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Leonardo Padura: “Me interesa la historia para iluminar el presente”

El escritor cubano es distinguido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con la medalla Carlos Fuentes

El escritor cubano Leonardo Padura, en París, en una imagen de archivo.Foto: Getty | Vídeo: Ulf Andersen

El escritor Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha recibido numerosos reconocimientos a lo largo de su carrera. Ganador de los premios Hammet y Raymond Chandler por sus novelas policiacas, protagonizadas por el ya mítico detective Mario Conde, y del Princesa de Asturias por toda su trayectoria literaria, ahora la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara le ha otorgado la Medalla Carlos Fuentes, galardón que le produce una “satisfacción especial” por ser Fuentes uno de los pilares de aquel boom de la literatura latinoamericana que le cautivó como lector cuando era solo un joven universitario, y que, más tarde, al dedicarse profesionalmente al oficio de narrar historias, tuvo considerable influencia en su obra.

“Fue un deslumbramiento absoluto. Estos autores [y menciona a Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa, Rulfo, Carpentier, Cortázar, pero también a Borges y Fernando del Paso] fueron muy importantes para todos, con ellos la literatura en lengua española cambió por completo”, asegura en una conversación con EL PAÍS en la Embajada de México en La Habana, en el marco de la FIL. En su caso, la deuda con Fuentes y con Alejo Carpentier le viene por el modo en que estos escritores “entendieron, interpretaron y escribieron la historia”, mientras que “sin el aprendizaje de Guillermo Cabrera Infante”, dice, él nunca hubiera escrito como escribe. “Guillermo fue el creador del ‘habanero literario’, y eso nos influyó a todos los autores cubanos”.

Padura admite que La Habana es tan protagonista de sus novelas como el resto de sus personajes. Y además es la ciudad de la que nunca ha querido marcharse. Cita a otra de sus grandes influencias literarias, el escritor Manuel Vázquez Montalbán, para explicar la razón: “Montalbán decía que los poetas pueden pertenecer a una lengua pero que los novelistas pertenecemos a las ciudades, y creo que es cierto. Yo soy un escritor de La Habana, igual que Cabrera Infante lo era y sin La Habana no hubiera hecho todo lo que trascendió”.

La Habana, tierra de “mestizajes tremendos”, de entradas y salidas, el lugar desde donde Padura ha tratado “de llegar a lo universal desde las entrañas de lo local, y de lo circunscrito y limitado, a lo eterno”, que diría Unamuno. “La Habana es la ciudad en la que vivo, con la que me comunico, de la que conozco todos los códigos y su lenguaje”, explica el autor de El hombre que amaba los perros.

Además de recibir la distinción de la FIL, el escritor acaba de ser invitado a formar parte de la Academia Mexicana de la Lengua. Ya era miembro de las academias de Panamá, Costa Rica y desde 2016 de la de Puerto Rico, a la que entró junto al nicaragüense Sergio Ramírez (también ganador de la medalla Carlos Fuentes). “En aquel momento todavía no había ingresado en la academia de mi país, y Sergio bromeaba: tranquilo, Padura, que ya te vas acercando”. Desde hace dos años ya lo es. Y concede mucha importancia a su labor de académico en estos tiempos en que cualquiera le da una patada al diccionario. “Es importante el contacto con el idioma que se habla, la capacidad de fijar un idioma, de limpiarlo y evitar contaminaciones, pero a la vez de aceptar contaminaciones, porque en un mundo global es inevitable”.

En estos momentos, Padura se encuentra en plena promoción de su último libro, Como polvo en el viento, una novela coral que trata de la diáspora cubana y de los males del exilio, un tema que para él se ha convertido en una obsesión literaria. “Siempre los exilios son dramáticos. Salir de lo propio y tratar de insertarse en lo ajeno, incluso aunque sea en un país con la propia lengua, es algo tremendo, y este conflicto alimenta a un escritor”, opina Padura, que ya en La novela de mi vida trató el asunto al recrear la vida del gran poeta romántico cubano José María Heredia, exiliado en Estados Unidos en 1823 tras participar en una conspiración contra del poder colonial español. “Desde que Cuba es Cuba y desde que los cubanos tenemos conciencia de nuestra identidad, el drama del exilio nos ha perseguido”.

En el discurso con en el que abrió el Salón Literario Carlos Fuentes de la FIL, quiso reflexionar sobre su experiencia como escritor de novelas históricas. “Soy alguien que, a través de las palabras y las tramas, intenta lo mejor que puede y sabe, entender qué es lo que hay arriba, qué es lo que hay abajo, qué es lo que ha habido antes, y hasta qué es lo que habrá después”, señaló, aclarando que, a su juicio, “no hay fórmulas” para escribir novelas históricas. “Existen, eso sí, maneras de leer la Historia y modos de interpretarla y acercarla a nuestros intereses de diversas cualidades: ideológicos, sociales, políticos, de género, entre otros. De esas maneras de leer la Historia yo he escogido una, que a su vez es polisémica, y esa estrategia me ha permitido incluso escribir novelas con contenido histórico: es la lectura de la Historia con la intención de iluminar el presente y así tratar de entenderlo, si esto fuera posible”.

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