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Siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ‘brahiminha’

Tiene delante a José María Giménez, demasiado alto y demasiado fuerte para marcar a Brahim en el área. Para un mediapunta travieso, ambidiestro, con el punto de gravedad bajo, un caramelo

El centrocampista del Real Madrid, Brahim Díaz, tras conseguir el segundo gol del equipo madridista ante Atlético de Madrid en Champions este martes.
El centrocampista del Real Madrid, Brahim Díaz, tras conseguir el segundo gol del equipo madridista ante Atlético de Madrid en Champions este martes.JUANJO MARTIN (EFE)
Manuel Jabois
Real Madrid RMA
2
Rodrygo 3', Brahim Diaz 54'
Atlético ATM
1
Julián Álvarez 31'
Finalizado

“El gol es más hijo del control que del tiro”, dice Jorge Valdano cuando a Rodrigo de Paul se le escapa en el área un balón franco. Son las cosas que pasan en Champions. Que de un control fallido de De Paul te hace Valdano, a lo tonto, una cita de esas que valen tanto para el fútbol como para el sexo.

Acto seguido, el balón le cae manso a Brahim en el área. Butragueño revisitado, cuando bajaba los brazos y la gente preguntaba quién había pitado, por qué se paraba el juego. Él, Butragueño, había pitado, y él lo había parado. Cara angelical para tomar decisiones criminales. Y ahora parece que Brahim va por el mismo camino: cara de sacar sobresalientes, pies diabólicos. Tiene delante a José María Giménez, defensa uruguayo demasiado alto y demasiado fuerte para marcar a Brahim en el área. Como poner a Tom a perseguir a Jerry. Para un mediapunta travieso, ambidiestro, con el punto de gravedad bajo, un caramelo. Pero veremos: Giménez aún puede levantarlo diez metros y el VAR sentenciar que Brahim debería ir más al gimnasio.

A veces Brahim, hay que decirlo, parece que juega con los zapatos que usaba Michael Jackson en Smooth Criminal, esos que tenían el talón atornillado al suelo. Para defender bien a Brahim se necesita un defensa de esqueleto elástico, hablador, ladino, alguien con quien desahogarse en el campo hablando de traumas mínimos. Giménez no es de esos; te pide el sello en el área y te echa sin contemplaciones. Brahim de repente lo invita a bailar. Mueve la cadera hacia un lado durante segundos estrepitosos, y acto seguido el pie le hace un extraño. En realidad, vista la jugada a cámara lenta, se comprueba que tuerce el tobillo, esperemos que involuntariamente porque si no estamos hablando de artes mayores. La consecuencia de ese extraño es que hinca la rodilla de repente, como si hubiese visto al Papa, y el desconcierto de Giménez es absoluto: el rival le ha hecho un amago de cadera, ha torcido el tobillo con mal pronóstico y ha terminado por hacerle la mítica gravesinha. Giménez no da crédito. Sofocado, se tira directamente al suelo.

Ha sido una jugada maestra de Brahim, que tiene por delante aún un mundo. Como siga torciéndose huesos para desequilibrar a sus rivales va a llegar a la portería en camilla. Así que, aburrido, dispara. Mejor atajar. Lo hace colocando el balón en un lateral de la red, marcando un gol antológico en Champions, de factura parecida al ejecutado por Julián Álvarez, pero la Araña a más distancia, en la primera parte. Había tenido entonces el partido el Atlético porque el Madrid no tenía centro del campo.

Los dos que saben tener el balón, Bellingham y Ceballos, de baja; el mejor, Modric, descansando sus casi 40 años en el banquillo. Al Madrid lo gobernaba el caos, o sea Valverde y Rodrygo, únicos jugadores en poner la cara en la primera mitad. Reencarnado en una espada samurai de Hattori Hanzo, el brasileño se hundió dos veces en la defensa del Atleti para sacar un golazo y casi un penalti. Es la paradoja Rodrygo: un jugador desplazado a la derecha, banda que no le gusta, tiene que hacerlo lo mejor posible para ganar peso ante el entrenador y que le dejen jugar donde quiere, que es la izquierda. Lo hace tan bien en partidos tan valiosos que, ¿para qué lo vas a mover? En esas empieza a estar Valverde. En la segunda parte Modric sacó al Madrid del fuego.

En cuanto a Mbappé, desatado ante el City, toca esperarlo de nuevo en el Metropolitano. Tuvo el 3-1 en el descuento, media eliminatoria, y su pase fue coherente con el resto del partido: medio segundo tarde a todo, también a sí mismo.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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