Juanpis González y el poder político del influencer ‘gomelo’ en Colombia
El actor Alejandro Riaño ha logrado que todos los candidatos a la presidencia quieran ser entrevistados por Juanpis González, un personaje detestable que representa a la élite del país
Juanpis González Pombo es una caricatura que existe en todas las esquinas de iberoamérica. En España sería un ‘pijo’, en Perú un ‘pituco’, en Venezuela un ‘sifrino’, en Chile un ‘cuico’, y en México un ‘mirrey’. En Colombia Juanpis es un ‘gomelo’, un hombre de élite que habla como si tuviera un chicle en la boca y se presenta vestido de una camisa polo con un saco alrededor del cuello. Es un personaje racista, machista y clasista que se refiere a Colombia como “este chochal” y a los más pobres como “esos mantecos”. Pero en el mundo audiovisual de Colombia es uno de los influencers más exitosos: un personaje de ficción que tiene casi 1.8 millones de seguidores en Youtube, 2.6 millones en Instagram, y cuya serie en Netflix Juanpis González: The Series es una de las más vistas en el país. Curiosamente, en la actual campaña presidencial colombiana, es también un detestable entrevistador con el que todos los candidatos quieren sentarse a hablar.
“En todas partes del mundo existe este hombre privilegiado que cree que por el hecho de tener ciertos privilegios puede pasar por encima de los demás, o es intocable, o es impune”, cuenta Alejandro Riaño a El PAÍS, el actor bogotano de 36 años que inventó hace 4 años al personaje de sátira. El gomelo que interpreta de forma caricaturesca, explica, es aquel hombre que puede chocar un auto y poner en riesgo la vida de otra persona, “y al final no le pasa nada, porque la misma familia como que lo indulta por así decirlo, por su capacidad económica, o por sus contactos. Yo he sido una persona que creció en ese mundo, en ese privilegio, aunque jamás me he creído como tal”.
Riaño, heredero de una familia muy adinerada, habla con un tono de voz mucho más suave y calmado que el del personaje que inventó. En el norte de Bogotá es dueño de un teatro donde entrevista en vivo a personalidades de la política y la cultura, y donde sentó hace un mes al candidato presidencial con más opciones de ganar, el líder de la izquierda Gustavo Petro. Le preguntaba si iba a expropiar empresas privadas (como lo temen los gomelos) y Petro dijo que solo expropiaba corazones.
“Yo le tengo miedo a Petro, pero no por lo que dice, sino que me da miedo la gente que busca tanto el poder, tantas veces”, admite Riaño sobre la tercera vez que el exalcalde y exsenador se lanza a la presidencia. El actor votó por la izquierda en las consultas partidistas de marzo pero por la activista ambiental Francia Márquez, ahora fórmula vicepresidencial de Petro.
“Las entrevistas con Petro siempre me han costado”, confiesa Riaño. El día que lo entrevistó en vivo, el actor estaba nervioso. El candidato había invitado a sus seguidores a llenar el teatro –al que le caben 543 personas– y cada frase que decía Petro era aplaudida por la fanaticada. Petro hablaba con un tono de voz bajo y cuando Riaño no le entendía, o el candidato no le daba juego para un chiste, el actor admite recurrió a “la salida” fácil del chiste sexual. “No había necesidad, pero en ese momento todo es muy raro”, confiesa algo arrepentido. “Yo me meto en esa vaina [en su rol], y es rarísimo, como que sale lo peor de mí”, añade, como si Riaño perdiera el control de Juanpis. “Todo es improvisado, y claro, se sale el pendejo, el básico, el chiste de doble sentido”.
Aún así esa noche intentó reflejar los miedos de la derecha (“¿Me va a expropiar [el teatro]?”) o de la izquierda (“ha hecho demasiadas concesiones a la política tradicional”). Petro responde corto, evade, se ríe de lado. Riaño no lo presiona. “Es parecido a entrevistar a [el expresidente] Uribe”, reflexiona el actor. “Tú le lanzas algo y te terminan respondiendo con otra cosa y no son muy directos, y se salen por entre las ramas”. Aún así Petro es una de sus entrevistas más virales en Youtube – en dos semanas logró más de 1.6 millones de vistas.
Uribe, por otro lado, se ha negado varias veces a sentarse con el actor. “Ya me dijeron que no insistiera más. Es tristísimo, a mi me encantaría que ‘me dé en la cara, marica’”, dice parafraseando una frase que dijo el expresidente hace varios años. “Me da terror la gente que no tiene humor”, añade sobre el expresidente.
