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Crítica | Diamantes en bruto
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estado actual: de excitación

Cruel y casi cómica descripción de una adicción, la del juego, expuesta en los tartamudeos vocales y las exasperantes mentiras de un joyero crápula de mirada aterrada

Javier Ocaña
Adam Sandler, en 'Diamantes en bruto'.
Adam Sandler, en 'Diamantes en bruto'.

Después de ver sus tres notabilísimas últimas películas queda patente que los hermanos Safdie saben filmar el desasosiego y provocar la excitación del espectador, quizá incluso el estrés desaforado, insoportable y apasionante. En Heaven Knows What (2014), inédita en España, acompañando a una heroinómana sin techo en una ficción sobre su propia vida, con impactante realismo y estridente música electrónica. En Good Time (2017), estrenada en sección oficial del Festival de Cannes, con la lisérgica odisea nocturna de un hombre desesperado por conseguir dinero para una fianza. En Diamantes en bruto, que se estrena hoy exclusivamente en Netflix, con la cruel y casi cómica descripción de otra adicción, la del juego, expuesta en los tartamudeos vocales, las exasperantes mentiras y la tierna huida hacia delante de un joyero crápula de mirada aterrada, desquiciado vendemotos profesional al que encarna con maestría Adam Sandler.

DIAMANTES EN BRUTO

Dirección: Ben y Joshua Safdie.

Intérpretes: Adam Sandler, Kevin Garnett, Idina Menzel, Julia Fox.

Género: drama. EE UU, 2019.

Duración: 135 minutos.

Como siempre en Ben y Joshua Safdie hay mucho del cine estadounidense de los setenta en su nuevo trabajo. En Heaven Knows What entroncaban con Pánico en Needle Park, la obra maestra de Jerry Schatzberg. En Good Time lo hacían con ¡Jo, qué noche!, que es de los ochenta pero con espíritu de los setenta. Y en Diamantes en bruto, de nuevo con Martin Scorsese, esta vez con el de Malas calles y su cine de rabia desbocada, a borbotones, con desequilibrios de guion pero con inusitada fuerza visual y sonora; y también con el Robert Altman de la insólita y ludópata California Split, y esas secuencias con cuatro o cinco personajes hablando a la vez, sin apenas profundidad de campo, turbadoras y conmovedoras.

El insigne fotógrafo iraní Darius Khondji, que debuta con los Safdie, impone unas texturas ásperas, de grano duro, iluminando una puesta en escena radicada en los primerísimos planos de Sandler y en la utilización del teleobjetivo en las fascinantes secuencias de calle. Y el formidable uso del sonido para acabar de taladrar el celebro del espectador, música electrónica de Daniel Lopatin, recursos insignes como el ruido de la puerta de la joyería cada vez que se abre, completa una obra sobresaliente en lo formal y en lo interpretativo, con gran debut de la actriz de reparto Julia Fox, y sorprendente presencia del exjugador de la NBA Kevin Garnett, que hace de sí mismo con inusitada desmitificación.

Sin embargo, como ya ocurría también con sus anteriores películas, el fondo se queda algo corto. ¿Una comedia criminal sobre la codicia? Sí, obvio, pero quizá insuficiente en este aspecto, pues apenas hay más subtextos a los que agarrarse, algo no imprescindible pero sí aconsejable. Ahora bien, el glorioso desenlace, a contracorriente y suicida, seco y cortante, rodado sin subrayados, te deja atónito. Continuemos siguiendo a los Safdie.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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