Claudio habría sonreído
La entrega del Premio Alfaguara se convierte en un homenaje al editor López Lamadrid, fallecido el pasado 11 de enero
Con su boquilla negra para los cigarros y su aspecto de lobo de mar entre las letras globales, Claudio López Lamadrid no habría dejado de sonreír este miércoles. El jurado, antes de anunciarlo en sobremesa, le habría confiado ya el secreto de que Patricio Pron había ganado el Premio Alfaguara de Novela.
Pero hace ya casi dos semanas que se fue, dejando un rastro asombrado de huérfanos letraheridos y una inevitable tristeza en las celebraciones de los premios que vendrán. Por eso, durante la comida y la entrega, atravesó entre los platos la dolorosa brisa de su ausencia despeinada y aguda, exquisita y atenta, con ojo avizor y olfato de gran descubridor de talento.
La notaban los editores y compañeros a los que formó y con los que colaboró en Penguin Random House y otros sellos anteriores en su carrera; también los autores que alentó y publicó. Incluso los escritores que alguna vez hubiesen querido ser elegidos por él y sus más dignos competidores en el siempre incierto negocio de la edición.
Cabía antes entre las prioridades para editar de Claudio López Lamadrid el riesgo sin red que la sospecha de pelotazo".
Aun así, López Lamadrid se hizo presente desde el primer momento. Sobre todo desde que Núria Cabutí, consejera delegada del grupo, declarara que se dedicaba esta entrega del galardón a su nombre. Lo corroboró Pron, quien recordó el apoyo que siempre le ofreció como una firma fija de su tribu literaria. Si de alguna manera habría que definirla, diríamos que durante años cuajó un abanico de enorme calidad ecléctica, sin importar en qué puntos cardinales se hallara. Cabía antes entre sus prioridades el riesgo sin red que la sospecha de pelotazo.
Uno de esos referentes para él –como para Pilar Reyes, editora de Alfaguara- era la más arriesgada literatura en español. Así que el premio nacido hace 22 años con vocación de territorio común para una lengua global, parecía concebido a su gusto incluso cuando no le incumbía. Las diferentes mesas con los nombres de los galardonados lo atestiguaban con letreros en los que se leía desmenuzado el palmarés de dos décadas. También la presencia en el acto de varios de ellos: desde los españoles Clara Sánchez, Manuel Vicent o Ray Loriga a latinoamericanos como Santiago Roncagliolo (Perú).
Una carga de prestigio para quien lo recibe. Por eso, Pron no disimuló su nerviosismo al entrar en la sala, con su chupa de cuero y su aire de intruso, pese a que en una de las primeras filas, guardando durante todo el almuerzo el secreto, esperara el momento su esposa, Giselle Etcheverry. Ella sonreía mientras el autor argentino con quien comparte su vida en Madrid desde hace años, desmenuzaba su visión de lo que son las distópicas relaciones de pareja contemporáneas: esa gasolina que le ha dado pie a escribir Mañana tendremos otros nombres.
Quizás algunos sí, pero otros, como el de Claudio López Lamadrid y el de Patricio Pron se mantendrán unidos como un pacto trascendental escrito con buena letra iconoclasta.
Babelia
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