Robert Eggers: la agonía de hacer una película de vikingos, y de autor
El director que ha revolucionado en los últimos años el género de terror con ‘La bruja’ y ‘El faro’ entra con ‘El hombre del norte’ en el cine de gran presupuesto de Hollywood a través de la saga nórdica de la que nació ‘Hamlet’
Robert Eggers asegura que el esfuerzo ha merecido la pena, que está satisfecho con el resultado y que tanto él como el estudio de Hollywood que ha financiado su película remaron “en la misma dirección, en estrenar un filme entretenido”. Sin embargo, ríe y resopla con gestos contradictorios. El estadounidense (Lee, New Hampshire, 38 años) está promocionando su tercera película, El hombre del norte, que se estrena ahora en España, un proyecto al que ha dedicado siete años, una inmersión en el mundo de los vikingos a través de la leyenda nórdica de la que surgió Hamlet, drama cumbre de Shakespeare. Entretenido, pero con sus condiciones: con una ambientación precisa y con la misma ambición autoral con la que abordó sus dos anteriores películas, La bruja (2015) y El faro (2019), con las que ha revolucionado en los últimos años el género de terror. Y a la vez, con un reparto encabezado por Alexander Skarsgård y acompañado por estrellas como Nicole Kidman, Ethan Hawke, Willem Dafoe (que ya colaboró con Eggers en El faro), Claes Bang o Anya Taylor-Joy (a la que Eggers lanzó en La bruja) y un presupuesto de 83 millones de euros (90 millones de dólares): maná para la producción, lastre para la independencia. La cuadratura del círculo.
La videoentrevista, realizada hace dos semanas, se desarrolla tras la publicación en la revista The New Yorker de un ambicioso perfil sobre el cineasta en el que Eggers acababa confesando su desesperación ante las injerencias del estudio sobre su obra. ¿Se siente reflejado en ese reportaje? “Me pilló justo cuando estaba asumiendo los cambios provocados tras unos primeros pases con público”, explica riendo desde Londres, en un tono muy distendido. “Dije lo que dije, cierto, pero creo que han seleccionado mis frases más llamativas. Le prometí al estudio una película de vikingos entretenida, y ellos han arriesgado su dinero”.
El presupuesto inicial era de 65 millones de dólares, que alcanzó los 90 millones a causa de los protocolos anticovid. “No va a haber montaje del director ni cosas así, esta es mi película y estoy orgulloso de ella”. Por su manera de rodar, largas tomas de aroma teatral, tampoco parece que hubiera muchas alternativas para remontar la película. “Pasé momentos de mucha frustración, y es cierto que la posproducción de esta película fue el momento más doloroso de mi vida. Pero a la vez fue necesario para que la película fuera lo que es”, rememora. “Al final, la presión del estudio ha sido muy positiva. Yo prometí un filme de vikingos entretenido... y el entretenimiento no es mi instinto primario”. Y suelta una carcajada.
No le quedaba otra posibilidad que recurrir al sistema de los estudios para levantar una producción tan ambiciosa. “Han respetado mis decisiones, como contar con todos mis colaboradores, y asumo que mis errores son míos, no provocados por el modo de trabajar con una gran productora”, reconoce. “Ha habido respeto y honestidad por ambas partes, y yo he sumado sufrimiento”, concede.
