El aborto, de tabú a reivindicación en la literatura argentina
La marea verde pro aborto legal toma las librerías, con reediciones y novedades de ficción y ensayo
- Mamá, vos hoy dijiste que... mañana me ibas a... a sacar todo...
- ¿Yo...? Lo dije de rabia, pero no se puede hacer, la policía te lleva.
- ¿La policía? ¿Y a la señora Lola, cómo no la llevaron; y a la Paula...?
Ese diálogo entre Nefer, empleada de una estancia rural de 16 años, y su madre forma parte de Enero, la primera novela de la argentina Sara Gallardo, escrita en 1955 y publicada tres años después. En la Argentina de mitad del siglo XX, el aborto era un tabú. Había mujeres que desobedecían la prohibición legal y ponían fin a embarazos no deseados de forma clandestina, pero esas experiencias se mantenían ocultas bajo capas de vergüenza, culpa y miedo a quedar detenidas.
-A caballo hay que andar cuando se es puta, cuando se es puta, puta y reputa.
Nefer escucha estas palabras de un hombre que sospecha de su intención de abortar y cree que cabalga para lograrlo. Fue violada, pero el entorno culpa a la adolescente. Su madre también, incluso ella misma. Contra su voluntad, la obligan a continuar la gestación.
La legislación argentina se ha mantenido inalterada en los 60 años transcurridos desde que se publicó esa novela pionera: abortar es aún un delito castigado con penas de entre uno y cuatro años excepto en casos de violación y de riesgo para la salud de la madre. El año pasado, después de meses de debate y la aprobación en la Cámara de Diputados, el Senado rechazó el proyecto de ley que legalizaba la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14. Hoy en día, ni siquiera está completamente garantizado el derecho a un aborto no punible: Lucía, una niña de 11 años violada por su abuelastro, tuvo que atravesar un calvario.
Sin embargo, aunque el No ganó la batalla política, el debate previo rompió la invisibilización. El aborto dejó de ser una palabra prohibida y las experiencias personales pasaron de ser secretos confesados en susurros a aparecer en todos los medios de comunicación. Cualquiera que camine por Buenos Aires encuentra a cada paso jóvenes con pañuelos verdes a favor del aborto legal, seguro y gratuito atados en mochilas y bolsos. Quien se detenga en un escaparate a mirar libros no tardará en encontrar alguno sobre feminismo, que en Argentina tiene entre sus banderas la lucha por el derecho a decidir sobre sus cuerpos.
Con el auge de la marea verde se reeditó Enero (Fiordo), pero también otras novelas que abordaron la interrupción del embarazo en la primera década de este siglo. Lanús, de Sergio Olguín (publicado originalmente en 2002), cambia el campo por la periferia de Buenos Aires, y pone el foco en los obstáculos económicos: Francisco, uno de los protagonistas, no tiene el dinero necesario para pagar el aborto clandestino a su novia y decide robarlo.
Tres años después, Claudia Piñeiro publicó la novela policial Tuya. El embarazo no deseado de Lali, hija adolescente de una pareja de clase media-alta, la llevará a visitar una clínica abortista, pero cuando intenta comunicarse con su novio, su suegra atiende el teléfono para decirle:
- El error fue tuyo, ¿estamos de acuerdo, no?
De la misma autora es Elena sabe (Alfaguara, 2007), en la que una mujer es secuestrada por otra cuando está a punto de entrar a hacerse un aborto.
Una década más tarde, las nuevas ficciones reflejan la evolución social de Argentina: las protagonistas encuentran la forma de abortar y a quién recurrir. "Sabe cómo hacer con su hija: clavar la aguja, esperar, los gritos, los dolores de vientre, la sangre, y después juntar lo que salió en el balde y tirarlo a las gallinas", dice la narradora de "Basura para las gallinas", uno de los cuentos de Piñeiro agrupados en Quién no (Alfaguara, 2018).
Actúan en la clandestinidad, pero tienen claro qué hacer si surgen complicaciones. "Las mujeres no se mueren de esto -sentencia la Loreta. A menos que le dé fiebre: ahí sí, se saca todo y vaya a la guardia. Calladita la boca y a esta vieja ustedes no la conocen", dice la mujer a la adolescente a la que acaba de colocar una sonda para que aborte y a su hermana que la acompaña en Una nena muy blanca, de Mariana Komiseroff (Emecé, 2019).
Las mujeres de clase media y alta son privilegiadas que pueden recurrir a métodos más seguros. Al igual que las españolas que viajaban a Londres para abortar, Ariel Magnus traslada a la pareja protagonista de El aborto – una novela ilegal (Tren en movimiento, 2018) desde Argentina hasta la vecina Uruguay, uno de los pocos países de América Latina donde esta práctica es legal. Carlos Godoy en Jellyfish (Tusquets, 2019) da vida a Yaki, una estudiante universitaria de 19 años que interrumpe su embarazo con pastillas en medio del debate legislativo de 2018 por la legalización.
Abortar aún es delito en Argentina, pero Yaki está a años luz de Nafer en Enero. No siente culpa por la decisión que ha tomado para no ser madre, cuenta con acceso a información en Internet, es asesorada por socorristas, recibe atención médica y tiene un novio que la acompaña. De esa ficción se desprende la idea de un país que está a las puertas de tener aborto legal. En las calles, miles se manifiestan para que se haga realidad.
Ensayos y testimonios en primera persona
A las obras de ficción se le suman numerosos ensayos aparecidos en los últimos 15 años. La filósofa y poeta Laura Klein escribió Fornicar y matar: el problema del aborto (Planeta, 2005), que fue reeditado y ampliado bajo el título Entre el crimen y el derecho: el problema del aborto (Booket, 2013). El obstetra Mario Sebastiani narra a partir de su experiencia personal las complicaciones que acarrea la clandestinidad y da argumentos a favor de cambiar el Código Penal en Aborto legal y seguro (Paidós, 2017).
Algunos de los libros publicados tienen como eje central testimonios de mujeres que abortaron, como como La intemperie y lo intempestivo, de July Chanenton y Nayla Vacarezza (Marea editorial, 2011) y Código Rosa, relatos sobre abortos, de Dahiana Belfiori (La parte maldita, 2015). Los más recientes, en cambio, se centran en la lucha actual por la legalización: ¡Que sea ley!, de María Florencia Alcaraz (Marea editorial, 2018) y La revolución de nuestras hijas, de Luciana Peker (Planeta, 2019).
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