La mujer en la Academia Sueca: mal representada y con un futuro incierto
Tan solo nueve mujeres han ocupado uno de sus sillones, de las cuales siete lo hacen en la actualidad
La Academia Sueca se ha descompuesto a lo largo del último mes. Este proceso ha culminado con el anuncio de que, por primera vez desde 1949, el Premio Nobel de Literatura se aplazará debido a la ausencia de los votos necesarios. Las dimisiones se han sucedido en su seno durante el pasado mes de abril, y han provocado que actualmente su composición se reduzca a la insuficiente cifra de diez miembros, por debajo de los doce que se estipulan como el mínimo necesario para efectuar una votación válida.
El escándalo que ha sacudido los cimientos de la Academia ha sido el de la múltiple acusación de abuso sexual recibida por Jean-Claude Arnault, fotógrafo y marido de Katarina Frostenson, escritora que hasta hace unos días y desde 1992 ocupaba el sillón número 18 del organismo sueco. Además, esta última ha sido también acusada de filtrar, desde 1997 y de forma repetida, los resultados del Premio Nobel de Literatura a su marido de forma previa a su entrega.
Frostenson era, hasta mediados del pasado mes de abril, una de las siete mujeres que integraban una Academia que, también hasta entonces, estaba comandada por Sara Danius, Secretaria Permanente desde 2015. A las dimisiones de ambas se sumaron, posteriormente, las de sus compañeras Lotta Lotass y Sara Stridsberg, dos de las integrantes más jóvenes. A todas sus ausencias es preciso añadir, además, la de Kerstin Ekman, quien ya renunció a su sillón en 1989, tras la polémica desatada a raíz de las amenazas de muerte recibidas por el escritor británico de origen indio Salman Rushdie.
Ekman, que renegó de su puesto entonces junto a sus compañeros Lars Gyllesten y Werner Aspenström (ambos ya fallecidos), fue nada menos que la primera mujer en entrar en la Academia Sueca, consiguiéndolo en 1978. Dada la naturaleza vitalicia de su cargo, desde 1989 el sillón que ocupa se encuentra bloqueado, del mismo modo que ocurrió con Gyllesten y Aspenström hasta que fueron reemplazados, tras sus sendas muertes, por la poeta Kristina Lugn y el escritor Per Wästberg, respectivamente.
Lugn es, de hecho, una de las dos mujeres que todavía permanecen en sus cargos, junto a la teóloga Jayne Svenungsson, la más joven de todos los componentes actuales del organismo (nació en 1973 y se incorporó al sillón número 9 el pasado 2017). Svenungsson ha sido una de las pocas que ha salido al cruce de las dimisiones, calificándolas como "destructivas para el futuro de la Academia".
La presencia actual de siete mujeres entre los 18 miembros de la misma es, de hecho, algo histórico. La propia Academia Sueca reconoce, en su página web, que "el elemento femenino ha estado históricamente limitado". Además de las integrantes actuales, solo otras dos mujeres han formado parte de ella a lo largo de la historia. Fueron la escritora y traductora Gunnel Vallquist, quien precedió a Sara Stridsberg en el sillón número 13 entre 1982 y su muerte, en 2016; y la escritora Birgitta Trotzig, que ocupó el sillón número 6 desde 1993 hasta su fallecimiento en 2011, cuando fue sustituida por el lingüista Tomas Riad. Ambas estuvieron fuertemente ligadas a la religión católica en su actividad literaria.
El proceso de selección de los miembros de la Academia Sueca se realiza por votación cerrada entre los propios académicos, y dicha elección debe ser aceptada y refrendada con posterioridad por el propio Rey de Suecia, que ostenta el título de Patrón de la Academia. Este proceso debe llevarse a cabo antes de que dicha votación se haga pública. El hecho previamente mencionado de que los cargos sean, por definición, vitalicios, incrementa la problemática presentada tras la acumulación de dimisiones del pasado mes de abril, muchas de ellas llevadas a cabo por algunos de los miembros más jóvenes.
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