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Los secretos de la gigantesca Tabacalera deshabitada

Un recorrido por el edificio semivacío de Madrid permite adivinar las muchas posibilidades que la antigua fábrica ofrece para mostrar la colección de arte Fontanals-Cisneros

Ferran Bono
Planta de Tabacalera destinada a la colección Fontanals-Cisneros.
Planta de Tabacalera destinada a la colección Fontanals-Cisneros.Jaime Villanueva
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No ha tenido mucha suerte la Tabacalera de Madrid. El edificio de 28.000 metros cuadrados mantiene su imponente sobriedad neoclásica y su antiguo atractivo fabril, pero dos tercios de sus gigantescas estancias, donde llegaron a trabajar miles de cigarreras, están vacíos. Solo la planta baja de sus dos alturas y una parte del sótano albergan actividades, en una curiosa convivencia entre lo público y lo alternativo. En un lado, el Ministerio de Cultura organiza exposiciones temporales y proyectos de arte contemporáneo; en el otro, el Centro Social Autogestionado programa talleres, cursos, conciertos y hasta cultiva un huerto urbano gracias a una cesión de uso. En el resto, silencio.

Un silencio alterado las últimas semanas por la irrupción de un nuevo proyecto para dar uso al desaprovechado edificio de la calle de Embajadores, en el céntrico barrio de Lavapiés. Es el tercero en 14 años, pero suena bien: no precisa una inversión excesiva y hay voluntad política de sacarlo adelante, tanto del Gobierno del PP como del Ayuntamiento de Ahora Podemos. Y, sobre todo, cuenta con el atractivo reclamo de la donación de una de las más notables colecciones privadas de arte latinoamericano contemporáneo. A su dueña, la mecenas de origen cubano Ella Fontanals-Cisneros, el edificio le encanta.

Fue construido en las postrimerías del siglo XVIII como Real Fábrica de Aguardientes y Timbres, pero, al poco, se vació de contenido al otorgar el Gobierno a la condesa de Chinchón la concesión de los licores y a Heraclio Fournier la de las barajas y naipes. Tras la invasión napoleónica, los franceses concentraron la producción clandestina de tabaco en el complejo proyectado por Manuel de la Ballina, que se relacionó con el arquitecto del hoy Museo Reina Sofía, Francesco Sabatini. El complejo se convirtió en fábrica hasta que, en 1999, se dejaron de liar definitivamente fortunas y ducados y pasó a ser propiedad del Ministerio de Cultura. El edificio, declarado Bien de Interés Cultural en 1977, se volvió a vaciar.

GRÁFICO: Nuevos usos culturales del edificio de Tabacalera
GRÁFICO: Nuevos usos culturales del edificio de Tabacalera

Aún hay desperdigados, por sus interminables corredores y salas, pecios de las antiguas máquinas, piezas herrumbrosas, objetos fosilizados. “La idea es dejar esta imagen fabril del siglo XVIII”, explica en la planta baja Begoña Torres, subdirectora general de Promoción de Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, tras mostrar las obras de 21 artistas portugueses en las salas que gestiona.

Unas 700 obras

Predominan los distintos tonos del gris y del marrón, que presumiblemente se dejarán en la intervención prevista con el objeto de adecuar el edificio para acoger alrededor de 700 obras de Ella Fontanals-Cisneros. El pasado mes, la coleccionista y el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, firmaron un memorando de entendimiento para desarrollar los términos de la donación de obras que puede cambiar la suerte de Tabacalera, insuflándole vida. Las pinturas, esculturas, fotografías y vídeos adquiridos desde los años setenta se exhibirán en la segunda planta del edificio.

