El rey pálido tiene color
A través de un sistema de videollamada, Israel Elejalde recita ‘Esto es agua’, un discurso que el escritor David Foster Wallace leyó para sus alumnos de Kenyon en 2005
Israel Elejalde está lejos pero te habla a la oreja y te mira a los ojos con el apoyo del Pavón y la Abadía a través de un sistema de videollamada para 20 espectadores, con el nombre muy pop de plataforma Zoom, en el ciclo Teatro confinado, título de aire casi nórdico pero certero. Elejalde recita estupendamente Esto es agua, un discurso que David Foster Wallace leyó para sus alumnos de la Universidad de Kenyon en 2005, y que él llevó a la Menéndez Pelayo en 2017. “Era una versión más larga”, me cuenta el actor y director, “con fragmentos de El planeta Trilafón, un cuento que escribió cuando empezó a tomar antidepresivos, tras su primer intento de suicidio. Por un lado tiene una parte sarcástica, que sucede en un supermercado y está cerca de la stand-up comedy. Por otro, ante gestos aparentemente inofensivos, como apuntar con la mano a la frente, sientes que la imagen del suicidio no le abandona”.
DFW se ahorcó dos años después de pronunciar el discurso de Esto es agua. “Si no conoces su vida, parece un toque de humor negro. Yo creo que está avisando de alguna manera a los chavales, como si les dijera: ‘Ahora todo parece bonito, pero después la vida se llena de aburrimiento y frustraciones. Al margen de cómo acabe yo, os encontraréis con problemas, pero si sabéis distinguir entre lo que tiene sentido y lo que no, podéis salvaros’. Habla, como dice, desde el conocimiento. El error es inevitable. Es parte de la vida y hay que seguir adelante. Lo que puede evitarse es la mala interpretación del error. Alguien dijo que DFW era un misántropo profundamente humanista”. Pero la enfermedad le atacó muy pronto. Y el peso de sus novelas más ambiciosas. Se le echó encima La broma infinita, que le cuesta 10 años. Y se hunde, embarrancado con El rey pálido, que le rechazan, porque al principio le ocupa casi dos mil páginas.
Lo admirable es que Elejalde sabe mostrar la angustia de DFW y al mismo tiempo lo gracioso que podía ser. Como actor, tiene aquí algo de Robin Williams, colocando los toques de humor y de amargura en los momentos precisos. Tiene un hervor de pasión que me recuerda al profesor de El club de los poetas muertos. Es ahí donde asoman el cruce de idealismo con tormento, que Elejalde destila también a la perfección.
“Yo me considero ateo”, dice, “pero pienso, como él, que hay que creer en algo. No basta tu propia individualidad para vincularte con el mundo, porque eso te va a comer. Y caerás en una tremenda soledad. Carlos Aladro, director de La Abadía, me propuso reponer La fiebre, de Wallace Shawn, pero con este modelo no era adecuado, y opté por una versión reducida de Esto es agua, que más adelante quiero hacer con el texto que llevé a Santander. La recaudación [cinco euros por entrada] va a #YoMeCorono, que hacen investigación científica en Barcelona”. Y del 10 al 12, a las 18.00, Sea Wall, de Simon Stephens, dirigida por Carlos Tuñón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.