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El hombre que fue jueves
Columna
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¿Adiós y adelante?

Quizás sea el final del Pavón Teatro Kamikaze, pero no del Proyecto Kamikaze

Marcos Ordóñez
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El Pavón Kamikaze, la niña de los ojos para cualquier amante del teatro, garantía de buenos espectáculos y modelo a seguir, nos ha traído una buena y una mala noticia. La buena, que su programación para la próxima temporada (más de 23 espectáculos, con 9 producciones propias y coproducciones) es estupenda; la mala, que podría ser la última. “Es una programación a la altura de cualquier teatro público. Si no decíamos que estamos con el agua al cuello, la gente podría pensar que nos va de perlas”, dice Miguel del Arco. “Jan Fabre, Pascal Rambert o Àlex Rigola vienen muy por debajo de sus cachés porque creen en nuestro proyecto, pero no queremos seguir perpetuando la precariedad: la hemos combatido desde que tenemos uso de razón”.

Quizás sea el final del Pavón Teatro Kamikaze, pero no del Proyecto Kamikaze. “Con la empresa de Pepe Maya, administrador único del Pavón, no hay diálogo. Ya era un alquiler desorbitado hace dos años, pero nos lanzamos. Para abrir la puerta cada día necesitamos 500.000 euros al año: 31.000 euros al mes, y el resto se nos va en gastos”, dice Del Arco. Me cuenta que en Madrid hay muchos espacios municipales cerrados, como Daoiz y Velarde o Teatro de Madrid, o centros culturales sin dotación. “Nosotros decimos: no queremos dinero para pagar un alquiler a un empresario que no comparte nuestro proyecto. Dadnos un espacio público y comprometeos con nosotros a defender la dramaturgia contemporánea. Organicemos una fundación con un patronato participado por las tres administraciones —Ayuntamiento de Madrid, Comunidad de Madrid y Ministerio de Cultura—”. ¿En la línea del Lliure? “Siempre han sido nuestros hermanos mayores. La diferencia es que ahora el Lliure es un teatro 100% público, y nosotros queremos que Kamikaze sea un teatro privado con participación pública. Un poco en la línea francesa, de unidades de producción independientes. Pero, sobre todo, un teatro que quede para la ciudad, aunque nosotros nos vayamos”.

Los kamikazes —Del Arco, Elejalde, Buxó y Tejada— llevan “dos años sin cobrar ni un pavo, solo lo que sacamos de gira, cuando la hay. Aquí cobran los técnicos y la gente que viene. Vivimos en la felicidad del trabajo y en la dureza de dejarnos el alma cada día. Está siendo como levantar un centro dramático con un equipo de 15 personas. Y no tiramos la toalla: ya estamos preparando la cuarta temporada. Pero no podemos seguir como estamos”.

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