‘Querido Evan Hansen’, un musical sobre un chico atiborrado de pastillas, sin amigos ni certezas
La historia de un joven esquinado en el lado más amargo de la vida colegial compone una atípica incursión en el género de las canciones
Para no estar de moda, la cosecha del musical cinematográfico en 2021 la firmaríamos cada temporada los fanáticos del género. El triunfo artístico de Annette, de Leos Carax; la frescura biográfica de Tick, tick… Boom!, de Lin-Manuel Miranda, desde hace unas semanas en Netflix; la un tanto hortera En un barrio de Nueva York, adaptación de la pieza teatral del propio Miranda; la animada Encanto, con ocho canciones originales del ubicuo Miranda; y a la espera del estreno de la traca final, West Side Story, en versión de Steven Spielberg. Y sin embargo, no hay mejor exponente de su tiempo que Querido Evan Hansen, el musical triste con libreto de Steven Levenson (y canciones de Ben Pasek y Justin Paul) que ha llevado a la gran pantalla Stephen Chbosky.
En tiempos de angustia existencial juvenil, un musical agónico. Así, contradiciendo la efervescencia del musical clásico americano, y superando en desasosiego la deriva hiperrealista, crítica y afligida del cine de los setenta y del Nuevo Hollywood, y a títulos como Cabaret, Tommy, Hair y All That Jazz, Levenson, Pasek y Paul crearon un musical sobre la soledad y el desequilibrio mental. La historia de un chico de instituto atiborrado de pastillas, sin amigos y sin certezas, esquinado en el lado más amargo de la vida colegial. Ganaron seis premios Tony, y el especialista en chavales al margen Chbosky ha sido el encargado de trasladarlo al cine. Una decisión que es una cuchilla de doble hoja: por un lado, el director de las excelentes Las ventajas de ser un marginado (2012) y Wonder (2017), ambas sobre el rechazo y el tormento de sentirse fuera de lo convencional, es el ideal; por otro, en un musical puro como es Querido Evan Hansen, en el que los intérpretes cantan para expresar sus sentimientos, con temas que hacen avanzar el argumento a partir de las letras y que acaban trazando a los personajes, Chbosky, sin experiencia en el género, parece un tanto perdido en la representación visual de las melodías.
La película está llena de aspectos de fondo de enorme interés: la epidemia de opiáceos y tranquilizantes entre la sociedad estadounidense, particularmente entre los chavales; la necesidad de medicarse químicamente ante cualquier inquietud, grave o menos grave; los continuos errores de una juventud a la deriva, a merced de progenitores ausentes; el suicidio adolescente; la necesidad de padres y amigos de sustituir la pena, y quizá también el remordimiento, por estrambóticas muestras de amor en comunidad, y también a destiempo, sobre todo a través de las redes sociales, que ayuden a superar el túnel de desconcierto.
Protagonizado por Ben Platt, que ya interpretó el personaje en las tablas de los teatros de Broadway, Querido Evan Hansen es un musical para los muy acérrimos al género. Los alérgicos a la expresión de sentimientos por medio de la música y a la poesía de las letras, ya pueden darse la vuelta. Ahora bien, pese a la planicie en la dirección de Chbosky con la visualización de las canciones, sin un solo momento perecedero de puesta en escena, los fans del género pueden encontrar el genuino producto de un tiempo de tristeza, crisis e impostura. La desolada canción del tormento interior contemporáneo.
QUERIDO EVAN HANSEN
Dirección: Stephen Chbosky.
Intérpretes: Ben Platt, Julianne Moore, Amy Adams, Kaitlyn Dever.
Género: musical. EE UU, 2021.
Duración: 137 minutos.
Estreno: 10 de diciembre.
Babelia
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