Juan José Arreola, premio nacional de letras de México
«Este es un día muy feliz en mi vida; tan feliz que ya no me importan los demás días», dijo ayer el escritor Juan José Arreola cuando se le preguntó su reacción al habérsele designado Premio Nacional de Letras 1979. «Es la más alta satisfacción de mi vida», reiteró. «Vino a colmar las ambiciones de lo que un momento dado fue mi vocación: escribir.» El premio está dotado con 10.000 dólares (unas 660.000 pesetas).El narrador y crítico de arte Juan García Ponce analizó así la distinción: «Arreola es uno de los escritores más destacados de México. Yo creo que Confabulario y Varia invención son dos definitivas obras maestras.»
A este acertado juicio habría que agregar que Arreola, junto con Juan Rulfo, pertenecen a la gene ración de narradores mexicanos que, en los años cincuenta, constituyen un antecedente imprescindible del llamado boom de la nueva novela latinoamericana, el cual es tallaría en los años sesenta.
Sin embargo, hay otros aspectos que, en cierto modo, hermanan a estos escritores. Uno y otro produjeron una obra parca en cantidad. Asimismo, ambos quedaron marginados del boom, pues en los años sesenta y setenta, de hecho ya no escribían. Rulfo dejó de publicar y Arreola lentamente abandonó la escritura para dedicarse a la enseñanza en la UNAM. Y, en los últimos tres años, encontró otro oficio: el de conferenciante por televisión.
Un telediario le ofreció una columna cotidiana, y después fue contratado por la empresa Televisa para ser la estrella de un programa donde relata su vida o, libremente, deja volar su discurso tocando el tema que a él se le ocurra. En definitiva, el texto verbal y trivializante de la pequeña pantalla actúa como un sustituto de la página en blanco, del compromiso de escribir.
