‘El bosque animado’, la película donde Cuerda descubrió el surrealismo
El cineasta ganó el Goya a la mejor película con este filme, escrito por Rafael Azcona, que mezcla lo cotidiano y lo fantástico en un bosque gallego
Con El bosque animado (1987), José Luis Cuerda, el cineasta fallecido este martes a los 72 años, no solo ganó un puñado de premios Goya, sino que ensayó por primera vez el surrealismo cotidiano, cercano y fantástico que marcaría su película más célebre, Amanece que no es poco. Escrito por Rafael Azcona, el gran guionista del cine español, el filme es una adaptación de la novela de Wenceslao Fernández-Flórez que transcurre en una fraga (un bosque gallego), donde se mezclan lo mágico con un retrato implacable, pero a la vez cariñoso, de una España de desheredados y de señoritos. Alfredo Landa ganó el Goya con su interpretación del bandido Fendetescas, al que nadie se toma muy en serio, cuyo mayor problema es la presencia de un alma en pena en el bosque (Miguel Rellán), que le quita toda la clientela. Su objetivo es convencer al fantasma de que vaya a América con la santa compaña porque además ni siquiera tiene que pagar el pasaje.
Fernando Rey, en cambio, interpreta al representante de la pequeña nobleza local en un pueblo del que tienen que irse aquellos que aspiran a una vida mejor. El filme ha envejecido extraordinariamente bien con sus historias en las que lo mágico se mezcla con lo cotidiano en un bosque que tiene vida propia. Uno de los problemas del rodaje del filme fue ese: que, ante el protagonismo de los árboles, tuvieron que buscar un bosque no invadido por los eucaliptos que no existían a principios del siglo XX, cuando está ambientada la película.
Sobre este filme escribió Ángel Fernández-Santos en este diario cuando se estrenó: "La llave maestra de la facilidad con que se ve esta, sobre el papel, difícil película hay que buscarla en la perfección del guion. Su autor, Rafael Azcona, ha logrado una sola y sólida narración, ordenada con precisión y ligereza insuperables a partir del vasto y variadísimo conjunto de relatos que, con aromas de leyenda, trenza Fernández-Flórez entre las luces y las sombras del bosquecillo de Cecebre. Sólo un escritor de cine con extraordinaria capacidad para la síntesis puede hacer tal proeza. Pero hay bajo ésta otra proeza más profunda. Azcona ha sacrificado en su versión de El bosque animado las pronunciadas singularidades de su sentido del humor, que tienen características muy diferentes al de Wenceslao Fernández Flórez, para poner su propio ingenio al servicio del ingenio ajeno, lo que demuestra una vez más que la humildad es la primera herramienta de trabajo en los grandes de su oficio".
Babelia
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