Diez plácidas películas de verano para ver en casa que esconden tormentas emocionales
Historias profundas de directores como Pedro Almodóvar o Ingmar Bergman en las que la calma estival se ve alterada
El verano es tiempo de sosiego, incluso de tedio. Largos y cálidos veranos con poco o nada que hacer, hasta que una tormenta en forma de volcán emocional nos despierta del placentero retiro mental. Un vendaval que nos zarandea y nos devuelve al ardor de la vida, a la dificultad de existir. En este artículo seleccionamos 10 películas que parten de esas esencias argumentales y de fondo, todas ellas disponibles en plataformas, con el fin de disfrutarlas durante un agradable retiro de agosto o, en su defecto, para descansar tras una agotadora jornada de trabajo entre el calor.
‘Verano violento’ (1959), de Valerio Zurlini
Ambientada en el verano de 1943, durante la II Guerra Mundial y en plenos bombardeos en Italia (Mussolini estaba a punto de ser derrocado, e Italia, de firmar el armisticio el 3 de septiembre de ese año), pero centrada en un elemento tan insólito como interesante: un grupo de jóvenes de veraneo en Riccione, en Rímini, localidad costera en principio alejada del peligro, donde un grupo de ricos hijos de fascistas, que no luchan en la guerra porque sus papás les han librado con prórrogas y enchufes, viven alejados de la barbarie y la desolación. En este privilegiado microcosmos, Zurlini, grande del cine italiano desconocido para demasiados, despliega una bella historia de amor entre edades dispares. Disponible en Flixolé.
‘Un verano con Mónica’ (1953), de Ingmar Bergman
Dos jóvenes trabajadores de sendos almacenes comienzan una relación sentimental y deciden huir del brío de la ciudad, de la represión familiar y del acoso laboral y sexual. En un pequeño bote encuentran la libertad, el amor y la flor de la vida, como una especie de jipis antes del jipismo. Sin embargo, la ingenuidad ante una idílica vida de adultos, en la que hay que dotar de soluciones al hambre y a otros problemas de calado, acaba llevándoles a una existencia miserable y al adulterio. En un momento mítico, Harriet Anderson rompe la cuarta pared, mira a cámara y nos pregunta, retadora y sin voz: “Y a ti, espectador de todo esto, ¿qué te parece lo que estoy haciendo?”. Historia del cine. Disponible en Filmin.
‘Haz lo que debas’ (1989), de Spike Lee
Suena Fight the Power, de Public Enemy, y Rosie Perez baila en plena calle. Títulos de crédito gloriosos. “Lo que necesitamos es conciencia”. Spike Lee, activista, artista, no creó una comedia; tampoco un thriller ni un drama social; lo hizo todo a la vez, bajo una ola de calor sofocante. Una película revolucionaria para hacer la revolución, que se ve con una sonrisa hasta que se corta la digestión. Radio Raheem emula al Robert Mitchum de La noche del cazador y sus nudillos tatuados —en su caso, puños de oro—, dispuesto para la pelea: “Amor frente a odio”. El mundo es tuyo. “Yo solo soy un negro que quiere ir por la vida con la polla bien alta”, decía un personaje antes de que un blanco con la camiseta de los Celtics le ensuciara sus Nike Air Jordan de un pisotón. Disponible en Amazon y Filmin.
‘Belle époque’ (1992), de Fernando Trueba
El equipo se pasó todo un verano conviviendo en Ponte de Lima, pequeño pueblo de Portugal, y la placidez se traspasó al rodaje. Grato ambiente, feliz película. II República, los amores y los ardores de la adolescencia, de la juventud, de la madurez, de la vejez. La época más bella de nuestras vidas. Todos se quieren mientras se prepara el horror final. Lo que vino después. El desenlace agrio de una película luminosa, con un extraordinario plantel de intérpretes, y Trueba como maestro de ceremonias, con la vista puesta en la pincelada de Pierre-Auguste Renoir y en la imagen y el tono de su hijo Jean. La celebración de la existencia. Y como guinda, el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Disponible en rtve.es/play.