Al final, la presión del estudio ha sido muy positiva. Yo prometí un filme de vikingos entretenido... y el entretenimiento no es mi instinto primario”
Eggers conforma junto a Jordan Peele (Déjame salir, Nosotros) y Ari Aster (Hereditary, Midsommar) el trío de cineastas estadounidenses que han cambiado el modo de narrar el terror, acercándolos a una creación de director autor. Los tres estrenaron sus segundas películas en 2019, y los tres tienen nuevo largo en 2022. “Son buenos referentes y compañeros de viaje”, concede. Sin embargo, Eggers aporta una visión única: en sus historias lo terrenal y lo mágico o sobrenatural están mezclados sin necesidad de mayores explicaciones. De ahí que su cine recurra a otras épocas para desarrollarse. “Eso es lo que me atrajo de los vikingos. En mi viaje a Islandia me sentí abrumado e inspirado por sus paisajes. No podía sustraerme a la llamada de sus sagas. Además, los vikingos eran forajidos y psicópatas, cierto, pero a la vez muy complejos: poetas, artistas, muy religiosos. En sus creencias se sentían muy unidos a la naturaleza, eran animalistas, y al mezclarlo con su violencia acabaron haciendo rituales que incluían sacrificios humanos. Y por supuesto, creían en el destino: no había manera de librarse de una existencia marcada”, explica.
El actor Ethan Hawke ha contado en la promoción que siempre se había preguntado si estaría en un rodaje al estilo Apocalypse Now, con “alguien intentando ir más allá”. Lo encontró en El hombre del norte y Eggers, “un cineasta con pelotas, desmesura y la arrogancia suficiente para intentar hacer una obra maestra sobre vikingos coescrita con un poeta islandés [Sjón]”. Por alusiones, el director responde: “Ethan ha sido un maravilloso colaborador. Y es cierto que tanto en el corazón de la película como en el rodaje ha habido algo demente”. Como casi todos sus personajes protagonistas: “Volverme loco es uno de mis mayores miedos, y mi cine encara mis temores”.
Los vikingos eran forajidos y psicópatas, cierto, pero a la vez también complejos: poetas, artistas, muy religiosos”
Sobre su precisión en la ambientación, que alcanza detalles que solo Eggers disfruta, únicamente tiene una respuesta: “Tenía que ser así”. Sjón basó el guion en The History of the Danes, un texto del siglo XIII del historiador medieval Saxo Grammaticus, que a su vez se inspiró en leyendas islandesas donde aparecía Amleth, el vikingo que Shakespeare —autor que por cierto Eggers adora, aunque prefiere ver “sus obras en el teatro y no adaptadas al cine, por cómo escribía”— convirtió en Hamlet. “En 2016, tras estrenar La bruja, mi esposa y yo viajamos a Islandia. Una amiga de nuestra adolescencia en Brooklyn nos dijo que teníamos que ir a ver a Björk, a la que ella conocía. Y fuimos a su casa. Nos cocinó y nos presentó a Sjón, amigo suyo. De vuelta en Estados Unidos leí sus libros y descubrí que compartíamos la idea de lo mágico y lo terrenal como algo entrelazado”.
Un año más tarde, Skarsgård, que se había pasado su infancia paseando con su abuelo viendo piedras con inscripciones con runas y que por ello también estaba esperando una oferta así, aceptó protagonizar el filme, y entonces Eggers telefoneó a Sjón para que se sumara al guion. En el viaje se unió Björk, que encarna a una bruja en pantalla, tras 17 años alejada de la actuación. ¿No es buen momento para convencer a la cantante islandesa para que haga más cine? “¡Buena suerte, compañero!”, responde Eggers. Queda claro.
Eggers no ha dejado atrás las frustraciones. Su rodaje de una nueva versión de Nosferatu, otro proyecto en marcha desde hace mucho tiempo, ha vuelto a quedarse colgado. “Tenía que haber empezado a rodar en Praga a inicios de este año”, confirma. Con Anya Taylor-Joy y el cantante Harry Styles, aunque nunca se hizo público quién iba a encarnar al vampiro. A Styles le han devorado otros rodajes, y tuvo que abandonar el proyecto. “Lo he intentado dos veces, y puede que esté destinado a no rodarla”, explica. Tampoco ha cuajado su miniserie sobre Rasputín. “La invasión de Ucrania por Rusia lo ha parado”, anuncia. Es la primera vez que se encuentra sin proyecto artístico. “Bueno, ahora toca promoción y vacaciones. Y luego...”. El remate de la frase se pierde en el aire.
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