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CÁMARA OCULTA
Columna
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Mercero

Antonio Mercero no acudirá a recoger el Goya de Honor con que la Academia de Cine le condecora en esta ocasión, lo harán en su nombre algunos de sus seis hijos. Su última película, ¿Y tú quién eres?, de hace apenas dos años, precisamente hablaba del alzheimer, y con ella Mercero cerró una carrera cinematográfica fértil, con claros y oscuros como casi todas lo son, pero en la que ha prevalecido un afán por lograr la sonrisa del público, y un entusiasta amor por la infancia. Los niños han sido fundamentales en sus películas, como el príncipe destronado de La guerra de papá, los chavales de Verano azul o los adolescentes enfermos de Planta 4ª.

Desde que comenzara a hacer cine en 1962 con Se necesita chico, Mercero, que es como un niño grande, se ha acercado a la infancia con especial ternura, mientras que ha reflejado el mundo adulto de forma cruel -La cabina-, reprimido -Ese señor de negro-, o simplemente de atar -Don Juan, mi querido fantasma-, mundos sobre el que a veces ha planeado la sombra de la Guerra Civil, ya que no en vano él mismo fue niño de la guerra, hijo de padre fusilado por un grupo de anarquistas. Ahí están Espérame en el cielo o La hora de los valientes.

Contaba historias de calado popular sin por ello perder dignidad artística

Es curiosa la trayectoria de este director que ha acertado mucho en trabajos para la televisión antes que en el cine, que es lo que prefería. Quizás fue Mercero el primero en no distinguir entre estos formatos, y se dedicó simplemente a contar historias de calado popular sin perder en el camino dignidad artística alguna. Ha habido quienes le han reprochado cierta blandura sentimental en sus tratamientos dramáticos, pero justamente en esa bonhomía ha plasmado Mercero lo mejor de sus inquietudes. Como botón de muestra, sus exitosas series de televisión, Turno de oficio o Farmacia de guardia, que por cierto ahora ha revivido.

La Academia de Cine le rinde homenaje a su buen hacer, a su espíritu noble, y desde luego, a su mucho trabajo. Aunque él no pueda ya recogerlo, nunca es tarde para que sus compañeros jóvenes valoren con este premio lo que a veces fue difícil a otros en épocas más duras, algo de lo que, por cierto, Mercero apenas se ha quejado. En su quehacer se ha limitado a contar historias bonitas que hicieran mejor la vida de muchos. Sin rencores ni acritud. Más que bastante en estos tiempos. Antonio Mercero, un hombre bueno...

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