Así bombardearon a mis vecinos
Una exposición reúne las imágenes de dos fotógrafos asturianos de ambos bandos de la Guerra Civil
Constantino Suárez tenía 37 años cuando estalló la Guerra Civil y era fotógrafo profesional. Florentino López, Floro, había cumplido los 36 y regentaba un comercio en el que, además de artículos de droguería y máquinas de escribir, se vendía material fotográfico. No llegaron a conocerse, pero entre julio de 1936 y octubre de 1937 ambos retrataron el conflicto desde distintas ciudades (Gijón y Oviedo) y bandos: el primero, próximo al partido socialista, se movía por los frentes del bando republicano y en la retaguardia, y el segundo retrató los efectos del cerco a la capital asturiana, en poder de los sublevados. Una exposición en el Museo Nacional de Antropología titulada Frente a Frente reúne hasta el 29 de septiembre una selección de su trabajo.
“La única diferencia entre estas dos fotografías es el tamaño del cráter de la bomba. El que provocó la aviación franquista es más grande”, explica José Luis Mingote, comisario de la exposición, durante una visita guiada. La muestra, organizada desde el Museo del Pueblo de Asturias, propietario del archivo, ha querido mezclar las imágenes de los dos fotógrafos para trasladar el mensaje de que en muchos sentidos serían “intercambiables”, en palabras de su director, Juaco López, “porque retratan los efectos de una guerra sobre la población civil por encima de las ideologías”. Un edificio destruido, un cadáver en la acera, un grupo de gente huyendo despavorida de un bombardeo, alguien cosiendo una herida, personas levantando el brazo o el puño, eternas colas para obtener comida, una mujer besando a un niño que la agarra con todas sus fuerzas y un pie de foto que explica que ella no es su madre, sino una maestra, y el lugar no es un colegio, sino un orfanato. “La única diferencia", añade López, "es la calidad técnica de las imágenes de Constantino". También lo que les pasó después.
La exposición muestra algunas de las octavillas repartidas por los sublevados. "Asturianos: los cabecillas, los forasteros, los que tengan preparada ya la fuga son los que hacen y ordenan las destrucciones. Estáis a tiempo de castigar su traición y salvaros. Mañana puede ser tarde, Se aproxima vuestra derrota y con ella, la hora de la justicia".
Cuando las Brigadas Navarras toman Gijón, el 21 de octubre de 1937, Constantino Suárez sigue allí. No ha huido con las riadas humanas que ha fotografiado dirigiéndose al puerto en busca de un barco a cualquier parte. Escribe en su diario: “El pueblo, como en la bajamar, se retira abandonándolo todo, en masa, camino del puerto, su salvación, solo lo imprescindible llevaba. Aquella bajamar no miraba, ni se despedía, ni hablaba, todos cabizbajos caminaban, solo pensaban en salvarse. Ya no había mandos a quien obedecer; todos eran de la misma categoría. Todo se disuelve. Nadie piensa en la rendición, ya estamos rendidos... Se perdió todo, hasta la moral”. Poco después, Constantino es detenido y encarcelado como fotógrafo del diario socialista Avance. Al salir en libertad, en los años cincuenta, el Régimen le denegó el carné para ejercer de fotógrafo, así que el fotoperiodista se dedicó a ir de feria en feria por los pueblos asturianos haciendo fotos a escondidas –“como si fuera un vulgar ladrón”, lamenta en sus memorias-.
Floro corrió mejor suerte, aunque murió a los 54 años y no existen apenas datos sobre su biografía. En 1995, su sobrino, Borja Bordiu Cienfuegos-Jovellanos, donó al Museo del Pueblo de Asturias una maleta que contenía casi 2.000 negativos y positivos suyos, entre ellos, retratos de cadáveres, que fotografiaba para facilitar su identificación. “Las imágenes de Constantino Suárez, 9.000 negativos, las compramos en 1992 en un anticuario de Gijón”, explica López, que confía en que la exposición sirva ahora para dar a conocer el trabajo de dos hombres que no viajaron a España a fotografiar un conflicto armado, como otros reporteros que sí se hicieron famosos, sino "su ciudad sitiada, su guerra".
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