Explotando a los Sex Pistols
La serie televisiva de Danny Boyle nos recuerda la asombrosa voracidad de las discográficas
Hay mucha curiosidad ante Pistol, la serie televisiva de seis capítulos consagrada a la trepidante biografía de los Sex Pistols. Mientras se acerca el 31 de mayo, fecha prevista para el estreno, la productora FXP mantiene un embargo riguroso sobre las secuencias filmadas por Danny Boyle. Solo han filtrado algunas fotos que han causado cierta inquietud: los actores seleccionados, vaya, no se parecen demasiado a los miembros originales de los Sex Pistols. ¿Importa eso? No demasiado: confiamos en la habilidad de Boyle para escenificar esa comedia-drama que, grosso modo, todos conocemos. Hace más de 40 años que sabemos que la supuesta revolución de los Pistols en realidad fue una elaboración ideológica de la prensa musical. Aunque el tópico ha prosperado tanto que muchos todavía creen que los Pistols fueron la reacción juvenil a Margaret Thatcher, cuando el grupo ya había dejado de existir cuando Maggie llegó a primera ministra.
De no ser por las truculentas muertes de Sid Vicious y su novia, todo habría quedado en pura narración picaresca. Y algo de mascarada hubo, con los supervivientes golpeándose ciegamente en pos de la piñata del dinero acumulado por Malcolm McLaren, su voraz manager. Que hubiera disfrutado con la paradoja de la actual respetabilidad de los antiguos proscritos: en determinados territorios, incluyendo España, la serie es una exclusiva del canal Disney+.
Podían presumir de anarquistas, nihilistas o situacionistas pero contratan a los mejores abogados de la City. Como habrán oído, John Lydon intentó zancadillear el proyecto de Boyle mediante el veto de las grabaciones originales, unas objeciones seguramente fáciles de resolver mediante un cheque con seis o siete dígitos. Fue derrotado en los tribunales: el listo de la banda había olvidado que, debido a un pacto previo, el uso de esa música se decide mediante votación democrática. Y que tanto Steve Jones (guitarrista) como Paul Cook (baterista) siempre necesitan dinero contante y sonante.
En su afán por controlar el relato del mito Sex Pistols, Lydon ha terminado por hacer buenas las pillerías de McLaren, el conceptualizador del grupo. Lydon acepta la sobreexplotación de las grabaciones. Y, a pesar de fracasar su chantaje, también se beneficiará de The Original Recordings, la enésima recopilación de los Pistols, que coincidirá con el estreno de la serie de Boyle.
Debe ser algún tipo de récord. En su vertiginosa vida, los Sex Pistols editaron un disco y un puñado de singles con caras b apetecibles. Tan parvo legado ha sido la base de una docena de recopilatorios feos e incompletos que las discográficas sucesivas (Virgin, EMI y ahora Universal) tienden a justificar por la desfachatez del grupo, aunque hace tiempo que suena a excusa pobre para no hacer un upgrade sonoro.
The Original Recordings ejemplariza hoy el cortoplacismo del negocio: se trata de sacar el producto en múltiples soportes, para que al menos piquen los fanes acumuladores. Aquí se traduce en un disco compacto, un doble vinilo y —justo lo que el mundo necesitaba— una casete con cinco diferentes portadas. Convendría hablar algún día del coleccionismo de discos como patología.
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