Agur, Diego, agur
No fueron pocos los problemas a los que se tuvo que enfrentar el realizador cuando asumió la dirección del Festival de San Sebastián
Y en 1986, Diego llegó al Festival de San Sebastián como director y comenzó la etapa moderna del certamen, con una estructura que se mantiene hasta el presente.
No fueron pocos los problemas a los que se tuvo que enfrentar: un festival que había perdido su categoría, en una ciudad con graves conflictos políticos, con el único apoyo del Ayuntamiento de la ciudad, una estructura administrativa caduca, la ausencia de interés por parte de la industria cinematográfica y una política de programación que había perdido el apoyo del público y de los medios de comunicación. En resumen, un Festival que había quedado trasnochado. Con el fuerte e incondicional apoyo de Pilar Miró, abordó la recuperación de la llamada Clase A, perdida en un pasado reciente y fue el responsable de dotar al Festival de una estructura de programación y de un criterio profesional que lo han hecho evolucionar hasta el momento actual. Tras una dedicación de cuatro años mejoró considerablemente la programación y consiguió bajo el lema Todos al cine que la ciudadanía sintiese el Festival como propio. Abandonó la dirección del certamen por diferencias relacionadas con la gestión del mismo, para volver tres años más tarde, como colaborador de Manuel Pérez Estremera, y finalizar la consolidación que había iniciado en su anterior etapa. Volvió a asumir la dirección del Festival en 1995 y en este período se establecieron las señas de identidad del mismo, que perduran hasta el presente.
Su gran creatividad y su capacidad de trabajar y crear equipos de los que sacaba lo mejor que podían ofrecer hicieron de él un líder indiscutible que posibilitó la modernización y la supervivencia del Festival. Trabajar con él fue un gran privilegio ya que hacía que cada jornada fuese una aventura, casi siempre con final feliz.
Babelia
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