Pero Uribe es la excepción. Todos los otros candidatos a la presidencia han aceptado sentarse con Juanpis en un formato de entrevista que se llama El Boletín del Gomelo: lo han hecho desde la derecha Federico Fico Gutiérrez, Rodolfo Hernández e Ingrid Betancourt; Sergio Fajardo desde el centro político; Francia Márquez, desde la izquierda. “Hay unos que son muy fuertes carismáticamente para este tipo de shows, entonces los van a hacer ver mejor. Rodolfo Hernández la tiene clarísima en ese tipo de shows, Fico también la tiene muy clara en ese tipo de shows, Fajardo no la tiene clara en ese tipo de shows porque se pone muy nervioso con todo”, dice Riaño, que reconoce que sus programas de entrevistas tienen ya una visibilidad comparable a las de un medio tradicional.
Y ese es el poder de este influencer. Cuando los medios grandes están desprestigiados y los lectores leen sus noticias diarias más en redes sociales que en los periódicos, muchos votantes se enteran de qué piensan los candidatos mirando a Juanpis González. Días antes de las votaciones de primera vuelta, a finales de mayo, Juanpis tendrá un debate presidencial con los candidatos. Ya todos confirmaron su asistencia.
“Entonces bueno, acá que la gente vea cuál es su candidato”, dice Riaño. “Espero que elijan bien, pero el ejercicio se hace y el ejercicio debe ser igual para todos”.
El humor incómodo de Juanpis González
Riaño busca hacer comedia pero no deja de ser incómodo ver a una persona hacer entrevistas con chistes racistas o clasistas. Normalmente en la sátira política los comediantes se burlan del poder, pero el reto de Juanpis González es que él representa al poder.
“Cuando hablamos de género del teatro, podríamos hablar de [Juanpis como] un bufón, aunque un bufón es servidor del rey; y él no, acá Juanpis es el rey”, dice Santiago Alarcón, actor que hace unos años interpretó en una serie a Jaime Garzón, un admirado comediante que hacía crítica política y fue asesinado en 1999. Aunque también caricaturizó a la élite en algunas ocasiones, el rol más exitoso de Garzón era el de un humilde lustrabotas que se burlaba de los políticos mientras limpiaba sus zapatos: un ejemplo perfecto de ese humorista que golpea con humor de abajo hacia arriba.
“En Colombia es difícil entender la sátira, dicen que si no hace reír no es bueno, pero yo considero que la sátira no tiene que hacer reír siempre, tiene que mostrarnos la verdad de manera más cruda”, opina Alarcón sobre el rol incómodo de Juanpis. “Que aparezca un personaje que caricaturice a la clase alta colombiana, creo que eso es arriesgado pero el humor siempre es arriesgado. Pero sí, admito, hay cosas que él dice a la gente que uno alcanza a incomodarse. Yo estuve en su show hace poco y uno dice ‘uy, eso estuvo como duro’. Pero al fin y al cabo no lo decía yo, sino él desde su personaje. Incómoda pero tiene que pasar por ahí porque es una caricatura de eso, la comedia es una exageración de lo que somos”.
“Francia [Márquez] entiende este humor perfectamente”, cuenta Alejandro Riaño sobre la entrevista con la candidata de izquierda que representa todo lo opuesto a Juanpis: una mujer afrocolombiana que creció en la pobreza y ha dedicado su vida al activismo ambiental. “A Francia Márquez le dije que porqué no se quedaba de empleada de servicio, que para eso servían los de su comunidad, que en mi casa tenía tres de esas”, cuenta. Esos comentarios son exactamente lo que la clase más acomodada y racista ha dicho desde que Márquez fue elegida fórmula vicepresidencial, y que Juanpis pone en la mesa como si fueran sátira. “Y Francia al final dijo ‘maldita sea, así son ustedes’. Y yo no puedo salir a explicar luego ‘Hola, lo que le dije a Francia no es lo que yo pienso, sino que hay personas que piensan así, y eso que están pensando esas personas está muy mal y no lo deberíamos normalizar’. Pero yo lo estoy denunciando”, añade Riaño.
El actor reconoce que no siempre el mensaje que envía es el que llega al público. Cuenta que le sorprende cuando un niño o joven se le acerca a decirle que admira a su detestable personaje de Juanpis. Ahí pareciera que la sátira no logró su cometido y el riesgo es que el personaje detestable se convierta en realidad en el personaje amado.
“La gente me comenta cuando me ve ‘no sé si reir o llorar’”, dice el actor. “Yo creo que no hay que reír, en ningún momento”.
¿Usted no sabe quién soy yo?
Alejandro Riaño se identifica a sí mismo como un “gomelo con humanidad”. Parte de las ganancias de sus múltiples producciones – su show en vivo, sus programas en Youtube, Netflix, o la venta de su cerveza JP Beer, “la cerveza más play de Colombia”– se van a apoyar a una organización que busca construir viviendas dignas para los más pobres. En las protestas ciudadanas que arrancaron en 2019 contra el gobierno de Iván Duque, Riaño ayudó a organizar un concierto en apoyo de los manifestantes y salió varias veces a marchar con ellos, aunque no como su personaje. “Acá estamos en contra de los Juanpis”, declaró entonces.
