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Clara Sánchez da forma de novela a su obsesión por la manipulación mental

La escritora publica 'El amante silencioso', la historia de una secta en Kenia en la que ha recalado un acomodado joven español

La escritora Clara Sánchez, el pasado martes en un hotel de Madrid.
La escritora Clara Sánchez, el pasado martes en un hotel de Madrid.Santi Burgos

Clara Sánchez recuerda que el calor en Mombasa era "exótico", "ácido", "muy alegre". También que su paso por esta ciudad de la costa keniana le dejó una extraña sensación de encontrarse en un mundo a la vez próximo e imaginario que pensó en convertir algún día en el escenario de una novela de intriga, con personajes engañosos y mentiras múltiples. El amante silencioso (Planeta, 2019) es el resultado en el que han cristalizado, años después, aquellas impresiones de la escritora (Guadalajara, 64 años), puestas al servicio ahora de una historia que busca reflejar el poder real de la manipulación a través de la vida de una secta en la que Ezequiel, un joven español acomodado, convive con otros tres jóvenes bajo las órdenes de Maína, un perspicaz gurú local.

Sánchez sumerge a los personajes en una “neblina engañosa” física y emocional

“Quería escribir una historia en la que estuviera presente ese arsenal emocional que tenemos los seres humanos, que se manifiesta en nuestro comportamiento y que nos permite manipular al otro, entrar en sus emociones y conseguir que haga lo que queramos“, explica Sánchez, en cuya obra el tema de la manipulación de las conciencias es fácilmente rastreable. Ahora, sin embargo, esa obsesión ha cobrado un grado superior y se ha convertido en el leitmotiv de un relato que la autora ha querido ubicar en África por el secreto “camuflaje” que considera que otorga este inmenso continente a los occidentales. En concreto, a los “white saviours” (salvadores blancos), fundamentales en la trama que ha construido. “Las personas no somos lo que parecemos y África se ve como un territorio salvaje, inexplorado, al que fácilmente se lanzan esos individuos que se convierten, bajo el manto de que están realizando un bien, en artífices de todo aquello que les plazca”, resume.

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El vínculo con el mundo occidental de esta historia que también transcurre entre aldeas miserables perdidas en la sabana, encuentros con dudosos diplomáticos y estancias en hoteles de lujo lo simboliza Isabel, una mujer de 28 años cuyo hermano se ha suicidado y que acepta la llamada de los padres de Ezequiel para acudir a África en su búsqueda. Isabel, alter ego de la autora si esta última fuera aún “joven y valiente”, es una falsa fotógrafa de National Geographic que pronto se inmiscuye en las actividades de la secta de Maína. Lo hace ayudada por la discreción de Said, un secreto joven africano que la mueve por la ciudad en una motocicleta destartalada y en quien ella deposita una confianza ciega desde su llegada a Mombasa.

La escritora vincula el impulso amoroso a la inteligencia y la intuición

Sánchez señala que también ha influido en su decisión de fijar la trama en Kenia algo aparentemente tan secundario como las altas temperaturas del país africano. Creyó que podían funcionar en el relato como la “neblina engañosa”, física y emocional, en la que finalmente ha sumergido a los personajes. La escritora cuenta que de la misma manera que en un nordic noir la atmósfera gélida que envuelve a la trama refuerza la sordidez de la ficción, el calor sofocante servía al objetivo de intensificar el desconcierto de los personajes ante cualquier acontecimiento. Sánchez ya empleó esta técnica en Lo que esconde tu nombre, que le valió el premio Nadal 2010. “Pero no vamos a seguir por ahí y acabar en que lo mío son noirs calientes”, bromea tímidamente tras la comparación.

El estímulo amoroso es otro de los elementos de la novela. Es el recurso empleado como contrapeso a la larga sombra que arroja sobre el relato Maína. Pero Sánchez ha querido que el amor esté presente en la ficción de una forma distinta de la sospecha o la suspicacia, eso que hizo que Anna Karenina terminara envuelta en “una turbiedad de celos y recelos” que la conduce finalmente a quitarse la vida. En su lugar, la narradora, que también cuenta con un premio Alfaguara (2000) y un Planeta (2013), ha tratado de ligar este sentimiento a la “inteligencia” e “intuición” presente en parte de los personajes, que son el reflejo de hombres y mujeres reales que la autora conoció en África. Aunque algunos de ellos han sido demasiado transfigurados. En especial, el poderoso gurú, que era en Mombasa un "hombre sabio". "¡Y fíjate en lo que lo he convertido!". 

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