Hollywood da con el elixir de la juventud
La técnica digital que permite quitar años a los actores entra en el cine de autor con ‘El irlandés’, de Scorsese, y plantea un debate más allá de la tecnología sobre el futuro de la interpretación
Los efectos especiales más difíciles de hacer en el cine son aquellos que todo el mundo sabe que son efectos especiales. Cuando la tecnología es parte del atractivo de una película, está en la conversación y es una de las razones para ir a verla, el espectador pone especial atención, a ver qué se nota, a ver dónde está el truco. En el caso de El irlandés, además, los efectos tratan de convencernos de que algunos de los actores más conocidos del mundo no tienen el aspecto que todos sabemos que tienen. El reto para hacerlo creíble es mayúsculo. El fenómeno cinematográfico del año no solo ha traído a la pantalla la nostalgia de Martin Scorsese, Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino en una historia de mafiosos, también ha abierto una puerta al futuro de los efectos visuales, el maquillaje y la interpretación. En las salas también puede verse el otro gran ejemplo de la temporada: Géminis, en la que un Will Smith mayor se enfrenta a lo largo de toda la película con un Will Smith joven.
El irlandés abarca cuatro décadas en la vida de sus personajes y lo hace con la técnica del rejuvenecimiento digital o de-aging. Scorsese utiliza actores septuagenarios a los que el equipo de efectos visuales de Industrial Light & Magic ha quitado años digitalmente de acuerdo con la edad que deben tener en cada momento. El resultado ha recibido elogios generalizados de un público que quizá hasta ahora no había sido consciente de lo mucho que se viene utilizando esta técnica en el cine. En la promoción de la película, tanto Pacino como De Niro agradecían la poca injerencia del equipo en el rodaje: "Usaron unos botones discretos para las referencias digitales, nada de trajes de captura de movimiento".
“Te sorprendería saber cuánto existía ya en el mundo de la realidad aumentada en el cine”, comenta por teléfono Beau Janzen, profesor en Gnomon, una de las mejores escuelas de efectos visuales en Hollywood. “Lo hemos estado haciendo décadas”, afirma, desde cambiar cuerpos hasta añadir pisos de edificios. Janzen ha trabajado en producciones donde se han hecho “arreglos de belleza porque el maquillaje no era suficiente para las expectativas de las actrices”; o mover los ojos de un actor porque no estaba mirando en la dirección correcta; o mezclar frases de distintas tomas y que parezca que el actor las dice seguidas. “Todas las películas actuales y la mayoría de las series tienen algo de efectos”.
El de-aging se ha usado en películas como la saga Piratas del caribe, en X-Men: la decisión final, Capitana Marvel y TRON: Legacy. Pero El irlandés es la primera gran película de corte clásico que usa esta tecnología. Una película de Scorsese, De Niro, Pacino y Pesci, con hechuras de Oscar, aporta un nuevo nivel de trascendencia a una tecnología hasta ahora asociada al puro espectáculo visual. “Es una herramienta de Marvel en una peli de Scorsese”, resume Janzen.
Los profesionales de los efectos especiales están tan asombrados como el público en general con el resultado. “En de-aging no he visto nada parecido”, dice Janzen, cuyos créditos incluyen Stranger Things, Westworld y The Walking Dead. “Me impresionó por la cantidad de planos en los que aparece y por la resolución. Netflix hace todo en 4K, que es el doble de alta resolución”. Una minoría verá la película en el cine, pero los millones que la vean en sus televisores de alta resolución (en España, los usuarios de Netflix la podrán ver desde este miércoles) también van a poder apreciar hasta los poros de una piel creada por ordenador. Se suma “la complejidad de las secuencias y una interpretación muy delicada”, además de un especial escrutinio del público que no tienen las películas de superhéroes. El reto era formidable y, en general, los críticos se han quedado sin palabras.
En una entrevista en Sight & Sound, Scorsese argumentaba que en el fondo no está haciendo nada que no se haya hecho toda la vida. “En el cine existe la convención del uso del maquillaje”, decía. “En las películas antiguas, el público acepta que el pelo está teñido y que el bigote es falso. Te dejas llevar por el engaño”. Scorsese cita películas en las que hay un maquillaje protésico importante como en El hombre elefante (1980) o Pequeño gran hombre (1970). A pesar de que el maquillaje prácticamente oculta la cara de John Hurt y de Dustin Hoffmann, todo el mundo reconoce que son grandes interpretaciones. El de-aging es “eso en otro nivel”, dice Scorsese. “Y creo que, a largo plazo, puede acabar siendo superior”.
Craig Barron, que ganó el Oscar a los mejores efectos especiales en 2008 por El curioso caso de Benjamin Button y es profesor de efectos especiales en la Universidad del Sur de California (USC), lo ve como “otra forma de solucionar el problema de contar historias que abarcan décadas”. El maquillaje protésico solo puede aumentar las facciones de la cara, no reducirlas. A partir de una edad, la nariz engorda y no se puede rejuvenecer con maquillaje. Se puede hacer que los treintañeros parezcan septuagenarios, pero no al revés. La alternativa es contratar otro actor. Por poner un ejemplo de mafiosos, Barron cita Ángeles con caras sucias (1938), donde otro actor interpreta a James Cagney de joven.
El debate hace plantearse qué habría hecho Francis Ford Coppola de haber tenido esta tecnología disponible en 1974, cuando necesitaba un actor para interpretar a Vito Corleone (Marlon Brando) de joven. ¿Habría llegado De Niro a hacer ese papel? ¿Hay por ahí un De Niro actual de 30 años que se ha perdido la posibilidad de hacer el papel de su vida en El irlandés? Es inevitable pensar que hay una dimensión ética en el uso del rejuvenecimiento por ordenador que no ha sido debatida lo suficiente.
Para Barron, la única pregunta válida es si funciona o no. “Esta técnica, al final, depende de la interpretación. El personaje no lo crean los animadores. Lo crea Robert de Niro y lo potencian los efectos visuales. Lo único que hay que preguntarse es si interfiere con la historia”, opina Barron. Cree que El irlandés ha conseguido “expandir la paleta de posibilidades de los actores”. Le gustó mucho. “Puedes ver el arco de los personajes y nunca sientes que no son ellos. Lo importante es que la tecnología no se interpone. La película es un viaje de décadas y se ve como un todo”.
¿Hasta dónde se puede llevar? Beau Janzen asegura que los contratos de los actores ya están empezando a reflejar qué se puede hacer y qué no con sus imágenes. “Una vez que tienes la cara de alguien y puedes controlarla le puedes hacer decir cualquier cosa”. Esta realidad cada vez es más evidente con el perfeccionamiento de los llamados deep fakes, vídeos manipulados de manera inapreciable que pueden poner cualquier cara en cualquier situación, que funcionan tan bien en Internet y que incluso pueden verse en la televisión actual en los falsos debates electorales en El intermedio.
Para Craig Barron, en el cine no hay el mismo debate que en los vídeos casuales de Facebook, pues el límite siempre va a ser que funcione dramáticamente. Llevar la manipulación demasiado lejos “es arriesgado”. “Si te separas de la intención original ya no se parece a lo que hizo el actor. Sospecho que Scorsese fue muy cuidadoso en respetar la integridad de la interpretación. Si no, no necesitas actores como esos”.
“Si lo piensas, es algo que ya se hace en la portada del Cosmopolitan”, resume Janzen. “Es el mismo nivel de control de la imagen, pero en las películas. El público solo habla de los efectos especiales que se ven. No se dan cuenta de cuánto hay que no se ve. Se ha hecho durante décadas. El irlandés es la culminación”.
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