“Veo el futuro de El Salvador oscuro como la tumba donde yace mi amigo”
El escritor y periodista centroamericano Horacio Castellanos Moya se somete al carrusel de preguntas de este diario.
Nació en Honduras, pero siendo niño su familia se marchó a El Salvador, vivió en México donde trabajó de periodista y actualmente está asentado en Estados Unidos. Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, Honduras, 1957) narra como pocos la violencia presente y latente en América Latina. La guerra civil de El Salvador, marcó su vida y su obra. En su última novela, Moronga, recoge la historia de un personaje marcado por esa violencia, que tras huir de El Salvador con una nueva identidad, un compañero de guerrilla le consigue un empleo en Estados Unidos como conductor de un autobús escolar. En paralelo un periodista que busca la verdad sobre el poeta revolucionario Roque Dalton, se cruza en su camino. Contemporáneo del chileno Roberto Bolaño, que destacó su capacidad para narrar la historia subyacente en el Continente es considerado uno de los autores contemporáneos que mejor refleja la realidad de América Latina. Cuando piensa en el futuro de su país no parece ser optimista y, agudo, ironiza en su respuesta con el título de un libro de un novelista inglés del siglo XX. Augura al país un porvenir... Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.
En tiempos de globalización, sin fronteras digitales, pero con propuestas para construir muros físicos... ¿Cómo se siente usted?
Viví los primeros cuatro años de mi vida en Honduras. Crecí, me formé y pasé parte de mi vida adulta en El Salvador; luego viví 13 años en México y llevo 11 en Estados Unidos. Haga cuentas.
¿Qué significa para usted ser escritor?
Vivir con diferentes voces que suenan a su antojo dentro de mi cabeza.
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirle en la literatura?
A mi hija pequeña le compro todos libros que puedo para que ella decida cuál quiere que le lea.
¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?
Debería ser el aquí y el ahora donde esté, pero el problema es que, parafraseando a [MILAN] Kundera, la vida está siempre en otra parte.
Respecto a su trabajo ¿de qué está más orgulloso?
Sólo sigo mi vocación y trato de resistir a los embates de la vida. No sé si orgullo sea la palabra.
Ha recibido el Premio Nacional de Novela Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, por La diáspora; el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, entre otros. En su opinión, ¿para qué sirven los premios?
Prestigio, promoción, pero sobre todo para pagar las deudas...
¿Qué libro mataría por haber escrito?
Las metamorfosis de Ovidio.
¿Qué cambiaría de usted mismo?
La maledicencia.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Uy, cuando estoy solo soy muy llorón.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Quizá hubo alguno, pero me entraban por un oído y salían por el otro.
¿Cuándo fue más feliz?
En la niñez, por supuesto. Por eso no la recuerdo.
¿Qué le deja sin dormir?
La angustia.
¿Hay algún sitio que le inspire en particular?
Los bares sin pantallas de televisión.
¿Dónde no querría vivir?
En ningún país regido por el fundamentalismo religioso.
¿El mejor regalo que ha recibido?
La taza que me regaló una de mis hijas en la que tomó café cada mañana.
¿A qué edad se dio cuenta de que quería ser escritor?
A los 17 años.
De pequeño quería ser...
Alcohólico anónimo, como mi padre.
Prefiere libro electrónico o digital.
Sólo leo libros en papel.
Al año que viene habrá elecciones en El Salvador ¿Cómo ve el futuro del país?
Oscuro como la tumba donde yace mi amigo [ironiza el autor], es el título de una novela de Malcolm Lowry.
¿Hay algún candidato que le convenza?
No.
¿Qué le diría al presidente salvadoreño Salvador Sánchez Cerén?
Tanto esfuerzo, ¿para qué?
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