articula la celebración de este año. Los otros son la sostenibilidad, tratando de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y el enfoque en el público, no solo en los objetos expuestos.
El problema de la escasez de empleados y el cierre de parte de las zonas expositivas en los museos estatales parece en vías de solución, aunque no inmediata, tras el acuerdo entre el Ministerio de Cultura y sindicatos la semana pasada. “A pesar de esto, todavía es preciso hacer reformas en la estructura laboral de los centros y cubrir agujeros en taquillas y puestos de responsabilidad”, asegura Vidal Cruzado, responsable de Cultura en Comisiones Obreras (CC OO). “Recibimos muchas quejas de gente que se acerca a un museo y no puede acceder a una sala o a una exposición, o que se encuentra horarios restringidos”, dice Ana Carro, presidenta de la Asociación Española de Museólogos. “Las Administraciones y otros titulares públicos o privados deberían poner solución, porque esto da muy mala imagen”, añade.
Los problemas de personal de sala no son algo nuevo. En 2014, el Museo Arqueológico Nacional, recién ampliado, no pudo abrir por falta de trabajadores. En 2018, la huida a otros destinos de 40 vigilantes descontentos con las condiciones laborales provocó un problema. El año pasado, los museos abrieron gratuitamente de primeros de julio a finales de septiembre, presuntamente por falta de taquilleros, aunque la versión oficial lo anunció como una promoción cultural para atraer visitantes.
Concatenación de crisis
Los museos han tenido que sobreponerse a la crisis financiera de 2008 y la provocada, más recientemente, por la pandemia de covid. La primera supuso fuertes recortes en el presupuesto cultural. La inversión en Museos y Exposiciones de los Presupuestos Generales del Estado fue de 210 millones en 2010. De ahí fue cayendo hasta el mínimo, 134 millones, en 2014. Después el presupuesto ha vuelto a crecer, pero aquellas cifras nunca se recuperaron. La gran esperanza es que la inversión en los centros estatales se acercará ahora a cifras precrisis gracias a los fondos europeos de recuperación.
Además de museos estatales, los hay dependientes de Comunidades Autónomas, Ayuntamientos o iniciativas privadas. Tras el estallido de la crisis económica, muchos nuevos centros culturales locales, situados en flamantes edificios icónicos, que habían nacido al calor del boom inmobiliario para dar brillo y prestigio a los municipios donde se ubicaban, acabaron por cerrar o entrar en estado de letargo. Fue una las vergüenzas que quedaron de aquella época. Sirva como ejemplo la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela.
“Los museos son muy dependientes de la inversión, sobre todo si quieren funcionar bien en todas sus dimensiones”, explica Teresa Reyes, presidenta en España del Consejo Internacional de Museos (ICOM por sus siglas en inglés), la institución que promueve el Día de los Museos en todo el planeta desde 1976. El ICOM hizo un llamamiento en 2018, con motivo del incendio del Museo Nacional de Brasil, para que los Gobiernos reconociesen la necesidad de las sociedades de tener museos, la asignación de los fondos adecuados y el desarrollo de políticas que permitieran a estos centros mantenerse. “La inversión pública justo antes de la pandemia estaba cerca de las cantidades anteriores a la crisis”, dice Reyes. Pero el virus cambió la tendencia.
Antes de la pandemia, algunos museos, como el Prado, sacaban pecho por haber conseguido un alto porcentaje de su financiación autónomamente (hasta un 66%), es decir, en gran medida gracias a sus visitantes. El virus forzó el cierre de los museos varios meses y tuvo un número muy reducido de visitas después para prevenir contagios. La afluencia a los museos en España cayó en torno a un 70%.
“Las visitas se han ido recuperando, pero no del todo. Esperamos que 2022 termine con una recuperación completa”, apunta Reyes. “Se han visto muy afectadas, por ejemplo, las empresas que ofrecían servicios, como guías o actividades educativas, y que forman todo un ecosistema”, añade. En 2022, el presupuesto destinado al Ministerio de Cultura, y engordado por los fondos europeos de recuperación (en 364 millones), ha aumentado casi un 40%. El apartado más beneficiado es el de Museos y Exposiciones, que sube un 20% hasta los 197 millones, muy cerca a la cifra de tiempos de bonanza.
Digitalización
La pandemia tuvo, al menos, un aspecto positivo: la aceleración definitiva en la conquista del medio digital. Los museos, desde marzo de 2020, cuando empezó el confinamiento, se dedicaron a interaccionar virtualmente con sus seguidores. Es el caso del Prado, en cuyas redes sociales, especialmente TikTok e Instagram, participan trabajadores del museo que explican las colecciones o muestran las tareas de restauración.
Centrados en el público
En sus orígenes, enraizados en las colecciones de la Antigüedad, los museos estaban especialmente pensados para las élites, y hace no tantas décadas seguían siendo instituciones cerradas en sí mismas y sus colecciones, y bastante alejadas de la ciudadanía, tanto que algunas vanguardias proponían su desaparición. “Eran templos de las musas. En los años setenta comienzan a usarse con fines didácticos y es en los ochenta cuando los museos empiezan a trabajar en acercarse a la sociedad”, explica Rafael Mesa, presidente de la Federación Española de Amigos de los Museos, que reúne a 100 asociaciones y 56.000 socios. “Posteriormente, comienzan, con la gran exposición de Velázquez en el Prado [1990], las muestras dirigidas a grandes públicos”.
Aquella exposición aún se recuerda con asombro por la afluencia masiva de visitantes y las eternas colas, llenas de anécdotas. Luego vinieron otros éxitos inauditos, como la gran exposición de Dalí en el Reina Sofía, en 2013. O algunas del Guggenheim, en Bilbao, que fueron criticadas por su carácter espectacular más que artístico (entre las más visitadas se encuentra una exposición de motocicletas y otra sobre China). “En su apertura al gran público, los museos se encuentran con algunos debates, ¿calidad o cantidad?, ¿cuánto público quiero atraer?, ¿qué experiencia quiero ofrecer?”.
Hoy, museos y exposiciones quieren centrarse en el visitante y no tanto en aquello que se expone, construir “experiencias”. No es raro ver cómo algunos museos de arte contemporáneo se han convertido en la escenografía de las fotos de algunas influentes. El último grito en exposiciones temporales son las de arte inmersivo (en los últimos tiempos han propuesto un “viaje sensorial” a la obra de Frida Kahlo, Klimt o Van Gogh), que tratan de atraer al gran público mediante grandes proyecciones. Hay quien las critica como una banalización pensada para el beneficio turístico. Y es que en los últimos años museos y exposiciones, la cultura en general, han recobrado relevancia como atractivo turístico e icono del relato urbano.
“Los museos tienen que estar vinculados con el presente, lo digital y lo sostenible, y las nuevas tecnologías no tienen que servir solo para que los conservadores de los museos den sus discursos, sino también para permitir el feedback del público”, subraya Carro. El museo se convierte así en un espacio comunicativo. “En el terreno digital se ha vivido una verdadera revolución y con rapidez asombrosa”, agrega Mesa. Estas instituciones están cada vez más decididas, también, en conectar con la ciudad y el barrio que les rodea. En este sentido, es notable la apertura del Reina Sofía al barrio que lo acoge, Lavapiés, en un sentido no únicamente cultural, sino social, mediante la asamblea Museo Situado, que reúne a activistas vecinales y está concernida por los problemas de la zona, que no son pocos. “Los museos con más arraigo en el territorio han sido los que mejor han superado las crisis”, señala Reyes. El museo no es solo el museo, sino todo lo que le rodea.
Babelia
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