La precariedad hecha arte toma La Habana
El recrudecimiento de la política de Trump impacta en la Bienal cubana
Una pesa que pesa a otra pesa y esta a su vez a otra más, así hasta llegar a seis balanzas romanas encadenadas que se sostienen entre ellas de un modo inverosímil, metáfora de cómo funciona en la actualidad la economía cubana underground, siempre en un precario equilibrio que se mantiene mientras una fuerza no intervenga. La instalación, de acero y plomo, mide casi cinco metros de altura y forma parte de Intersecciones, una de las muchas exposiciones inauguradas en la 13ª Bienal de La Habana, que se celebrará hasta el 12 de mayo bajo el título La construcción de lo posible y en cuyo programa figuran más de 300 creadores de 50 países.
El título de la obra de las pesas es Gabriel, el nombre del cuentapropista fabricante de este tipo de balanzas que se utilizan en el comercio informal cubano, y el artista es Marco Castillo, uno de los fundadores de Los Carpinteros, el conocido equipo cubano disuelto el pasado agosto. Ahora Castillo trabaja en solitario, como su excompañero Dagoberto Rodríguez, quien también muestra en Intersecciones varias esculturas de su serie Emblemas, algunas de las cuales pudieron verse en Madrid en la última feria de Arco. Rodríguez presenta en la Bienal cinco insignias de viejos coches estadounidenses —Chevrolet, Cadillac, Oldsmobile—, pero intervenidas con algunas de las palabras más pronunciadas por Fidel Castro: traición, injusticia o patria o muerte, consignas que —igual que los automóviles de EE UU que todavía circulan por las calles de La Habana— forman parte del imaginario colectivo de Cuba.
Junto a ambos, Alexander Arrechea —también fundador de Los Carpinteros en 1992 y artista independiente desde 2003— exhibe Plantación, una reflexión sobre los orígenes de la civilización, la de antes y también la de ahora, que forma parte de la trilogía El rostro de la nación y se completa con una videocreación y una instalación, que pueden verse en otros de los muchos espacios colaterales de la Bienal, que abarca talleres y estudios de artistas cubanos.
El epicentro de Intersecciones —en la galería Factoría Habana— es el conceptualismo cubano más solvente y comprometido. En la muestra se incluyen obras de Carlos Garaicoa, fotografías intervenidas en las que la ciudad y sus ruinas vuelven a ser centro de su propuesta, y también de Yoan e Ivan Capote, Toirac y Eligio Hernández (Tonel). Ese último, en su instalación País deseado construye una isla de Cuba con los objetos y adornos precarios que sus habitantes utilizan para decorar sus casas, cerámicas kitsch de indios emplumados, budas, panteras, chinos, racimos de uvas, elefantes o imágenes de santa Bárbara y de la Caridad del Cobre.
Aunque la presencia y nivel de artistas internacionales es elevada, el arte cubano contemporáneo —el de los creadores más consagrados y también el de las figuras emergentes— es el gran protagonista, al igual que ocurrió en la anterior cita. Pero a diferencia de la 12ª edición, cuando al calor de la apertura propiciada por Barack Obama la ciudad se llenó de coleccionistas estadounidenses y todo hacía presagiar que a estas alturas las relaciones entre Cuba y EE UU caminarían hacia la normalización, aquel optimismo se ha frustrado debido al recrudecimiento del embargo de la Administración Trump. La noticia de que Washington impondrá restricciones a los viajes a Cuba, a las remesas y aplicará la Ley Helms-Burton en su totalidad, cayó como un mazazo en el mundo del arte cubano.
El Museo Nacional de Bellas Artes alberga varias exposiciones bajo el título La posibilidad infinita: Pensar la nación. El museo vuelve a sus colecciones desde la transversalidad y reordena sus valiosos fondos, desde los grabados de Eduardo Laplante de los ingenios azucareros del siglo XIX a las obras de Wifredo Lam. También pueden verse piezas de artistas contemporáneos contestatarios que, tras los últimos acontecimientos políticos, cobran un nuevo sentido. Es el caso de El bloqueo, una instalación de 1991 de Tonel que es una isla de Cuba hecha de bloques de cemento, en alusión al bloqueo de Estados Unidos y también el interno.
A pocos metros de Bellas Artes, el malecón se ha convertido en un gran museo urbano. Artistas de varios países —11 de ellos españoles— muestran instalaciones, esculturas y murales en el paseo marítimo, incluido el Premio Nacional de Arte de Cuba, Roberto Fabelo, quien exhibe una inmensa tortuga con rostro humano sonriente. La obra, Al mal tiempo buena cara, juega con el modo en que los cubanos enfrentan las adversidades, una metáfora muy actual dados los tiempos duros que se avecinan.
Los artistas españoles exponen en el malecón
Por tercera vez en la historia de las bienales, Detrás del muro convirtió el malecón en el principal espacio expositivo de La Habana y es ahí donde exhibieron sus obras 11 de los 15 artistas españoles que viajaron a la isla gracias al apoyo de Acción Cultural Española, que este año sextuplicó sus ayudas al arte español para participar en el encuentro. El grafitero madrileño Suso33 intervino una fachada entera en Malecón y Belascoain con sus inquietantes pinturas de siluetas y rostros humanos, figuras que trepan solitarias por las paredes y hablan de la importancia para la ciudad de sus habitantes. "La ciudad la construyen las personas, por eso esta obra es arte humano más que arte urbano", señaló el creador, que interviene las dos caras del edificio en un guiño, también, a las dos caras de toda sociedad, también la cubana. Enfrente de su obra, mirando al mar que lleva directamente a La Florida y a Miami en un viaje de apenas 90 millas, David Magán instaló una de sus coloridas esculturas geométricas, un prisma que filtra el color a modo de los vitrales cubanos y que permite al público entrar y cambiar de perspectiva, con el cielo y el mar como parte la instalación. A la entrada de la bahía, junto al fuerte de la Punta y con la impresionante fortaleza de la Cabaña de fondo, Xavier Mascaró expone a cinco de sus guerreros, que han recorrido ya medio mundo. Son guerreros, sí, pero están en actitud meditativa y respiran quietud y paz, algo que hace falta ahora más que nunca, cuando de nuevo el viento del Norte sopla huracanado.
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