‘Distancia de rescate’, el espejo de los terrores que atenazan desde la maternidad
Claudia Llosa presenta en San Sebastián su adaptación de la novela de Samanta Schweblin, coprotagonizada por Dolores Fonzi y María Valverde
Aún no había acabado Claudia Llosa (Lima, 44 años) de leer Distancia de rescate, la primera novela de la escritora argentina Samanta Schweblin, —”todavía me quedaban las últimas páginas”— y sintió que allí estaba su nueva película. “Nunca había vivido ese impulso, y sentí que podía visualizarla, que a pesar de los numerosos retos que tendría que encarar, y de las voces que me iban a recomendar que no la hiciera, algo efectivamente pasó”, recuerda. La realizadora peruana, ganadora de la Berlinale de 2009 y candidata al Oscar por La teta asustada, hace la videoentrevista desde la selva colombiana, donde se encuentra rodando una serie para Apple TV con “mucha acción”. De ahí viajó directa al festival de San Sebastián, donde su Distancia de rescate, producida por Netflix, es el plato fuerte del lunes, 20 de septiembre, en el concurso oficial. En esta plataforma se estrenará el 13 de octubre y una semana antes en salas españolas.
Entre las complicaciones que afrontó Llosa en el camino estaba que en el libro la historia la narra una voz en off. “Fíjate que me encantó ese problema. Porque con ella se genera una tensión, se forman unas capas al discurso, ya de por sí complejo, porque la historia parece un juego de cajas chinas, con un relato dentro de un relato dentro de un relato, que me hipnotizaba. Con todo, lo veía y no dudé mucho”, apunta Llosa, que vuelve al castellano tras su apuesta internacional con No llores, vuela (2014). En Distancia de rescate se cruzan dos madres con sus hijos, atadas de manera distinta, por fatalidades de la vida, con ellos: ese hilo es la distancia de rescate, el trecho físico —o filosófico— asumible de lejanía para salvar a un vástago en caso de accidente. Una de las dos mujeres siente que ese hilo ya se ha roto, y los terrores más abominables habitan en su interior como eco cada vez que ve a su hijo. La otra no ha dado todavía el paso en falso. Llosa puntualiza: “Tenía que ser muy precisa con la información a la vez que creaba las sensaciones, y por ello coescribí el guion con Samanta. Había que construir un reloj, pero que se sintiera como orgánico”.
Para la madre que transita de vuelta, que habita un infierno poco entendible por el resto, la cineasta llamó a la argentina Dolores Fonzi. Para la joven que aparece de nuevas, a la que arrasa el alud emocional que le sumerge en un pequeño pueblo, eligió a la madrileña María Valverde. Fonzi recuerda, desde su casa en Buenos Aires: “Me pasó lo mejor que me puede ocurrir como actriz, y es que leí el libro, que me maravilló, de una escritora que me fascina, que es de mi país y de mi edad, y al tiempo me llamaron para protagonizarla en cine. Fue el regalo máximo”. La argentina recuerda que tras aceptar el reto esperó a que encontraran a su compañera de viaje. María Valverde responde desde Madrid. “Rodamos en enero, tras sumergirnos en este universo complejo, en un salto de confianza entre las tres. Por suerte, Claudia es muy inteligente, intelectual y emocionalmente, y cuando lo siente y lo sabe, es por algo. Solo hay que seguir su guía”.
Fonzi: “Es un filme coescrito por dos mujeres, basado en el libro de una de ellas y dirigido por la otra, y con dos personajes femeninos poderosos. Hay que aprovechar el momento y los espacios que se abren para las mujeres”Dolores Fonzi
Para María Valverde, “el intercambio de las energías que se mueven entre la historia y los personajes hace que el espectador siempre se sienta atañido por la experiencia”. Y confiesa: “Como actriz, sentí que la novela intenta jugar con el lector, en si lo que se cuenta es verdad o no, en qué hechos son ciertos o imaginados, y decidí que al igual que mi personaje no juzgaría, seguiría mis instintos. Es una carta abierta al público”.
Fonzi adelgazó una decena de kilos, se concentró en un rodaje de 50 días en el que solo descansaron los domingos, como si fuese “un deportista de élite”. “Ha sido una experiencia sublime, porque al estar encerrados la realidad de lo cotidiano no interfirió en el proceso”, asegura. A la argentina le atraía la paleta de temas como “la maternidad, los agrotóxicos, el destrozo que le estamos realizando a la madre Tierra; combinados en una película muy importante para la época en que vivimos”. Para un momento y apostilla: “Déjame señalarte que es un filme coescrito por dos mujeres, basado en el libro de una de ellas y dirigido por la otra, y con dos personajes femeninos poderosos. Cocinamos un producto en nuestra salsa. Hay que aprovechar el momento y los espacios que se abren para las mujeres”.
Miedos políticamente incorrectos
Las tres ahondan en un tema capital de Distancia de rescate, la maternidad, un asunto que ha alimentado en los últimos años a un buen puñado de títulos de terror. “Es curioso, me interesa rozarlo, aunque nunca quise instaurarme en ningún lugar. En realidad, me atrae la idea del miedo a lo cotidiano, y cuando eso se proyecta a otro lugar personalmente desconecto”, reflexiona Llosa. “Porque si te mantienes en lo cotidiano tocas a todos los espectadores”. ¿Y la maternidad? “¡Ay! El miedo a la pérdida. Eso nos atenaza a las madres. Curiosamente, sabemos que la construcción de la identidad de un niño se realiza con la independencia. Y con todo... Hay incluso temores políticamente incorrectos, como cuando te entregan a tu recién nacido y dudas si le querrás o no”.
Otro tema que atrapa a Llosa de la maternidad es el simbolismo que acarrea, un yunque brutal que atenaza a las mujeres, “en contra, por ejemplo, de leyes sobre el aborto”. Y continua: “Ese simbolismo es el campo a romper para mejorar las relaciones humanas”.
Entre las capas de Distancia de rescate asoma un juego perturbador: ¿los niños están de verdad enfermos? Y si no es una alucinación, ¿es por una intoxicación provocada por insecticidas industriales o por un espíritu maligno? ¿Es un mal terrenal, místico o pura imaginación? “Desde el inicio jugamos en el campo de lo real, aunque todo es posible, y nunca negamos la otra posibilidad. No hay nada que no pueda ocurrir. No solo la intoxicación ataca a los niños, es que además el mismo miedo intoxica a las madres”, explica la directora. “Y esta reflexión marcó todo el recorrido narrativo y fílmico. Fue nuestra brújula en el proceso creativo”. Así que finalmente la cineasta ya sabe desde dónde hizo la película: ”Siempre estamos rozando, acariciando, antes de entrar en las grietas. En fin, sí, trabajo desde el borde”.
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