Muere el director de cine Antonio Mercero a los 82 años en Madrid
Realizador del telefilme 'La cabina' y de series tan populares como 'Verano azul' y 'Farmacia de guardia', fallece tras una larga batalla contra el alzhéimer
La inmensa capacidad de Antonio Mercero para conectar con un público heterogéneo, de cualquier clase social e intelectual, de toda edad y condición, a lo largo de 40 años de carrera, con hitos generacionales e imperecederos, imágenes, frases y acontecimientos imborrables, ha llegado a su fin. El director vasco ha fallecido esta mañana del sábado, 12 de mayo, en Madrid, a los 82 años. “¡Chanquete ha muerto!”, línea histórica de la televisión en España, se hace carne ahora en la figura de uno de los hombres de nuestro audiovisual que mejor supo aunar ternura, humor y emoción.
Mercero (Lasarte-Oria, 7 de mayo de 1936) lega un puñado de películas y, sobre todo, una colección de telefilmes y series de televisión que han marcado la vida española de los últimos 40 años, desde Crónicas de un pueblo (1971-1973) hasta Farmacia de guardia (1991-1995). Titulado en la Escuela Oficial de Cine, en 1962, y tras varios cortometrajes aficionados, inicia su carrera profesional con Lección de arte, de ese mismo año y ya con éxito, pues obtiene la Concha de Oro al mejor corto en el Festival de San Sebastián. El debut en el largo se produce muy pronto, en 1963, con Se necesita chico, pero es en televisión donde consigue su primer gran triunfo con el histórico telefilme La cabina.
Coescrito por José Luis Garci y protagonizado por José Luis López Vázquez, se emitió el 13 de diciembre de 1972, en TVE, y desde ese mismo día es historia de la cultura española. Pesadilla kafkiana de múltiples ángulos sociales y políticos, de desenlace sobrecogedor, es definida por el propio Mercero como “una parábola abierta a todo tipo de interpretaciones que, según la sensibilidad, cultura y formación de cada uno, se interpretará de forma distinta”. La cabina obtiene el Premio Emmy al mejor telefilme, pero no es el único impacto nocturno con el que logra conmover a la entonces audiencia única de TVE. También lo hace con el, en cierto modo, autobiográfico La noche del licenciado (1979), alegoría sobre su decisión de querer convertirse en director de cine pese a la oposición familiar, acerca de un heredero de la alta burguesía que había elegido un camino vital inimaginable en su entorno: ser payaso.
Ya en la década de los ochenta, Verano azul logra reunir a toda la familia delante del televisor, y enseña a una generación de niños la emoción de asuntos tan complejos como la amistad, la muerte o la pérdida de la inocencia. No sería su única gran serie de esta década, porque entre 1986 y 1987 afronta Turno de oficio, otro hito, en la que, mezclando melodrama y comedia, logra acercar al gran público los complicados entresijos del poder judicial. Un trabajo que, de todos modos, le deja extenuado y le hace reconsiderar sus prioridades: “Cuando terminé Turno de oficio me planteé dejar de hacer series. Las películas por capítulos son agotadoras. Siempre he dicho que haciendo series uno nota cómo envejece, mientras que realizando películas se nota vivir”. Sin embargo, para el bien de su audiencia, su plan fracasa, y aún alcanza otra cima más, esta vez en las incipientes televisiones privadas, con Farmacia de guardia, en Antena 3, y adaptándose a presupuestos, tiempos y modos de trabajo bien distintos.
Mientras, en cine, casi desde el principio, muestra un eclecticismo que le va llevando a obras de muy distinto signo. Es el caso de la insólita Manchas de sangre en un coche nuevo, su segunda película, de 1975, una especie de giallo italiano a la española, en la que desarrolla el poder narrativo de la tensión y la metáfora social desplegadas en La cabina. Y poco después, su prodigiosa mano con los actores infantiles, demostrada a lo largo de toda su carrera, tiene su más firme representación en el díptico formado por La guerra de papá (1977), adaptación de la novela de Miguel Delibes El príncipe destronado, y Toby (1978), obra de una extraña crueldad, con la que aún tienen pesadillas los niños de los setenta. Dos espectaculares éxitos de público —cuatro millones de espectadores entre las dos—, con los que convirtió en estrella infantil al niño Lolo García.
Del resto de sus largometrajes, 14 en total, realizados entre 1963 y 2007, quizá destaquen Espérame en el cielo (1988), donde se acercaba a la figura de Franco desde un complicado equilibrio entre la crítica política y la comicidad de tonalidades blancas; La hora de los valientes (1998), con un emocionantísimo final donde el personaje de Gabino Diego, camisa blanca de libertad, brazos en cruz, era fusilado por defender un autorretrato de Goya, a la manera de Los fusilamientos del 3 de mayo; y Planta 4ª (2002), en la que, con su mano privilegiada para aunar humor, dolor y delicadeza, volvió a la senda del éxito popular en una historia sobre el cáncer infantil, con la que se podía reír tanto como llorar, y que llevó a los cines a 1,2 millones de espectadores.
Paradójicamente, por esas crueles casualidades que a veces tiene la vida, se despide de la profesión en 2007 con ¿Y tú quién eres?, su último trabajo, un relato sobre el alzhéimer, enfermedad que cuando se inicia el rodaje solo estaba en sus personajes. Sin embargo, durante esos días, Mercero manda rodar planos que ya se han filmado, y empiezan a asomar los síntomas de la desmemoria en su propia persona.
Goya de Honor en 2010, el director guipuzcoano ya no pudo recoger el premio, presentado por sus dos hijos y entregado en su casa por Álex de la Iglesia. En ese acto, su hijo Antonio, también profesional de la televisión, advirtió de los deseos de su padre: “Se quiere morir rodeado de su familia, viendo Cantando bajo la lluvia”. Seguro que así ha sido.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.