Nueve lecciones de Donna Leon para escribir una novela
La autora norteamericana defiende su literatura criminal sin violencia. He aquí sus consejos
Todo libro es una elección y se define por lo que tiene y lo que no tiene. Y esto es clave en las 28 novelas con las que Donna Leon ha construido una de las sagas más prolíficas de la novela policíaca: la del comisario Brunetti. En el nombre del hijo, recién salida del horno de Seix Barral, es la última entrega.
Empecemos por lo que no tiene: no busquen chabacanería, no hay cabezas de caballo en la cama, cuerpos despedazados, recursos fantásticos, no hay tono de thriller palpitante, ni sustos que nos quiten el sueño. Por no tener, la autora norteamericana (New Jersey, 1942) no tiene ni ha tenido nunca teléfono móvil ni todo lo que conlleva. Es de envidiar.
No puedo entender cómo el mayor entretenimiento de nuestro tiempo consiste en ver matar a gente en películas o videojuego
Y esto es lo que sí hay: hay calidad narrativa, hay cultura, hay fondo de armario, hay precisión y una armonía tranquilizadora entre la búsqueda del culpable y la asunción de que no podemos hacernos ilusiones con el mundo. El fracaso se da por descontado. El éxito es el placer de resolver ecuaciones. Y esto es de envidiar más aún.
Bajo esta premisa, En el nombre del hijo retrata la bajamar que se revuelve bajo corrientes invisibles, remolinos y aguas enturbiadas en la alta sociedad veneciana cuando uno de sus ancianos miembros, el español Gonzalo Rodríguez de Tejada, quiere adoptar al joven Attilio. La sola idea de una herencia desviada de una familia con solera hacia el amante recién llegado remueve esas aguas y funciona como el ventilador de rumores y recelos en una sociedad con el prosecco fresco siempre en la copa limpia, los canapés en bandeja y las pajaritas angulosas. El suegro de Brunetti, conde bien hallado donde los haya, pide al comisario una investigación discreta ante el horror vacui que supone para la aristocracia semejante síntoma de descomposición.
¿Estándares éticos? Mis novelas no ofrecen respuestas, solo preguntas. El juicio moral está implícito en el libro
Dibuja Leon de nuevo el universo veneciano en el que ha habitado desde 1981, cuando se instaló allí, y que recientemente ha cambiado por Suiza, huyendo del turismo y una masificación que cree que solo se puede combatir con cocodrilos sueltos en los canales.
- ¿Se imagina? “Mira, cariño, esa fachada tan barroca”, y de repente, flups, el marido ya no está en la góndola porque se lo ha devorado un cocodrilo -bromea en Madrid en diálogo con quien esto escribe.
- ¿Y si el cocodrilo se la come a usted? -pregunto.
- Yo no voy en góndola.
Así hacía reír Donna Leon al público en La Noche de los Libros de Madrid, el pasado 26 de abril, cuando nos brindó las claves de su literatura criminal sin violencia y que podemos resumir así:
1) La novela negra es perfecta para empezar a escribir: te ofrece una fórmula clara, una carretera señalizada. Debe comenzar con algún acontecimiento malo, en general un crimen, y acabar con su resolución.
2) Cuando me preguntan qué hacer para escribir, digo: leer, leer, leer. Lean, pero no estupideces, sino cosas buenas. Lean a Raymond Chandler, a Charles Dickens, a los clásicos de su propia lengua.
3) Elegir la voz es fundamental. ¿Quién narra? ¿Un hombre, una mujer o un robot? ¿Alguien desde dentro de la historia o alguien desde fuera? Esto determinará la forma en la que se debe obtener la información. Si es en primera persona, ese narrador debe saberlo todo. Si es en tercera, el autor tendrá más libertad para introducirse en las mentes de más de un personaje.
4) ¿Hasta qué punto se parece el protagonista o narrador al autor? ¿Misma edad? ¿Mismo sexo? ¿Mismo nivel cultural? Para la mujer es fácil elegir ponerse en la piel de un hombre porque el mundo es masculino. Un gran cambio en la edad entre el escritor y el protagonista requiere imaginación, al igual que un cambio en el nivel cultural.
5) ¿Cuál es el nivel del lenguaje? Un autor de clase media lo tiene más fácil: puede estar cerca de cómo hablan los criminales y de cómo hablan los de arriba. Chandler es uno de los grandes del siglo XX y sabía precisamente hablar en los tres niveles de lenguaje a la perfección.
6) ¿Y el tema? El libro debe tener un crimen de algún tipo, el asesinato es lo más común, y el protagonista es la persona que va a intentar resolverlo. Un policía es útil como protagonista, porque tiene autoridad. Gracias a su condición puede acceder a todos los sitios y personas. Un abogado tiene menos autoridad. Y un amigo de la víctima, ninguna autoridad.
7) Una cuestión esencial es tener un personaje, no necesariamente el protagonista, con quien el lector simpatice y cuyo destino sea importante para él. Necesitan que les guste alguien en el libro, preocuparse de su suerte o sentir su muerte. A la gente la preocupa mucho más la muerte de alguien bueno que de alguien malo. Fue la madre de Bambi la que murió, no el padre.
8) ¿Cuáles son los estándares éticos? Mis novelas no ofrecen respuestas, solo preguntas. El juicio moral está implícito en el libro: los lectores condenarán a quien se porte mal según el sistema ético del libro. Pero el escritor no puede ser moralista. Mediante el planteamiento de las circunstancias el lector debe ser dirigido, pero no empujado, en un acuerdo sobre el sistema moral del libro.
9) No utilizo la violencia. No puedo entender cómo el mayor entretenimiento de nuestro tiempo consiste en ver matar a gente en películas o videojuegos. Yo no quiero violencia, ni siquiera verbal. Sé que vivo de los asesinatos, pero normalmente las víctimas mueren fuera de escena. Eso me viene de la Poética de Aristóteles. En las tragedias griegas la muerte la comunica un mensajero al que escuchamos. Pero no lo vemos. Es mi sistema.
Leon, premio Pepe Carvalho, fue la estrella en Madrid y guarda una combinación interesante entre el formato clásico de sus novelas tranquilas y una cercanía rápida a las causas que hoy remueven las conciencias como el medio ambiente, la destrucción de los tesoros de las ciudades a manos de la gentrificación y del turismo masivo y la denuncia de una ultraderechización de la sociedad italiana que empezó por la homofobia, la xenofobia y va hasta la reciente negación de la fiesta de la liberación del fascismo.
Es clara Leon en todas las causas, pero otros secretos los guarda bajo siete llaves. ¿Sabían ustedes que tuvo abuelo paterno español, además de uno alemán y dos abuelas irlandesas? “No sé nada de ellos”, dijo. Extraño.
La música es su mayor motor vital y la lectura la lleva a los clásicos. En la actual entrega, Brunetti lee Las troyanas y es Donna Leon quien en realidad la ha devorado y se enciende al describir cómo las violaciones de esas mujeres la llevan hasta Trump y el machismo en la actualidad. Se enciende a tal punto que acaba diciendo:
“Lean Las Troyanas. Y olvídense de mí”.
Leeremos Las Troyanas. Y a Donna Leon.
Babelia
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