‘Belle’, la animación japonesa en el metaverso de Zuckerberg
Mágica y sensible, la película de Mamoru Hosoda compone un retrato de máscaras de plena contemporaneidad adolescente
La plena armonización de lo cotidiano y de lo ilusorio, del matiz social y de la fantasía arrebatada siempre ha formado parte de la obra de Mamoru Hosoda, uno de los grandes de la animación japonesa de las dos últimas décadas. Con Belle, bella y terrible, mágica y sensible, el director de las fundamentales Summer Wars (2009), El niño y la bestia (2015) y Mirai, mi hermana pequeña (2018) es capaz de componer un retrato de máscaras de plena contemporaneidad adolescente, mientras se retrotrae una vez más al mito de La Bella y la Bestia; de reflexionar sobre la soledad, el trauma, la timidez y la tristeza juveniles, al mismo tiempo que se despliega un universo de colores casi chirriantes en un espacio virtual con cinco mil millones de seguidores.
El azul turquesa, el rosa y el malva dominan en un metaverso llamado U, donde la protagonista, de 17 años, reina por medio de un avatar llamado Belle. En su vida a pie de calle, sin embargo, ella es Suzu, una chica introvertida, asolada por la tragedia de la muerte de su madre en un accidente, delante de sus ojos, cuando era pequeña. Nadie sabe que Belle, a la que la comunidad cree una estrella de la canción de arrebatadora personalidad, es la apocada y esquinada Suzu. La idea, en la que confluyen la hermosura y el contraste estéticos y la reflexión psicológica y social, es interesantísima. Porque, además, el contrincante que Belle va a encontrar en ese mundo virtual, apodado La Bestia, también tiene doble condición: en su vida real es un crío maltratado físicamente por su padre.
El imperio de los “me gusta”; el atrevimiento en redes, con acciones, actitudes y respuestas inimaginables en el cara a cara ordinario; la doble personalidad del ser humano; la sublimación en el universo virtual de la tragedia cotidiana; y la voracidad de las redes sociales. Hosoda, también guionista, aglutina situaciones de hoy en día en cualquier pequeña habitación de pueblo o ciudad del mundo, envolviéndolas en una película protagonizada por una cantante líder de masas tras la que se esconde una simple sufridora. La tristeza en el hogar de la madre muerta —con la difícil relación con el padre, no mucho menos ausente que la fallecida— y el ambiente en el instituto, con los flirteos adolescentes, los habituales escalones sociales y un ligero toque de comedia loca que le viene fenomenal a la historia para coger aire fresco, están dibujados por Hosoda con pulcritud, minuciosidad y un exquisito gusto por el detalle. Por el contrario, la exuberancia del metaverso de U (¿Es esto lo que pretende Marck Zuckerberg?) traspasa la pantalla con tal libertad de formas que los diseños de ambas vertientes casi parecen de obras distintas. Las dos, fabulosas.
Hosoda ya había creado en Summer Wars una suerte de resurgimiento del reino mágico de Oz, con el que introducirse en una nueva existencia al margen de las tristezas cotidianas. Con Belle da un paso más porque, tras las referencias a La Bella y la Bestia, lo que se esconde es una exhortación acerca de algunos de los peligros de la Red. Principalmente, los de pensar que los problemas se arreglan con el anonimato y que se puede fantasear con otra vida, con un mundo feliz, donde los lunares vitales deriven en perfecciones. Y es que la cosa más bella puede ser simplemente la más auténtica.
Belle
Dirección: Mamoru Hosoda.
Género: anime. Japón, 2021.
Duración: 122 minutos.
Estreno: 25 de marzo.
Babelia
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