Siete cascos celtíberos únicos vuelven a España
El museo francés de Mougins cede a España una colección de yelmos expoliados en los años ochenta en Zaragoza
A finales de los años ochenta del siglo pasado, en un lugar indeterminado del término municipal de Aranda de Moncayo (Zaragoza), los expoliadores arqueológicos hicieron un triste pleno: hallaron, al menos, 18 cascos celtíberos de bronce bien conservados y fechados entre los siglos IV y II a. C. Los vendieron rápidamente en el extranjero a través de intermediarios y anticuarios. Luego, estos los sacaron a subasta. Mañana, tras casi 30 años de haberse cometido el robo, las piezas volverán a España en un acto que se celebrará en la Embajada española en la sede de la Unesco, en París.
Las piezas sustraídas en Aranda son únicas, ya que en España no se ha encontrado nunca este tipo de material militar tan bien conservado, más allá de algunos ejemplares fragmentados o muy deteriorados. Los yelmos celtíberos estaban compuestos, a grandes rasgos, por carrilleras, para evitar cortes en los laterales del rostro, así como protecciones en la nuca y en la nariz. Los de los nobles eran fabricados con bronce y los del resto de guerreros, con cuero. El interior se rellenaba con materiales vegetales o textiles para ajustarlo al cráneo. Podían llevar un remate superior (metálico o de plumas) que expresaba la importancia social o militar de su dueño.
Los intermediarios de los expoliadores de Aranda sacaron las piezas del país de forma ilegal. Las enviaron a Reino Unido y Suiza. Algunos de estos yelmos fueron ofrecidos en 2008 al Römisch-Germanisches-Zentralmuseum, de Maguncia (Alemania), que los rechazó. Lo que hicieron sus responsables, tras recibir la tentadora oferta, fue llamar directamente a la Interpol. Pero España no reaccionó. Dos de los cascos fueron comprados entonces por un coleccionista de Londres, que revendió una de las piezas en Hong Kong. Un caso que EL PAÍS, tras una larga investigación, destapó en 2012.
El resto salió a subasta también en Londres (Christie´s) en 2008 —donde se adjudicó un lote de tres piezas por 90.000 euros— y en Alemania (Hermann Historica, Múnich) en los años 2009 y 2010. Allí se vendieron otros ocho morriones más con precios que rondaban los 75.000 euros por pieza. Una parte de la colección, tras múltiples avatares, terminó en los Museos Guttmann (Berlín) y de Arte Clásico de Mougins (Francia). Esta última institución —presidida por Christian Levett— es, precisamente, la que ha decidido donar las piezas al comprobar su procedencia ilícita.
El Ministerio de Cultura español no ha hecho públicas, de momento, las negociaciones que van a permitir la vuelta de las piezas históricas. El Gobierno de Aragón admite, por su parte, que no ha participado en ellas. Previsiblemente, la colección se expondrá en el Museo de Zaragoza. “Pensamos que es el lugar donde deben estar”, manifiestan fuentes del Ejecutivo aragonés, que admiten “últimos flecos que aún no están cerrados”. A la entrega de las piezas está previsto que asista el embajador de España en la Unesco, Andrés Perelló, y previsiblemente el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán.
Los investigadores desconocen con certeza dónde fue hallado el conjunto de protecciones metálicas, aunque sospechan que podría proceder de un yacimiento detectado en la margen izquierda del río Aranda. Algunos informes señalan que los expoliadores hallaron las piezas escondidas en una grieta de una formación rocosa cercana a la desaparecida ciudad celtíbera de Aratis.
La importancia del conjunto estriba en el gran número de piezas que lo componen, algo completamente inusual en los enterramientos celtíberos españoles: apenas se encuentran ejemplares en las tumbas de los guerreros y, además, están muy deteriorados. En el caso de Aranda, el almacenamiento de estos cascos podría indicar la existencia de un arsenal militar, ya que, además de los cascos, los ladrones -hubo un detenido- pusieron a la venta diversos tipos de armas de la época. Otra posibilidad es que, en vez de un depósito, los celtíberos guardasen los cascos como ofrendas de un santuario.
En el mundo celtíbero, como en el íbero, el casco metálico representaba una defensa de prestigio. La cabeza era considerada la parte del cuerpo más importante y donde se concentraba el valor del guerrero. Por eso, cuando vencían a sus enemigos, se las cortaban, las traspasaban con un clavo y las clavaban en las puertas de sus casas.
Babelia
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