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CONVERSACIONES A LA CONTRA

Donna Leon: “Los trabajadores de un almacén de Amazon son los esclavos de hoy”

La creadora de Brunetti ya no reconoce a su país natal, EEUU. Ahora contempla espantada la sequía en Italia mientras reflexiona sobre las ventajas de la vejez

La escritora de novela negra Donna Leon, creadora del comisario Brunetti.
La escritora de novela negra Donna Leon, creadora del comisario Brunetti.Sebastian Kahnert / AFP / ContactoPhoto
Berna González Harbour

Donna Leon nos va a hablar de literatura y de su nuevo libro, Dad y se os dará (Seix Barral) justo cuando se cumplen ¡30 años! del nacimiento de Brunetti, su mítico comisario que ha atraído a lectores de todo el mundo hacia su universo culto, intrigante y de calidad. Pero antes de eso, la autora nacida en New Jersey en 1942, afincada durante décadas en Venecia y hoy en un pueblo de Suiza comenta espantada la sequía que azota esa región.

Pregunta. Decir Donna Leon es decir Brunetti, y eso es decir Venecia. Usted se fue de allí por el turismo masivo, pero sigue escribiendo de Venecia. ¿Mantiene su relación con la ciudad aunque ya no viva ahí?

Respuesta. Por supuesto. Hablo a diario con mis amigos y voy un par de veces al mes. Y todos los días me hablan de la sequía, no ha llovido en el norte de Italia prácticamente nada en todo el año y por primera vez han pedido agua a Suiza. ¡Necesitan agua extranjera! Y hablamos de los turistas, que ni siquiera saben dónde están, ni les importa. A mis amigos les ha causado muchos problemas porque ya no hay quien alquile, no hay concesiones para las ancianas venecianas.

P. Se cumplen 30 años desde que creó a Brunetti. ¿En qué han cambiado?

R. Creo que ahora acepto y soy más tolerante ante las diferencias. Mientras no haya víctimas, lo que hacen los demás ya no es asunto mío. Por ejemplo, la decisión del Supremo de EEUU, donde seis personas han decidido que las americanas ya no pueden abortar, sin preguntar siquiera a las mujeres. Ahora, como a Brunetti, ya me afecta menos. Veo que mi país, el país en el que solía vivir se ha vuelto loco. Pero no puedo hacer nada.

P. ¿Reconoce a su país?

R. El país en el que crecí era un lugar maravilloso: con democracia, sin armas y con un sentido de que la gente tenía iguales derechos. Pero mucho de eso ya no existe. Ahora es un país extranjero para mí. Y creo que a Brunetti le ha pasado lo mismo. Ahora es más reflexivo y no hace juicios morales. Tiene una opinión, pero no la predica.

P. Brunetti no ha cumplido muchos años en tres décadas, pero usted va a hacer 80.

R. Él ha cumplido uno o dos (ríe). Cuando escribí el primer libro no tenía ni idea de que 30 años después iba a estar hablando del número 31. Y por fortuna nunca le di una edad. Al principio fue accidental, pero luego me di cuenta de lo conveniente que era eso, porque sus hijos hoy podrían ser abuelos y él sería muy mayor. De esta forma, los lectores entran en el ritmo del libro, con un protagonista y su mujer que siempre están en la mediana edad, con hijos adolescentes.

P. ¿Y usted? ¿Se siente ahora más inteligente y feliz que a los 18?

R. Cuando nos hacemos mayores, como los peces, se nos van cayendo escamas. Pienso mucho en las escamas que uno se pone de joven: qué pensará la gente, que dirán, estará bien que haga esto. Tenemos montón de dudas sobre nosotros mismos y sobre la gente que nos rodea. Y cuando nos acercamos a los 80 podemos ser más seguros, evitar conversaciones problemáticas y tener una vida más pacífica sin preocuparnos de cómo llevo las uñas o si uso lentillas, ese tipo de tonterías. Ya hemos vivido suficiente y somos más tolerantes.

P. La última vez que la vi en Madrid estaba leyendo Las troyanas. ¿Qué está leyendo ahora?

R. Orestíada. Es que la forma en que los griegos abordan las historias, esos personajes tan grandes. Tienen una mente única y tanta honestidad en sus motivos. Los griegos son desbordantes.

P. ¿Lee sobre todo a los griegos?

R. No, no, leo todo lo que puedo. Acabo de terminar la Trilogía Transilvana de Miklós Bánffy, un noble húngaro que escribió saga de 2000 páginas de 1880 a 1940. ¡Oh! Es el tipo de libros que me pone nerviosa cuando solo faltan 200 páginas porque digo, ¿qué leeré después? Ese miedo a que se acabe. ¡Oh!

P. ¿Los griegos nos retratan?

R. No hemos cambiado. La única gran diferencia que veo es que ya no tenemos esclavitud en el sentido de ir al mercado a comprar a personas. Pero obviamente tenemos esclavos en todo el mundo a los que no llamamos así. Los griegos no tenían problemas para tener esclavos.

P. ¿Y quiénes son los esclavos de hoy?

R. La gente que trabaja en fábricas textiles de Bangladesh, en almacenes de Amazon en Alabama, esa gente que simplemente no tienen opciones: tienen mala educación, mala salud o crecen en una casa en la que hay droga y bebida, esa gente abocada a vidas terribles.

P. En su novela las clases sociales son importantes. ¿Por qué?

R. Tengo muchos amigos aristócratas en Venecia y no lo notarías: se levantan por la mañana y van a trabajar o estudiar. Lo que intento mostrar es lo horrible y desequilibrado de la sociedad cuando una persona tiene poder sobre los demás. Eso me pone nerviosa, tal vez porque soy americana y los americanos, al menos los de mi generación, nos criamos en la idea de que todos debíamos tener las mismas oportunidades y eso ha desaparecido. Ahora hay gente con miles de millones. Es tan injusto. Donde muchos no tienen ni para comer ni tendrán una oportunidad de salud o de éxito.

P. ¿Cómo definiría su literatura?

R. Los libros Brunetti son muy buenas novelas policíacas, pero son novelas policíacas. Son más fáciles de escribir porque tienes un mapa. Cuando lees a Dickens u otros grandes no sabes qué va a pasar, cada página es un descubrimiento. En la novela criminal todo va sobre un sendero y al final descubrirás quién lo ha hecho. Dickens escribió literatura. Eso requiere mucha más imaginación y genio inventivo.

P. ¿Entonces no escribe literatura?

R. Creo que mis libros son muy buenos ejemplos de buena prosa en inglés. La calidad es alta. He enseñado 30 años literatura inglesa y sé lo que es una buena frase. Pero no lo llamaría literatura. Son buenos libros policíacos pero siempre en esa familia. Hay escritores gloriosos en el género: Ruth Rendell, Ross Macdonald... Agatha Christie es muy buena en tramas complicadas, posiblemente la mejor creadora de tramas en inglés. Pero no es literatura. Jane Smiley, Hilary Mantel sí lo son.

P. Dedica su libro a su doctora, Heike Bischoff-Ferrari. ¿Por qué?

R. Empecé siendo su paciente y ahora somos amigas. Me interesa mucho su programa como gerontóloga, destinado a mantener durante más tiempo a la gente con salud, que es distinto de mantenerla viva. Y me recuerda a los doctores que teníamos cuando era pequeña: preocupados por tu salud. Respeto y admiro su dedicación al bienestar de sus pacientes. Y me cuida.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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