¡Ahí resopla!
'El faro' propone un combate embarrado cuyos dos intérpretes llevan al límite con las armas del mejor histrión
EL FARO
Dirección: Robert Eggers
Intérpretes: Willem Dafoe, Robert Pattinson
Género: terror, Estados Unidos, 2019
Duración: 110 minutos.
Lo primero que conocemos del viejo farero que el actor Willem Dafoe interpreta en esta intensa película es el sonido de su pesada orina y el de una flatulencia. No será el único pedo de una película pegajosa, asfixiante y sucia. Lo mínimo que tendrá que soportar el otro farero, el joven ayudante que da vida Robert Pattinson, son los malos olores. El Faro, segundo largometraje del estadounidense Robert Eggers después de La bruja (2015), es un desquiciado duelo entre dos personajes que deben convivir durante cuatro semanas en un islote perdido en medio del océano. Un combate embarrado cuyos dos contendientes llevan al límite con las armas del mejor histrión.
Como ocurría con su anterior filme, Eggers documenta su historia con mitos y leyendas del folclor popular. Sus películas recurren a lo ancestral como vehículo novedoso. Una mirada antropológica que esta vez nos lleva a la Costa de Maine en el siglo XIX. Allí sitúa a sus dos tipos, un lobo de mar obsesionado con el faro que custodia y un pobre diablo acorralado por el mar y la locura. El cine de Eggers está cargado de referencias literarias, pictóricas y cinematográficas. También simbólicas: hay pájaros alegóricos y sirenas que representan el deseo sexual más autodestructivo. Podría resultar cargante, pero como ocurría en La bruja hay coherencia en su propuesta. Aquí, en un blanco y negro que le permite nadar por la superficie y también por las aguas del subconsciente y los sueños, echa mano de la Biblia de todo relato marino, Moby Dick, pero también de otros textos y poemas de Edgar Allan Poe, Stevenson, Lovecraft o Coleridge.
Las referencias (de Los pájaros de Hitchcock a El Tesoro de Sierra Madre, de Houston, o M., de Fritz Lang) no son los de un repelente simulador sino los de un voraz lector y creador de imágenes en busca de sí mismo. A sus 36 años, Eggers representa junto a Ari Aster y los hermanos Safdie el brote verde más original del cine de género indie de su país. Más allá de La Bruja y sus aquelarres, Eggers es capaz de asumir el riesgo de todo cineasta ambicioso. Y así, su fálico faro de luz blanca y cegadora es el espejismo en tierra de ese mal en estado puro que emerge del fondo del mar para que los hombres se atraganten con el siempre aterrador grito de "¡Ahí resopla!".
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