“Los jóvenes no tenemos ningún tipo de futuro”
Nagua Alba, la diputada más joven del Congreso, lamenta que a muchos de su compañeros de generación “trabajos extremadamente precarios” les mantengan en casa de sus padres
Nagua Alba, la diputada más joven del Congreso (de Unidos Podemos por Gipuzkoa), guarda entre sus recuerdos infantiles más preciados un programa de la tele. No es El club Megatrix u otro clásico catódico de su generación, sino La bola de cristal, irreverente espacio para niños que Televisión Española emitió entre 1984 y 1988 y marcó a los nacidos en los años setenta. Su abuela, Lolo Rico, era la directora. “Vi todos los capítulos en VHS. Era un programa que rompía los esquemas. ¡Y desde la televisión pública!”. Su madre era guionista en el programa. Su padre, un egipcio dedicado a la hostelería.
Con la misma edad que ella, 28 años, muchos de sus amigos no se han independizado. “Viven con sus padres. La mayoría tienen trabajos extremadamente precarios”, dice. Otros amigos de esta política emigraron hace años: “Llevan años queriendo volver a España y no pueden hacerlo. Se nos vendió que íbamos a ser la generación mejor preparada de la historia, pero no tenemos ningún tipo de futuro, ni sostén para pensar en nuestra vida más allá de mañana”.
Sus amigos quieren volver a San Sebastián, donde Alba pasó la mayor parte de su vida. Allí estudió Psicología y dio sus primeros pasos en política. En 2016 fue elegida secretaria general de Podemos Euskadi, un cargo que abandonó en 2017. A los 26 años, liderar no fue fácil. “Si eres hombre y diriges un partido, todo el mundo asume que estás en ese puesto porque estás capacitado. Si eres joven y, además, mujer, el primer paso que siempre tienes que dar es demostrar que te mereces estar ahí”. En un debate electoral de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, asegura que otro candidato le dijo “si yo podría ser tu padre”. Dice haber sufrido esas actitudes “dentro y fuera” de su partido.
Una de sus primeras responsabilidades en Podemos fue la coordinación territorial de redes sociales. Traducción: “En 2014 aparecían círculos de Podemos como setas. Y cada uno con sus redes sociales. Mi trabajo fue construir esa red de redes. Fue muy bonito. Podría irme de vacaciones a cualquier parte de España porque tengo un sofá en el que dormir en cada provincia”.
Cuatro años después, está harta de Facebook y Twitter. Su red favorita es Instagram: “Ahí todavía no abundan los trolls”. “En Twitter”, continúa, “sabes que cada vez que pongas un comentario vas a recibir respuestas hirientes. Instagram es una red pública, pero da una mayor sensación de intimidad. La utilizo como refugio de mi faceta personal. Creo que la gente tiene derecho a saber qué tipo de personas te están representado, cómo son, qué hacen en su tiempo libre”.
Mucho antes, la Alba que vivía en San Sebastián estuvo muy presente en otra red social, como toda su generación. “Sí, estuve en Tuenti cuando era preadolescente. Me pasaba toda la vida ahí colgada. Eliminé mi cuenta al revisar mis fotos. Morí de vergüenza al verme maquilladísima y con pantalones de campana. Sin embargo, me arrepiento de haber borrado esas imágenes”.
“Nunca me he sentido discriminada por ser hija de un inmigrante. Pero yo he nacido aquí. Mi padre sí ha vivido situaciones de racismo”, comenta. La diputada asegura haber sufrido por su edad y su sexo en el Congreso, donde predomina el estereotipo del “señor trajeado”: “Una vez estaba negociando las enmiendas de una iniciativa con otro político. Nos acercamos para leer el mismo papel y me cogió de la cintura”. Ante situaciones como esta, cree que su generación y las que vienen están más concienciadas. “Saben que no hay que normalizar ciertas cosas que otras generaciones sí tienen normalizadas. En la manifestación del 8 de marzo me dejó impresionada ver a tantas chavalas de 14 o 15 años. Van a coger la batuta de este debate”.
Pero no todos los jóvenes se encuentran en una fase tan reivindicativa: “Creo que hay muchas personas de nuestra generación que, además de frustradas, están resignadas”. Alba opina que muchos han perdido la esperanza en que sus condiciones laborales vayan a mejorar algún día. Hablando de este tema, la diputada deja paso a la psicóloga: “Si desde pequeño te han dicho que si te esfuerzas vas a conseguir una vida estable y la recompensa no llega, es normal que todo sea incertidumbre. Eso genera cuadros de ansiedad que están generalizados. Es una crisis de expectativas”. Ante esa desazón, la diputada tiene una respuesta. La misma que le da a sus amigos: “No solo hay esperanza, hay soluciones factibles”.
Babelia
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