‘La rodilla de Clara’ (1970), de Éric Rohmer
Casi como los lascivos intrigantes de Las amistades peligrosas, de Laclos, una fabuladora novelista y un escritor mujeriego, ambos de mediana edad, reflexionan sobre el interés afectivo y sexual por los chicos y chicas más jóvenes, y el segundo se convierte en cobaya de la primera en una metalingüística operación de seducción. Quinto de los seis cuentos morales de Rohmer, la película es un sosegado recreo de verano, un canto a la infidelidad, y un choque contra el amor propio, que se satisface enseguida. El objetivo es el deseo más puro, el deseo de la nada: acariciar la rodilla desnuda de una adolescente de 17 años, su punto vulnerable, el polo magnético de la pasión. Y nada más. El roce accidental no es válido; el culmen será la caricia aceptada. Disponible en Filmin.
‘The Florida Project’ (2017), de Sean Baker
El cine social americano de Baker. Niños que se cuidan solos, sin que sus progenitores puedan ofrecerles apenas atenciones, por dos razones fundamentales: porque son víctimas del sistema, seres humanos trabajando horas y horas para sacar unos pavos; o porque son directamente un desastre. Viven en Florida, a un paso de Disneylandia, pero nunca podrán formar parte de su sueño infantil, de su magia. Son ese esquinazo depauperado a la sombra del reino. Los 400 golpes a una infancia forjada a base de crisis y travesuras, que Baker filma con los rotundos colores de los cuentos: el malva, el rosa, el azul celeste. “¿Sabes por qué es este mi árbol favorito?”, pregunta la niña protagonista a su amiga. “Porque pese a haberse caído aún sigue creciendo”. Disponible en TCM.
‘Las horas del verano’ (2008), de Olivier Assayas
A la hora de la muerte llega también el momento de la transmisión del legado. ¿Qué ha quedado de esa casa familiar de verano tras el fallecimiento de una madre? Los hijos y nietos, entonces, se debaten entre el recuerdo de lo vivido en cada uno de sus rincones, para ser de nuevo palpado o experimentado, o la fácil posibilidad de una venta, para dejar atrás esa memoria en beneficio de la fría contraprestación económica. Assayas reflexiona sobre la herencia familiar —la física, la económica, la moral, la artística, la emocional— con el sosiego de la brisa y la luz del verano. Una suerte de Chéjov francés en el que las corrientes subterráneas nos acaban descubriendo tanto el tiempo perdido como lo que queda por vivir. Disponible en Amazon y Filmin.
‘La ciénaga’ (2001), de Lucrecia Martel
El sempiterno misterio de las piscinas en el cine. Aquí, en argentino, la pileta. La decadencia de una clase social, de un lugar, de una generación. Martel muestra una burguesía de provincias clasista y racista al borde del desmayo, que se niega a su nueva realidad. La ciénaga del título es un lugar físico, pero también un terreno mental pantanoso, el tedio de la desesperanza, el ocaso de una sociedad. Finísima y calmada, sórdida y elegante, la película, sin música, es un despliegue de subversión y de enrarecimiento del ambiente a partir de la aparente irrelevancia. Hasta lograr definir un mundo que cae, derruido y maloliente, entre el cotorreo de sus criaturas. Disponible en Filmin.
‘La ley del deseo’ (1987), de Pedro Almodóvar
Al Almodóvar más transgresor es complicado conceptuarlo como plácido, pero La ley del deseo no deja de ser una de las mejores películas sobre el tranquilo verano en Madrid, sobre el calor agosteño nocturno de la gran ciudad y algunos de sus afluentes: el trabajo desganado, las copas, la droga, el sexo furtivo, el chorro de una manguera como reconstituyente de una vida. Su protagonista, un director de cine y teatro al que le sobran las oportunidades de cama a cambio de un papel, está rendidamente enamorado de un chico más joven que parte hacia la tranquilidad de Conil. La letra huele a cotidianidad, pero el espíritu es pura osadía. La de un artista romántico que envuelve de thriller la desbocada pasión de querer sin que te quieran. Disponible en Netflix.
‘Noche de verano’ (1962), de Jordi Grau
Obra de debut de Grau, director que en años posteriores mostraría una gran versatilidad: cine de vanguardia y de género; drama social y terror de culto. Muy influida por el cine italiano (el director se acabó formando en Roma gracias a una beca y se hizo amigo de Federico Fellini), la película se ambienta en dos noches de San Juan consecutivas, con tres parejas como protagonistas: vacías vidas burguesas y una palpable visión amarga del matrimonio. Financiada por Procusa, empresa del Opus Dei, fue censurada por la propia productora que la había pagado, tras hacerle un pase privado al mismísimo Escrivá de Balaguer, al que no le gustó. Le cortaron 15 minutos, pero la Filmoteca Española recuperó el montaje original años después. Disponible en Flixolé.
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