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¿Se pueden detectar las enfermedades por su olor?

En ‘Las nieves del Kilimanjaro’, el escritor Ernest Hemingway consigue que el olor de la gangrena se respire durante todo el relato

Ernest Hemingway sentado frente a su máquina de escribir.
Ernest Hemingway sentado frente a su máquina de escribir.Hulton Deutsch (Corbis/ Getty Images)
Montero Glez

Parece ser que el cáncer huele y los perros lo pueden detectar de manera precoz. Gracias a su fino olfato, los perros son capaces de percibir la enfermedad en sus primeras fases. Se trata de un olor oculto, el del cáncer, como oculto también es el olor del SARS-CoV-2, el virus que paralizó el mundo con la covid-19.

Para llegar hasta él, las abejas podrían servir de conductoras. Según los resultados de un estudio llevado a cabo por el laboratorio de Investigación Bioveterinaria de Wageningen (Países Bajos), las abejas pueden identificar muestras infectadas con SARS-CoV2. De esta manera se puede conseguir un método rápido y eficaz para diagnosticar el virus.

Las enfermedades huelen, de eso no hay duda. La diabetes huele, así como la insuficiencia renal. Pero si hay un olor nauseabundo, debido a la secreción de los tejidos muertos, ya sea como consecuencia de la falta de riego sanguíneo o por culpa de una infección bacteriana, si hay un olor nauseabundo que afecta a brazos, piernas y dedos, ese olor no es otro que el de la gangrena.

En Las nieves del Kilimanjaro, el escritor Ernest Hemingway consigue que el olor de la gangrena te penetre en las narices durante todo el relato. Lo hace poniendo en práctica la Teoría del Iceberg, por la cual siempre es más importante lo que no se cuenta, lo que subyace entre lineas, que lo que se cuenta, que lo que se ve en la superficie del texto.

En este caso, lo que Hemingway relata es la agonía de su protagonista en un campamento africano mientras es atendido por su mujer. La fiebre asalta sus recuerdos que basculan entre el delirio y los reproches por haberse alejado de su oficio de escritor. Así va recordando las historias que deseaba escribir y que nunca escribió y, con ello, vamos conociendo su pasado; sus frustraciones; el amor y la guerra; el París de su juventud donde todo era una fiesta. Bien mirado, lo que hace Hemingway en este cuento es contarnos su vida, o lo que él imagina que es su vida contada por un personaje ficticio, Harry, que es un trasunto del escritor norteamericano, el protagonista cazador del relato que agota sus últimos momentos de vida mientras la gangrena avanza por su organismo.

Se trata de un relato oloroso, una obra maestra que en su arranque nos ilustra acerca del Kilimanjaro, “una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y la más alta de África”, una montaña en cuya cima espera el esqueleto de un leopardo, una metáfora que identifica el paso del tiempo con la llamada de la naturaleza en su estado salvaje.

Al final, oculto entre las lineas del relato, está la respuesta a la cuestión qué subyace en el fondo del mismo relato: ¿Qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas? Tal vez, el leopardo habría alcanzado la cima llevado por el olor de alguna enfermedad humana. Hemingway tiene esas cosas.

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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.
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