Fue un pésimo estudiante en la escuela –lo expulsaron de varios colegios de élite– pero fue allí y desde el privilegio de su familia materna (dueña de un restaurante donde hacían fiestas los expresidentes) donde empezó a nacer Juanpis Gonzalez. “Desde muy chiquito vi el clasismo, el machismo, y de hecho una de mis primeras rutinas a los 13 o 14 años era hablando como el ‘rolo’ [bogotano] petardo”, cuenta Riaño. “Y me sentía muy cómodo desde ese lugar común”.
Estudió teatro, aprendió de Molière, Aristófanes y Shakespeare, pero volvió al stand-up mientras aprendía de otros humoristas colombianos. Su gran influencia, más que los comediantes, fue su padre, un escultor que vivía en una zona bohemia de la ciudad que la élite miraba de forma despectiva. “Ha sido la gran influencia de mi vida”, dice Riaño. Su padre veía que su hijo caía en los chistes fáciles, los sexuales sobre todo, y a sus 15 años le advirtió: “me dijo ‘no estás llevando la comedia a ningún lado, estás cayendo en el lugar común. Aprovecha todo ese humor para poner al público a reflexionar, para que reflexiones tú también sobre la misma vida. Y ahí te darás cuenta el cambio tan positivo que puede llegar a tener esto’”. Las palabras le regresaron hace unos años cuando decidió crear a Juanpis.
“Le creé un universo al que yo puedo acceder”, cuenta sobre el personaje del gomelo. Ese universo de la élite, sin embargo, ahora lo odia. “Soy completamente rechazado donde crecí, ahora me miran muy mal y yo me siento muy bien”.
De la televisión abierta a la viralidad
“¿Qué trajo él de nuevo al humor en Colombia?” se pregunta Daniel Samper Ospina, otro comediante colombiano, sobre el trabajo de Alejandro Riaño. “Creo que hizo una versión muy modernizada a la sátira, utilizó las plataformas digitales y logró cuajar un proyecto absolutamente independiente gracias a su fuerza digital. No depende de nadie y eso le ha permitido ser rabiosamente independiente. Es muy versátil, ha logrado volcarse a nuevos formatos, ha sacado todo el kilometraje que puede del personaje Juanpis Gonzales”.
Esa posible independencia en lo digital es algo que también resalta Maria Alejandra Medina, periodista e historiadora, y autora del libro Humor político audiovisual en Colombia (2017). “El punto central del libro era precisamente entender por qué factores políticos, económicos y sociales llevaron a un declive del humor político en la televisión”, explica Medina. “Y encontré que tuvo que ver con el modelo económico de la televisión en Colombia”. Un par de reformas hicieron un cambio de un sistema mixto a uno donde tenían más poder las cadenas de televisión privadas en definir la parrilla, cadenas que temían perder buen raiting presentando humor político incómodo. “En medio de un país tan polarizado, eso te lo puede cobrar la audiencia”, explica Medina. En internet, en cambio, Juanpis encontró a su audiencia, y la audiencia encontró a Juanpis.
Alejandro Riaño aprendió hace poco el costo de intentar hacer humor con grandes empresas audiovisuales y poner en riesgo su independencia. Aunque su serie de Netflix ha sido un éxito en Colombia, habla con amargura de las escenas que le cortaron los productores de la plataforma digital. “Para ellos no era humor, decían ‘eso es muy machista, o muy racista’“, explica. Menciona una escena en la que Juanpis iba a interpretar a unos adolescentes ricos que violaron hace más de 10 años a un grupo de chicas en un colegio de élite. “Yo me acordé de esa historia, me acordé cómo lo contaban en las fiestas de la época, como todo sabía quienes eran las niñas que habían violado, y lo hice, lo escribí, pero fue de las primeras escenas que quitaron”, cuenta. Era una escena que precisamente interpretaba al que Alejandro Riaño busca denunciar: el gomelo-criminal o el gomelo-corrupto. “Era una escena muy importante para mi”.
Riaño anunció hace un tiempo que pronto se retiraría de interpretar a Juanpis González, aunque no sabe cuándo, ni está seguro de mantener o no los shows en vivo que son los que más recursos le generan. Su aspiración es dirigir películas y por ahora quisiera trabajar en un documental sobre los migrantes haitianos en la frontera con Panamá. “Pero el tema político sí lo abandonaría un poco”, dice. “Porque es muy pesado, las energías que se cargan son jartas [aburridas], el acostarse siendo odiado por medio mundo, medio país”.
Quizás una mitad del país quizás sí odie a Alejandro Riaño. Pero la otra mitad aprende en estas elecciones de la mano de Juanpis González.
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