Cultura ultima la reforma de la Ley de Patrimonio Cultural Inmaterial
La tamborrada y el repique manual de las campanas aspiran a ser reconocidos por la Unesco
Cuando el PP aprobó en 2015 la Ley de Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) hubo gresca: “Lo que pretenden es secuestrar, para mayor gloria de sus intereses ideológicos, la riqueza intangible y cognoscible”, le dijo Ascensión de las Heras (Izquierda Plural) a José Ignacio Wert, entonces ministro de Educación y Cultura. La oposición en bloque cargó con dureza contra la norma (aprobada solo con los votos del PP). Para Joan Tardá (ERC), los populares solo pretendían apropiarse de competencias para levantar la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.
Tres años después de la bronca monumental, con el Gobierno del PSOE, en el Ministerio de José Guirao se ultima, tal y como ha podido saber EL PAÍS, la reforma integral de aquella ley sin consenso, para incorporarla como un capítulo más en la Ley de Patrimonio Histórico de 1985. El director general de Bellas Artes, Román Fernández-Baca, avanza a este periódico que la reforma de la ley aspira a “un ajuste fino de precisión”, sin estridencias. “El consenso con los grupos políticos es determinante, así como respetar el marco de las comunidades autónomas. Queremos hacer mucho con muy pocos artículos. Tocar poco para no generar polémicas. Para nosotros el patrimonio es una construcción social y ese será el principio de la reforma”, añade el máximo responsable del patrimonio en el Ministerio de Cultura.
En un tema tan delicado que trata sobre la protección de la identidad y el carácter plural que forman las expresiones de un país —lo llamaron “Marca España”—. El PSOE quiere ir con pies de plomo, buscando el acuerdo también con quienes no se sienten españoles. “Hay que buscar el consenso ideológico y el territorial en algo que define el alma de todo un país”, apunta Ibán García del Blanco, secretario de Cultura del PSOE y presidente de Acción Cultural Española (AC/E).
La cuestión es cómo se concilian unas expresiones que reflejan cosas de lo más dispares, como se puede ver en las elecciones que promovió el Gobierno del PP para formar parte del Patrimonio Inmaterial de la Unesco (las tapas, por ejemplo) y las que está haciendo el Ejecutivo del PSOE: las tamborradas y el tañido inmaterial de las campanas. Así lo ve Alicia Castillo, presidenta de ICOMOS (órgano asesor de la Unesco), que señala lo inmaterial como un arma social muy importante. “Lo inmaterial es la reivindicación del pueblo”, cuenta. “Dependiendo de quién gobierne hay un estilo y una cercanía a los aspectos históricos que nos representan. El patrimonio cultural no está al margen de los valores políticos”, explica. “Es mucho más que una foto bonita, aunque se use así. Puedes plantearte estrategias frívolas, como el fomento de las tapas, o cosas más serias como la incidencia social del flamenco en las clases más desfavorecidas”.
Rugido de tambores
Playa Mayor de Híjar. Teruel. A las doce de la noche se rompe el silencio y el pueblo entra en catarsis en Semana Santa. El alcalde levanta la vara de mando y pone punto final al mutismo ensordecedor. El tronar se prolonga mientras la región ruge más fuerte que el olvido. Ese estruendo es parte de su ADN cultural, pero resuena más allá de Aragón: también ocurre en Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia y la Comunidad Valenciana. A finales de noviembre, la UNESCO decidirá si incluye en su lista de PCI ese sonido que a Buñuel le sacaba el vello de sus poros. “La propuesta aúna 17 localidades y suma una población de unos 200.000 habitantes. Somos muy optimistas con el éxito”, señala Román Fernández-Baca. “Es un ritual, es paisaje sonoro”. España tiene otra opción para crecer en la lista gracias a la candidatura compartida por varios países, que representan la arquitectura de piedra en seco del Mediterráneo.
Aunque es un concepto reciente —y diferente al Patrimonio Mundial del que forma parte Medina Azahara, por ejemplo—, España cuenta con 13 hitos en la clasificación que la Unesco elabora desde hace una década: la dieta mediterránea, la fiesta de los patios de Córdoba, el flamenco, las fallas, los castells, el silbo Gomero o el misterio de Elche. Puede que su desconocimiento sea el mayor enemigo. A María Ángeles Querol, catedrática de Prehistoria e investigadora de este patrimonio, le consta que todos los días se reciben llamadas en la sección de PCI del Ministerio de Cultura solicitando que sea declarado el propio Dios o la puesta de sol de un sitio concreto o la costumbre de ir al cine o a misa... Todavía está pendiente de creación el catálogo estatal del PCI que aclare estas dudas, aunque hay unos 120 bienes declarados por las 17 Comunidades Autónomas.
Un mes antes de la decisión de la UNESCO sobre las tamborradas, el Consejo de Patrimonio Histórico español se reunirá en Elche —25 y 26 de octubre—, donde se apostará por el repique manual de campanas como nueva candidata a la famosa lista. “El toque de campanas es un lenguaje que ha servido a lo largo de la historia para comunicar. Con las campanas se comunican hechos de orden civil como incendios, decesos, nacimientos, además de celebraciones religiosas”, indican desde el Ministerio de Cultura a EL PAÍS. La idea surge de la asociación Hispania Nostra, que las lanzó al vuelo el pasado 21 de abril, para celebrar el Año Europeo del Patrimonio Cultural. Más de 300 campanarios de toda la península tocaron. Han hecho un mapa para difundir y preservar este sonido: “Queremos tener un censo de campanas para evitar su desaparición y olvido”, cuenta Araceli Pereda, presidenta de Hispania Nostra.
La marca PP
Íñigo Méndez de Vigo promovió la inclusión de las tapas en la lista de la UNESCO con el siguiente argumento: “Si algo une a los españoles son la tortilla de patatas, las croquetas, la ensaladilla rusa y las patatas bravas”. Invirtió 80.000 euros en su promoción. Tampoco tiene posibilidades ante la organización que se autoproclama “líder de la lucha mundial contra el racismo”, la cabalgata de los Reyes Magos de Alcoy (Alicante). Cientos de personas pintadas con la cara de betún haciéndose pasar por pajes negros. Es un “blackface” y se considera un desprecio al colectivo humano que suplanta. El Senado aprobó en febrero -y por unanimidad- esta iniciativa del PP para instar al Gobierno a llevar la cabalgata a la UNESCO.
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