“Debería haber castigos severos para las casas de subastas que vendan piezas robadas”
El coleccionista británico Christian Levett ha restituido a España siete cascos celtíberos que adquirió sin saber que procedían de la expoliación de un yacimiento en Zaragoza
Hace solo unos meses que Christian Levett se instaló en Florencia y todavía se admira, dice, de las maravillas que ofrece a un apasionado del arte en general y del renacimiento italiano en particular como él. Pero a la hora de aumentar su nada desdeñable colección de arte, que incluye piezas de origen griego, romano o egipcio, este antiguo gestor de inversiones británico, de 49 años, ha tomado una decisión drástica: ni objetos antiguos ni pinturas renacentistas. “Ahora me limito al arte de posguerra”, dijo en entrevista con EL PAÍS en París.
Este hombre habituado a navegar en el a menudo brutal mundo de las finanzas se dice escaldado del mercado de antigüedades. No es para menos: hace cuatro años descubrió que los siete cascos celtíberos que adquirió legalmente —o eso creía— en una casa de subastas alemana reputada y que constituían una de las atracciones principales del museo de Arte Clásico de Mougins que fundó en esta ciudad del sur de Francia para mostrar su colección privada, procedían del saqueo en los años 1980 de una excavación arqueológica en Aranda de Moncayo (Zaragoza).
Tras año y medio de gestiones no siempre sencillas, Levett devolvió este miércoles, en una ceremonia en la Unesco, las piezas celtíberas, únicas por su excepcional estado de conservación. Los cascos deberían estar expuestos a partir de este jueves en el Museo de Zaragoza, el lugar más próximo al yacimiento de donde fueron expoliados hace más de 30 años.
Su ubicación final todavía tiene que ser aprobada formalmente por el Consejo de Patrimonio, algo que no sucederá probablemente hasta abril, adelantó el director general de Bellas Artes, Román Fernández-Baca, que asistió a la devolución de los cascos celtíberos. Aun así, se da por sentado, dijo, que Aragón será el destino definitivo de unas piezas que nunca debieron salir de España.
Levett, que se enorgullece de su apoyo al arte —ha patrocinado exposiciones en el British Museum o la Royal Academy, además de financiar excavaciones arqueológicas en Reino Unido, Italia, Egipto y hasta España— coincide. “Estos cascos han sido robados a los españoles y no me pertenecen. No quiero piezas robadas en mi colección, lo único posible era devolverlas de forma inmediata”, explicó.
Pero que haya dado este paso de forma voluntaria y sin exigir nada a cambio, como destacan los responsables del ramo, no quiere decir que no le moleste lo sucedido. De hecho, aunque no pierde en ningún momento sus exquisitos modales, su rostro se endurece cuando piensa en los 250.000 euros que pagó por los cascos a la casa de subastas y en la, al menos hasta ahora, falta de consecuencias para esa empresa a pesar de haberle vendido como legítimo un material fraudulento. Eso tiene que cambiar, reclama.
“Estoy muy feliz de devolver estos objetos porque son patrimonio de los españoles y no tengo problema alguno con ello, pero esto me ha costado un cuarto de millón de euros y tiene que haber castigos más severos para las casas de subastas y los marchantes profesionales. La gente compra con confianza porque cree que hace una compra legal y de pronto no lo ha hecho”, indicó. En su opinión, “si solo se castiga a un lado de la cadena de suministro y no al otro, el sistema continuará. Pero si se castiga a los dos extremos de la cadena, los que expolian y los que los venden, quizás la cadena de suministro empiece a romperse”.
Mientras esto no suceda, seguirá limitándose a aumentar su colección con arte de posguerra. “A menos que un objeto tenga un origen absolutamente indiscutible, no voy a volver a tocar una antigüedad”. Eso sí, promete, viajará a España para visitar los cascos celtíberos que tuvo en sus manos y el yacimiento de Aranda de Moncayo, para el que efectuará, dice, una donación cuyo monto aún no ha decidido.
La restitución más importante desde la batalla por la fragata Nuestra Señora de las Mercedes
El embajador español ante la Unesco, Andrés Perelló, no podía ocultar su entusiasmo el miércoles en la ceremonia de entrega voluntaria de los siete cascos celtíberos expoliados. “Estamos ante un acto de restitución cultural histórico que, por su simbolismo, es el más importante desde la recuperación del tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes” tras el largo litigio con la empresa cazatesoros estadounidense Odyssey, recordó.
No ha sido un camino sencillo. De hecho, han pasado más de tres décadas desde que los cascos fueron expoliados en un yacimiento en Zaragoza hasta que los responsables fueron condenados, el año pasado. Y pese a que durante años las autoridades españolas fueron alertadas de la posibilidad de una venta fraudulenta, no reaccionaron y los cascos fueron adquiridos en varias subastas. Aun así, el director general de Bellas Artes, Román Fernández-Baca, reivindicó el trabajo de las autoridades españolas que permitieron la detención de los saqueadores y la recuperación al menos de parte del material expoliado. “En contra de lo que muchas veces se ha publicado en los medios, este asunto nunca ha caído en el olvido para nosotros”, afirmó. “Siempre ha estado encimad e la mesa y, pese a los reveses que se iban produciendo, en cada momento los equipos ministeriales han buscado soluciones para tratar de recuperar los bienes expoliados en Aranda”, agregó. Al menos una parte ya ha vuelto a casa.
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