Juan José Arreola, un carpintero literario
El legado del escritor mexicano reivindica su vigencia a 100 años de su nacimiento
Pocos en la vida podrían jactarse de haber dejado plantado al doctor Carl Gustav Jung en su consultorio. Verdad o mentira, anécdotas como esta hacen interesante el perfil del narrador mexicano Juan José Arreola (21 de septiembre de 1918 – 3 de diciembre de 2001), que alguna vez dijo: “ya no soy un escritor sino un hablador”, para admitir su imposibilidad de estar callado. “Siempre me envolvía y envolvía a los psiquiatras en nubes de palabras, hasta el punto de que ni el psiquiatra ni yo sabíamos quién era el uno y quién era el otro”, cuenta en Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947) contada a Fernando del Paso.
Como Arreola no hay dos. Su trabajo literario no se limita a los libros de su autoría. Con su labor se puede entender la diferencia entre los que viven de y los que viven para. Él perteneció al segundo grupo.
Originario de Zapotlán el Grande, Jalisco, Arreola desempeñó desde muy chico trabajos que, lejos de ser pesados, se convirtieron en el eje de una carrera literaria en la que el placer por poseer lenguaje y el dominio de la palabra eran la meta. Ser el cuarto de 14 hijos, nacer, como él mismo describe, “entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos”, constituyó el estilo, la raíz y la voz en su narrativa y en la de autores que siguieron sus pasos y recomendaciones.
José Agustín refirió a Arreola en alguna entrevista como un maestro extraordinario. “Me decía cómo empezar un texto, si es mejor con un monosílabo o un bisílabo; si es mejor terminarlo con una palabra aguda, con una esdrújula o con una grave; y las repercusiones que eso tiene en el ánimo del lector”.
Pese a ser un escritor metódico y minucioso, la obra de Juan José Arreola no se encuadra o acomoda a una fórmula estricta. Su obsesión responde a la necesidad de nombrar a las cosas por su nombre. El lenguaje y la sonoridad de las palabras definen la esencia de sus libros, pero sobre todo de grandes obras en donde fungió como editor. Arreola fue probablemente el único al que Juan Rulfo permitió intervenir en las ediciones del manuscrito de El llano en llamas y Pedro Páramo.
En Peón aislado. Ensayos sobre ajedrez, el escritor Luis Ignacio Helguera destaca que en la formación literaria de Arreola “fueron tan esenciales los libros como las frases de los arrieros, la vida rústica, las enfermedades, los empleos duros en su fascinante gama, toda una enciclopedia del hambre y del hombre: abarrotero, lavador de excusados, comerciante de telas, vendedor ambulante, carpintero, panadero, trabajador en un molino de café y en una chocolatería, mozo de cuerda, cobrador de banco, abonero, empleado de papelería, encuadernador, tipógrafo, corrector de pruebas, editor, periodista, comediante, maestro, comentarista de televisión”.
Helguera también hace alusión al terrible gusto de Juan José por el ajedrez. Y recuerda: “Arreola siempre dijo que por el ajedrez es capaz de plantar a la mujer más guapa… Al mismo tiempo le funciona para ahogar las cuitas amorosas”.
Juan José Arreola importó las formas y el estilo de trabajo de las carpinterías hacia el campo de las letras. Su papel en la literatura es importante al ser un precursor de los talleres literarios en México. Con sus manos lijó la madera con la que elaboró su tablero de ajedrez y fueron las mismas con las que modeló y pulió una manera de escribir que sigue vigente.
Babelia
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