‘Espíritu sagrado’, objeto cinematográfico no identificado desde Elche
Chema García Ibarra es otro fastuoso perro verde, figura indispensable en una cinematografía como la española, no demasiado dada a estos fenómenos paranormales de la creación
Si hubiera que citar el mejor cortometraje español de la primera década del siglo XXI, entre los favoritos estaría sin duda un artefacto cinematográfico aguerrido y extraño, pero nunca extravagante, titulado El ataque de los robots de Nebulosa 5 (2008). Una pieza fabulosa con un descacharrante humor negro y una ilusionante incorrección política que, partiendo de la cotidianidad acababa aterrizando en una especie de ciencia ficción de andar por casa maravillosamente pedestre. Por comparación, los inolvidables gorritos de papel de plata de Señales, de M. Night Shyamalan, pasaban a ser lujosos efectos especiales.
Su autor era Chema García Ibarra, un ilicitano salido de la nada, que desde entonces ha ido forjando una sólida (y rara) carrera en el formato corto con títulos como Misterio (2013), sobre una mujer con dos ilusiones, tener gatos y viajar al espacio, y La disco resplandece (2016), aparente docudrama multicultural de botellón desolado, ambientado en parajes inhóspitos y en una ruinosa discoteca de pueblo. Ahora, tras más de una década obteniendo premios en festivales nacionales e internacionales, por fin llega su esperada primera película: la inequívocamente suya Espíritu sagrado, hija bastarda de El ataque de los robots de Nebulosa 5, en la que de nuevo lo aparentemente surreal se funde con lo cotidiano. Un relato protagonizado por un grupo de personajes del montón y al borde del encefalograma plano, pertenecientes a la asociación ufológica Ovni Levante, sita en un local de una Inmobiliaria llamada Galaxia, bajo cuyo cartel se puede leer la pintada de aviso: “Estafan familias pobres”.
En esta última descripción se aglutina parte del singular mundo de Ibarra. Un universo en el que caben las ferias esotéricas, los recitales de poesía cósmica, un abducido por los extraterrestres que habla desde un laringófono, risibles programas de la televisión local, bares cutres con el suelo repleto de servilletas sucias y cáscaras de gambas, casas presididas por el mueble-bar y el tresillo orejero, y hasta un viaje al espacio a bordo de los míticos torpedos de las ferias de los pueblos.
El esquinado humor de Ibarra, siempre recitado por intérpretes no profesionales, alcanza cotas insuperables de riesgo: “Lo bueno de tener un hijo subnormal es que no tienes que preocuparte de que te lo roben”, dice una niña en una redacción para el colegio. Y, para rematar la faena, la película, Mención especial en el festival de Locarno, queda registrada a través de su habitual desaliño deliberado: planos en los que los cuerpos quedan cortados por la mitad; fotografía de Ion de Sosa intencionadamente desangelada.
Artista al margen, como también lo fue el Santiago Lorenzo de Mamá es boba, con la que tantos paralelismos pueden encontrarse en forma y fondo, y ahora el Juan Cavestany de, entre otras, Gente en sitios y Esa sensación, Ibarra es otro fastuoso perro verde, figura indispensable en una cinematografía como la española, no demasiado dada a estos fenómenos paranormales de la creación. Y en el caso de Espíritu sagrado, además, con un formidable giro argumental en el desenlace, que dejará boquiabierta a la platea, rematando así un aparentemente disparatado objeto cinematográfico de digestión compleja por fuera, con mucho de asunto serio por dentro.
ESPÍRITU SAGRADO
Dirección: Chema García Ibarra.
Intérpretes: Nacho Fernández, Llum Arques, Joanna Valverde, Rocío Ibáñez.
Género: comedia. España, 2021.
Duración: 97 minutos.
Estreno el 26 de noviembre.
Babelia
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