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Genalguacil, el pueblo malagueño donde todos los vecinos son artistas

Los habitantes de la localidad son parte fundamental en los encuentros que se celebran cada dos años y que en este verano acogen a siete creadores nacionales

El artista José Manuel Martínez-Bellido, uno de los participantes en los Encuentros de Arte de Genalguacil.
El artista José Manuel Martínez-Bellido, uno de los participantes en los Encuentros de Arte de Genalguacil.GARCÍA-SANTOS

Los vecinos de Genalguacil (Málaga, 391 habitantes) llevan desde primeros de agosto recibiendo peticiones inesperadas. Primero les pidieron prestados sus espejos. Luego, digitalizar los cuadros que cuelgan de sus paredes. Y, más tarde, fotografiar los bordados y costuras tradicionales que guardan como oro en paño. Pero lejos de mostrarse celosos de su intimidad, abren encantados las puertas de sus casas. Las solicitudes proceden de los siete creadores que desarrollan estos días sus proyectos en el pueblo como parte de los 16º Encuentros de Arte. Es una iniciativa bienal que arrancó en 1994 para poner al municipio en el mapa y luchar contra la despoblación. Hoy está entre las 11 más importantes del sector en Andalucía, según el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea, por encima del Teatro del Soho de Antonio Banderas o el Festival de Cine Europeo. “Eso sí, que me devuelvan mi espejo”, dice entre risas Salvadora Holgado, de 83 años, que echa de menos peinarse frente a él cada mañana.

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La estrecha relación con los residentes de Genalguacil —cuyo municipio es uno de los grandes afectados por el incendio que arrasó 10.000 hectáreas en 2021— es una de las claves de esta aventura cultural. Los artistas llegan con un proyecto bajo el brazo —este año se han presentado 174 de 14 países— que terminan de definir tras su convivencia con los habitantes.

El ímpetu por colaborar es el aspecto que más ha sorprendido a los recién llegados. “Nos han permitido entrar en sus casas y nos han acogido de maravilla”, explica la gaditana Marta Galindo, de 28 años. Mientras maneja su ordenador y celebra las vistas al valle del Genal desde su lugar de trabajo —una de las aulas del colegio—, señala que su inspiración ha nacido de las cortinas que cubren las puertas de las casas y evitan la entrada de bichos o el calor. También se ha fijado en las flores que colorean las calles, con las que ha elaborado un collage digital que ha pixelado para trasladarlo físicamente a una suerte de tapiz. Está compuesto por 15.371 cuentas de 17 colores, que pretende hilvanar una a una hasta crear su obra. “Requiere paciencia, pero me gusta probar materiales”, asegura.

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Mientras Galindo coloca los abalorios, suena la megafonía municipal. “El Ayuntamiento informa de que el artista Jesús Madriñán se encuentra en la plaza de la Constitución realizando retratos a todas las personas que se acerquen”, dice la voz del coordinador de los creadores, Arturo Comas. Fotografiar a todos los habitantes de Genalguacil es el proyecto de este fotógrafo gallego, que busca captar la identidad del lugar a través de sus gentes. Se ha inspirado en el trabajo que desarrolló su paisano Virxilio Viéitez en los años 60. “Lo que más me ha sorprendido es el interés, la gente participa y ni siquiera te pregunta qué vas a hacer con las fotos. Confían mucho en los artistas”, apunta Madriñán. “¡Es que cuando vas por la calle toda la gente te saluda! ¡Eso no me pasa en Bilbao!”, añade sorprendida Gala Knörr, de 38 años, cuya sonrisa permanente revela la singularidad de esta residencia artística que se desarrolla desde el 1 al 15 de agosto y que incluye multitud de actividades, visitas de otros creadores o verbenas populares de copla y orquesta.

Ella se ha colado en la casa de Antonia, una vecina a quien todos llaman La Española, quien le ha contado historias locales. Una de las narraciones es el origen de su apodo, que procede del caballo de pura sangre española que los carabineros robaron a su abuelo durante la guerra. A partir de esos relatos, Knörr —protagonista de una polémica reciente en el Museo Guggenheim por un cuadro que calcaba un fotograma de una película— ha preparado una serie de dibujos que reproducirá en tela de bandera náutica para crear una especie de tráiler de la vida de Antonia con una estética cercana al western. Este género, habitualmente protagonizado por hombres como Clint Eastwood o John Wayne, tiene aquí a una mujer, La Española, como personaje principal.

Por el salón de esta vecina también han pasado el gaditano José Manuel Martínez Bellido, de 30 años, y el vallisoletano Julio Falagán, veterano del grupo con 42 años, quienes han recorrido un puñado de viviendas sin previo aviso. “Y todo el mundo nos acepta”, aseguran. El primero lo ha hecho en busca de espejos, que se ha llevado a un estudio situado en una antigua herrería para escanearlos. El resultado es una imagen casi fotográfica, compuesta por una base oscura, extrañas formas debido a los materiales corroídos con el tiempo y pequeñas luces blancas, las motas de polvo. Una sorprendente composición de resonancias cósmicas. El segundo ha digitalizado los cuadros que había en las paredes de las casas. Ha alucinado. “Lo normal es encontrar escenas de caza o paisajes hechos en serie. Aquí casi todo son obras pintadas por ellos mismos o sus familiares”, dice sorprendido. También ha encontrado un punto común en todos los interiores: reproducciones de la última cena, regalo de boda habitual en la comarca. Su objetivo es crear un collage de grandes dimensiones que colgará en una fachada. “Quiero crear algo que guste a los vecinos, esto es un regalo para ellos por todo lo que dan a los artistas”, subraya Falagán. Todas las obras de estos siete creadores se instalarán en las calles del municipio o el Museo de Arte Contemporáneo, que alberga ya más de 200 piezas y mantiene una intensa actividad durante el año.

“La relación con la gente de aquí es increíble. No paran de ofrecer su ayuda”, insiste Mar Guerrero (Palma de Mallorca, 31 años) mientras se limpia las manos manchadas de barro. Varios voluntarios la han guiado por el sorprendente y exuberante entorno natural de la localidad, donde ha ido colocando, para fotografiarlas, una quincena de piezas redondas que ha elaborado con arcilla y óxido de hierro. Es un trabajo inspirado en el relato Los limpiadores de estrellas, de Julio Cortázar, del que saldrá tanto una instalación como una publicación con las imágenes de las piezas a modo de trabajo arqueológico. También en la historia se basa el jerezano Javier Palacios, de 37 años, quien ha reivindicado los denominados morteretes —agujeros en la roca, se cree, de origen fenicio utilizados para moler y separar minales— para crear una acuarela de gran formato y un libro sobre un proceso creativo en el que los vecinos de Genalguacil también han sido fundamentales.

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