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La escritora y crítica Fran Lebowitz evoca el Nueva York de los setenta y ochenta

La humorista y comentarista cultural dialaga con la marchante de arte neoyorquina Gracie Mansion en la 'LOEWE Conversations'

Gracie Mansion (izquierda) y Fran Lebovitz, durante su conversación.
Gracie Mansion (izquierda) y Fran Lebovitz, durante su conversación.
Andrea Aguilar

Dispuesto como un elegante salón, con dos cómodas butacas y una alfombra, el escenario del auditorio del Palacio de Linares en Madrid recibió el miércoles por la tarde un interesante pedazo de Nueva York. De esa ciudad suele decirse que nunca duerme, y cabría añadir que nunca calla, a juzgar por la animada charla que, trasplantadas desde el otro lado del Atlántico, mantuvieron la escritora Fran Lebowitz, y la galerista Gracie Mansion. El director creativo de Loewe, J W Anderson, las presentó aludiendo al documental que Martin Scorcese dedicó a Lebowitz Public Speaking. Aquel filme, aseguró el diseñador, le demostró que todo puede ser discutido y rebatido, una lección cortesía del verbo de Lebowitz que anoche volvió a desatarse.

El encuentro, una cita ineludible para los fashionistas in the know que atestaban la sala en la que se encontraban desde la galerista Soledad Lorenzo, hasta Boris Izaguirre o Luis Venegas, venía a cuento de la exposición Peter Hujar & David Wojnarowitz, que en el marco de Photoespaña acoge la Fundación Loewe. Tanto Lebowitz como Gracie conocieron a estos artistas en los setenta y ochenta en Nueva York, así que la conversación arrancó con sus primeros encuentros.

Vestida con una impecable chaqueta de lino verde pálido, vaqueros y botas, Lebowitz recordó la afición de Hujar a la numerología y cómo achacaba a las causas más peregrinas su falta éxito y reconocimiento: “Él no pensaba que fuese porque lanzaba banquetas y golpeaba a los galeristas, sino porque toda la gente famosa tenía nombres y apellidos que empezaban con la misma letra, como por ejemplo Marilyn Monroe. Y me preguntaba si debía cambiar su nombre. Yo le decía que no, que simplemente dejase de atacar a los marchantes. Peter era muy inteligente pero en determinados días costaba creerlo”. Gracie, explicó que ella si se cambió el nombre, y que quizá algo tuvo aquello que ver con su buena sintonía con el fotógrafo. Abrió su primera galería en el diminuto baño de su primer apartamento en Nueva York y más adelante mostró el trabajo de Hujar en varias exposiciones colectivas antes de que Wojnarowitz le pidiera que le dedicara una muestra en solitario cuando el fotógrafo ya estaba enfermo de SIDA. Ambos artistas murieron a causa de esta enfermedad, y en la charla teñida de un particular humor negro se habló de ataúdes, funerarias y de la petición de Hujar de ser enterrado en un exclusivo cementerio católico, el mismo donde se encontraba Judy Garland y un buen número de gángsters italoamericanos. “Espero que esto os haya animado”, apuntó Lebowitz.

Hubo lugar también al viperino cotilleo con mención a otros artistas del momento, como Nan Goldin, la única a quien Hujar admiraba, y a Robert Mappelthorpe, a quién detestaba. Lebowitz en una mudanza decidió deshacerse de las fotos que Mapplethorpe le había dado para que mostrase a Peter Hujar: “Cuando veo ahora los precios que alcanzan en las subastas vuelvo a verme literalmente saltando en el cubo de basura para lograr que cupieran dentro”. Tajante, mordaz y brillante la escritora que no usa móvil, ni ordenador ni microondas, acabó con una nota política: “Los inmigrantes hacen la cultura. Los turistas la destruyen”, dijo al tratar de explicar por qué siente que hoy debe defender Nueva York de los millones de visitantes que recibe al año. “¿Dónde están hoy los nativos de Times Square? ¿Dónde se fueron las prostitutas?” La pregunta quedó en el aire y el público salió al jardín donde aguardaba el champán.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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