Isabel Izquierdo, Begoña Torres y Luis Lafuente en una de las salas del edificio.
Isabel Izquierdo, Begoña Torres y Luis Lafuente en una de las salas del edificio.Jaime Villanueva

Esta planta impresiona. Dan ganas de patinar, incluso sin tener ni idea, para recorrer sus casi 5.000 metros cuadrados diáfanos, iluminados por la luz natural que entra por sus ventanales. “Esta es la sala solomillo del edificio. Se puede hacer lo que se quiera, pero todo dependerá del proyecto expositivo definitivo”, señala Luis Lafuente, director general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural. Las ruedas dentadas de un reloj centenario rompen la uniformidad rectangular de las estancias superiores. “Lo llevaremos a un experto para que vuelva a funcionar”, comenta Lafuente mientras lo señala. “Hay que consolidar completamente el edificio, dotándolo de todas las condiciones de seguridad y conservación necesarias; hay que limpiarlo y restaurar la fachada y todo lo que sea necesario. El propósito es conservar lo máximo posible sus perspectivas y su fisonomía actual”, apunta mientras se dirige a la primera planta, donde el Museo Nacional Reina Sofía ocupará un espacio para residencias de artistas y para exhibir obras. Las actividades de Bellas Artes y Promoción Cultural del Ministerio, por las que han pasado 100.000 personas desde 2010, y las del Centro Social Autogestionado, que se ha consolidado desde 2011, se mantendrán.

Los crujidos de las pisadas bajando las amplias escaleras de madera quiebran la atmósfera aletargada de los espacios, más compartimentados en la primera planta, y abovedados en el sótano, donde los grafitis de los artistas callejeros conviven con carteles que advierten de que “tu basura es tuya, llévatela”.

La idea es que haya espacios compartidos para el Reina Sofía, el ministerio y los colectivos sociales, si bien cada uno tendrá su entrada. En el patio central, con un abandonado y valioso jardín, se podría ubicar la cafetería.

¿Para cuándo se prevé abrir? ¿A cuánto asciende el presupuesto? ¿Quién lo va a pagar? ¿O se va a quedar en una iniciativa ilusionante y frustrada más? “La redacción del proyecto se realizará en 2018 y el propósito es que el edificio se pueda abrir a finales de 2021 o principios del 2022, pero todo está condicionado al proyecto. Hay una voluntad política muy clara y así nos hemos comprometido con la coleccionista”, responde Lafuente. Es muy pronto para hablar de presupuesto, pero las cifras se acercan a los 15 millones de euros.

 El Ayuntamiento también está por la labor. De hecho, uno de los promotores del proyecto es Luis Cueto, coordinador general de la alcaldía de Manuela Carmena. Él restableció el contacto con Fontanals-Cisneros el año pasado en Miami. Antes hubo un intento frustrado en el anterior consistorio, que presidía Ana Botella (PP), para ubicar su colección. Se le ofreció entonces el Palacio de los Vargas o Palacio de la Casa de Campo. No hubo entendimiento. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, también ha intermediado. Una de las ventajas de Tabacalera es su emplazamiento, en el llamado Paseo del Arte o “milla de oro” de Madrid, que conformaron originariamente los museos del Prado, Reina Sofía y Thyssen, y que se extendería al sureste con la Colección de Arte Contemporáneo de las Américas de Fotanals-Cisneros y la colección de Patrizia Sandretto, que se instalará en el Matadero, otro conjunto emblemático.

En Tabacalera se ha habilitado también una sala para “practicar circo, acrobacias”, explica Jesús Escobar, del Centro Social Autogestionado, mientras señala unas cuerdas y cintas que descienden desde unos 10 metros de altura de una enorme viga de hierro, vestigio del último gran edificio del patrimonio industrial de Madrid, a la espera de que cambie, definitivamente, su suerte.

Un espacio con muchos 'novios'

La antigua fábrica de tabacos de Madrid cerró en 1999 y pasó a manos del Ministerio de Cultura. Desde entonces, se le ha buscado un contenido en correspondencia con el continente. En 2004, se propuso como sede del Museo Nacional de Artes Decorativas. El plan se paralizó al poco, según relata el propio ministerio. En 2007, se anunció que albergaría el Centro Nacional de las Artes Visuales, que incluía el museo del cine (que ahora se emplazará en el antiguo edificio del NO-DO), con un coste de unos 30 millones de euros. Se adjudicó el proyecto al estudio de arquitectura formado por Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano. Se impugnó el concurso y se volvió a conceder al mismo. “La crisis se lo llevó por delante”, comenta Begoña Torres, subdirectora general de Promoción de las Bellas Artes. La colección de Fontanals-Cisneros es el tercer proyecto. ¿Será el definitivo?

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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