Peter Brook: “Si alguna vez me siento orgulloso de algo, quitadme el peso de la arrogancia”
El director teatral, de 96 años, vuelve sobre Shakespeare con ‘Tempest Project’, que se representa en el festival Grec. La leyenda viva de la escena europea habla en Barcelona sobre este montaje que forjó durante el confinamiento
“El teatro en Barcelona no sería el mismo sin la huella de Peter Brook”, ha dicho este mediodía el director del festival Grec, Francesc Casadesús, al presentar a uno de los mitos de la escena mundial en el noble espacio de La Pedrera, en Barcelona. Brook se ha querido desplazar, a sus 96 años, a la capital catalana, junto con su inseparable colaboradora, Marie-Hélène Estienne, para presentar Tempest Project, que se verá en el Lliure de Montjuïc desde este viernes hasta el domingo, en el marco del certamen barcelonés. Se trata de una relectura de una de las últimas obras escritas por Shakespeare, La tempestad, que surge de un taller impartido en febrero de 2020, semanas antes de que estallase la pandemia del coronavirus, en el teatro de Brook en París, Bouffes du Nord. “Necesitábamos hacer una tempestad libre y accesible”, ha dicho el director. La Filmoteca de Catalunya inicia además este jueves un ciclo en el que se exhibirán sus proyectos cinematográficos.
Peter Brook, británico de nacimiento y parisiense de adopción, utiliza una silla de ruedas y ha viajado en coche a Barcelona desde Montpellier. Se ha mostrado feliz de volver a una ciudad a la que le une una larga relación: de hecho, su montaje La tragedia de Carmen marcó, en 1983, la conversión del Mercat de les Flors en espacio escénico. “Estoy muy contento de estar aquí”, ha dicho. Con un hilo de voz, ha tenido la amabilidad de participar en la presentación y, a pesar de su delicado estado físico, se ha mostrado expresivo y con la mente clara. No obstante, no ha podido responder a todas las preguntas que la prensa tenía preparadas por encontrarse cansado, a pesar de intentarlo pidiendo un receso para reposar unos minutos.
Tempest Project, un taller de investigación, es la tercera versión que Brook dirige de La tempestad. “Las obras siempre se pueden manejar, modificar, volver a trabajar, ese es su gran misterio”, ha argumentado Estienne. Brook lo corrobora: “Más allá del argumento, en las palabras de Shakespeare hay muchos significados que no captamos en la primera lectura”, ha defendido el premio Princesa de Asturias de las Artes de 2019. “Shakespeare es poesía, porque cada palabra tiene sentido”. Lo dice alguien que, según ha confesado, entró en el teatro a una edad muy tierna gracias al bardo: “A los ocho años monté en un teatro de marionetas Hamlet e invité a toda mi familia. Yo leía en voz alta e interpretaba a todos los personajes. Mi padre, al acabar mi representación, me dijo: ‘Mira, niño, me parece que no serás actor nunca’”, ha recordado entre sonrisas.
“Lo esencial de un texto está tapado, hay que buscarlo entre las palabras”, ha explicado el autor de la monumental Mahabharata. “Me parece simplemente idiota el comentario de alguien diciendo que tal actor ha estado perfecto como Hamlet. No, hay que ser modestos y respetuosos con lo más desconocido, porque una obra no la conocemos nunca del todo”. De todas formas, afirma que “La tempestad reposa sobre los actores. Sí, a veces me duermo en el teatro, porque si en un espacio vacío los actores no te atrapan, entonces te puedes aburrir terriblemente. Nunca se puede reemplazar la parte humana”.
Quien se encargó de buscar entre las palabras fue el actor y guionista recientemente fallecido Jean-Claude Carrière, colaborador habitual de Brook y también de Buñuel, que realizó la traducción al francés de la obra. “Él le dio ese tono sencillo que llega a purificar el texto”, ha dicho Brook con admiración. Estienne ha insistido: “Carrière hizo un francés simple, nada enrevesado ni pedante, pero manteniendo toda la riqueza del mensaje”.
“Todos los lugares tienen una resonancia”, ha comentado Brook, golpeando la mesa con un vaso para demostrarlo. “Esta obra la comenzamos con un taller de resonancias, antes de los ensayos, luego empezaron las pruebas con los actores: hablar, oír, repetir...”. La tempestad nos demuestra que los humanos “no son marionetas”, según Brook: “Cada uno es diferente y cada uno lleva dentro de sí mismo una tempestad que debe calmar, un deseo de libertad que debe alcanzar”, ha dicho.
El Próspero de este montaje, que contará con sobretitulación en catalán, es Ery Nzaramba, un actor formado en la tradición del teatro británico pero de origen africano, lo que lo acerca a un mundo oculto y espiritual como el que aparece en La tempestad, sostiene Brook. La obra, con un elenco original de intérpretes de varias nacionalidades (algunos de los cuales, por culpa de la pandemia, no han podido desplazarse a Barcelona y han tenido que ser sustituidos por otros de la compañía), va revelando a medida que avanza esos secretos y significados que buscan Brook y su equipo. “El deseo de venganza acaba en el perdón”, ha recordado Brook como una de las moralejas de la obra, que el director considera que es más una lección de teatro que una obra propiamente dicha.
Debido a las restricciones sanitarias en todo el mundo, la obra no se ha podido estrenar hasta la semana pasada, después de varios talleres realizados en distintas ciudades, en Montpellier en un formato “obra-taller”, en palabras de Casadesús. La versión que presentará en el Lliure será la primera “teatral”, según el director del Grec. El espectáculo estará de gira y en abril de 2022 se prevé (ahora sí, con permiso de la covid) el estreno en París.
Peter Brook, todo elegancia y humildad a sus 96 años y con una carrera mítica a cuestas, se despide manteniendo los pies en el suelo: “Si alguna vez me siento orgulloso de algo, ponedme bajo la ducha y quitadme de encima todo el peso de la arrogancia”.
ANÁLISIS: Relatos con luz y sentido
El apellido de sus ancestros es Bryk, pero su padre, un ruso judío huido a Inglaterra ante el avance alemán durante la I Guerra Mundial, hubo de aceptar que el oficial de pasaportes británico le inscribiera como Brook. En su primera etapa, el teatro de Peter Brook era una fábrica de ilusiones, un mundo al otro lado del espejo, un polvorín de ficciones. Pero Tyrone Guthrie, director que representaba a Shakespeare en una carpa, con los espectadores rodeando el escenario, sembró en él la idea de que público y actores debían compartir el mismo espacio y formar una sola comunidad.
Antes de hacer suya esta proposición, Brook dirigió a Paul Scofield, John Gielgud, Laurence Olivier, Jeanne Moreau, Glenda Jackson… y escenificó óperas en el Covent Garden. Gozaba de las mieles del éxito cuando acabó de convencerse de que la fama era un lugar sin interés, un espacio mondo pintado de purpurina, un callejón sin salida. Y decidió dar un volantazo.
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